—No es necesario que entre, señor Taro —dijo entonces Kasumi, deteniéndolo cuando él la siguió—. Volveré en seguida y sé que estas cosas lo aburren. Lo siento.

—¿Qué? —Taro frunció el ceño.

—Es un local pequeño, desde la puerta puede verme, ¿cierto? En seguida vuelvo —y sonrió, otra vez «seca».

Hasta Taro se daba cuenta de que aquello no era normal. ¿Qué le había pasado? Desde la puerta la miró charlar con el dependiente del negocio, que le mostró varios frascos, que destapaba para que ella pudiera olerlos. Sin el kimono tan severo y el cabello recogido con aquello adornos, parecía una mujer más joven. La falda le llegaba a la rodilla, la blusa blanca la usaba metida por dentro de la falda y eso destacaba su cintura; sus zapatos bajos eran sencillos pero le daban elegancia. El cabello castaño se lo había tomado hacia un lado, dejándolo caer sobre un hombro.

Taro siguió contemplándola con los ojos entrecerrados. ¿Qué le ocurría a Kasumi Tendo?

Cuando se metieron al auto y ya volvían a la casa, Taro preguntó:

—¿Cuáles son los planes para mañana?

—Bueno, tengo otra clase de... No —se interrumpió Kasumi—. Creo que no iré —dijo después.

—¿Por qué? —Taro la miró con recelo.

—Usted se aburre demasiado allí —replicó Kasumi, volteó a mirarlo y le sonrió, pero sus labios estaban tensos—. En realidad, mi rutina es sencilla y sin sobresaltos. Debería quedarme siempre en casa para que usted pudiera hacer lo que quisiera, así no se aburriría. También, allí está Ukyo, creo que ustedes se llevan bien.

—¿Quién? —preguntó Taro extrañado—. ¡Ah! ¿La loca de la espátula?

—Precisamente —asintió Kasumi—. Creo que te gusta su comida, ¿cierto? No podía dejar de comerla, señor Taro, ¿era tan deliciosa? —preguntó Kasumi.

Taro la miró, su rostro parecía amable, pero en realidad estaba tenso, como si algo pasara y ella intentara ocultar algún tipo de... ¿sufrimiento, quizá?

—A mí toda la comida me parece deliciosa —respondió Taro encogiéndose de hombros—. He pasado demasiada hambre desde niño, como para despreciar cualquier comida.

Kasumi contuvo la respiración y después soltó el aire de a poco. Volteó el rostro y se dedicó a mirar por la ventanilla.

—Ya veo —dijo.

Un par de minutos después, Taro recordó que Mousse le había hablado en alguna ocasión sobre lo diferentes que eran las mujeres a los hombres, eso había sido hacía mucho, cuando él y Ranma eran unos adolescentes apenas, pero Taro aún lo recordaba, y se le vino a la mente en ese momento porque quizá lo explicaba todo.

—¿Kasumi?

—¿Sí, señor Taro? —ella se volteó a mirarlo.

—¿Estás...?, bueno, tú —Taro se removió un poco en el asiento—... ¿estás en esos momentos?

—¿Qué momentos? —preguntó Kasumi frunciendo el ceño.

—Pues... esos que las mujeres tienen —dijo Taro haciendo ademanes y sonrojándose un poco—. Los de todos los meses. Si es así y quieres quedarte en casa... o si necesitas algo... tal vez...

Kasumi palideció.

—¿Qué está diciendo, señor Taro?

—Nada. Solo que no soy tan idiota y bruto como todos creen —siguió Taro, mirando hacia el otro lado para ocultar su sonrojo—, sí entiendo las cosas. Me lo puedes decir. Tampoco es la gran cosa.

El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora