Capítulo 1 Una tras otra...

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1982: Alex un niño como cualquier otro, vivía con sus padres, una humilde familia londinense, Helena y Harry, por 1982 era un chico de unos cuatro años, era un niño de pelo muy negro distintamente a el rubio de su padre pues aquel cabello lo había sacado de su madre, era un pelo oscuro como la noche que contrastaba con su piel pálida, en su rostro tenía unas graciosas pecas, de ojos también negros como la noche, era un niño que siempre estaba con sus padres o jugando con aquellos de su edad, sobre todo con Ann, una niña rubia de cabellos largos y ojos claros, sobrina de Carl Wensley que quedó a regencia de este debido a la muerte de su madre en el parto, el padre cayó en depresión y fue encerrado en un psiquiátrico debido a que enloqueció tras la muerte de esta, Ann quedó bajo la tutela de el pariente mas cercano, su tío Carl Wensley. Ambas familias se veían mucho. Todo empezó una mañana fría en Londres cuando Alex salió con sus padres a la calle. Helena llevaba un abrigo negro que le quedaba ideal con su cabello y ojos oscuros en contraste con su piel, era idéntica al pequeño Alex. Su padre Harry vistió con una camisa blanca y unos vaqueros, su cabello era corto y rubio, también de piel muy pálida y ojos claros, tan claros como el agua cristalina. Vistieron a Alex con una chaqueta y unos pantalones vaqueros con botas negras. Preparada la familia salieron a la calle.

-¿Vamos a ir a comprar pasteles?- El pequeño Alex era un chico muy glotón al que le encantaba comer, siempre solía ir a pasear con sus padres a la calle

-Si Alex, pero antes debemos de hacer una visita a un señor que conocemos Papá y yo, ¿Vale?- Su madre lo cogió de la mano al salir de el portal ya que le solía gustar a el pequeño bajar a el solo por el portal corriendo de escalera en escalera.

-Este muchacho tiene mucha energía Helena, cuando sea mayor se convertirá en un muchacho muy fuerte y atractivo, no te pierdas hijo mío vamos a ir a ver a un señor muy simpático.

La familia fue andando hasta la casa de Carl Wensley, uno de los hombres mas ricos de todo Londres y de toda Inglaterra muy probablemente en aquel momento, vivía en una gran mansión en Riddick Street, en una calle de el centro de Londres al lado de un parque donde solían ir muchos turistas debido a la zona céntrica donde estaba el hogar de Wensley.  Cuando la familia llego a la casa tocó al timbre.

-¿Si, quien es? Malditos testigos bastardos, como volváis de nuevo cualquiera a tocar a mi puerta os juró que os coseré a balazos, ¡Sois peor que los amarillos y los monos cobrizos!- Aquellas palabras llenas de racismo hacia las culturas orientales de Londres eran las de Carl Wensley, igual de racista que rico, sentía un gran remordimiento por todo lo no-inglés, parece que los veía como seres inferiores, como algo por debajo de la escoria, un hombre que parecía estar sacado de la Edad Media, una dantesca versión de Adolf Hitler pero a lo británico.

-Carl, son la familia Corwin...- 

-¡Oh, que cabeza la mía, pasen amigos míos pasen!

Aquellas palabras de aquella voz parecieron apaciguar la locura de Wensley.

La familia al entrar a la casa pudo ver una escalera de caracol de alfombra roja al fondo, al subir había dos ventanas que permitían alumbrar toda aquella estancia parecida a una mansión victoriana, al igual que los pensamientos de el residente de la casa. El pequeño Alex contemplaba la estancia detenidamente, observaba aquellas losas blancas, aquellas vidrieras enormes, aquel candelabro sujeto al techo que acaba en una graciosa forma triangular, corría por las escaleras de caracol mientras sus padres vigilaban que no se callese, vigilando sus cortos pasos y rápidos como los de un polluelo que ha salido del cascarón. -Cariño, ten cuidado no te caigas!- Dijo la madre que iba detrás de los pasos de Alex cruzando la alfombra roja levantando su vestido para no resbalar

-¡Vaya energía tiene este chico, no se a quien ha salido!

-Pasen pas...- Alex golpeó sin querer contra un hombre que abrió la puerta doble de cristal que había justo arriba de las escaleras, al subir la mirada pudo ver al hombre, su cumbre canosa como la nieve parecía tener luz propia por el reflejo de las ventanas que había detrás de esta puerta de cristales y madera maciza con unos bordes increíbles- Oh perdón pequeño, parece que mis piernas tienen hambre y quieren comerte jeje. El hombre intentó esbozar una sonrisa, pero era falsa, sorda, carente de sentimientos, tal vez se debía a la mirada abstracta de aquel hombre, su sonrisa hacía que sus cejas formasen un arco muy gracioso parecido muy probablemente al de triunfo debido a la graciosa circunferencia que formaban estas al unirse cuando sonreía haciendo unos malabarismos muy graciosos sobre su cara, sus ojos tal vez también ayudasen a notar su inexpresividad debido a su pequeño tamaño, eran alargados y pequeños, llenos de arrugas, como si sus ojos quisieran hundirse en las profundidades de sus cuencas, la boca parecía ser lo mas agraciado, si no mirabas fijamente a sus dos dientes restantes del lado superior e inferior de la boca formando algo bastante cómico similar a un cuadro cubista de Picasso.

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⏰ Last updated: Mar 29, 2018 ⏰

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Octubre OscuroWhere stories live. Discover now