I

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Aomine caminaba por las calles, sin rumbo, no era raro encontrar al joven caminando por ahí. Rara vez estaba solo, eso sí. O lo acompañaba Momon o amigos suyos. Pero quería estar sólo. Quizás después se iría a una cafetería o a la nueva tienda de dulces que le había recomendado su amigo el pelimorado.

Podríamos creer eso, aun sabiendo que, probablemente, acabaría en alguna cancha de baloncesto por esas grandes y estrellas calles de Japón, haciendo una pachanga con la gente que estuviera por ahí. Sin perder. Sólo él podría vencerse. 

No solía ser una persona que se preocupara de más por las cosas. Tenía un ideal muy claro, y es que sólo el podría vencerse a sí mismo, a partir de ahí, el resto.

Pero por qué dudaba, por qué caminaba así, por qué es que empezó a sentir mariposas con él. Por favor, era el chico más "hetero" que te podrás echar en cara, al final del día, su idol con pechos grandes no indicaba lo contrario. 

Parece que, muy as del equipo, muy rey en la cancha, pero de bisexualidad se ha enterado poco (ejé).  

Caminaba, y caminaba, y seguía caminando con su cabeza echa un lío. Empezaba a dolerle y todo. 

¿En serio eran sentimientos de amor? ¿No estará simplemente confuso? Quizás estaba necesitado por la falta de "acción" estos últimos meses y estaba confundiendo el deseo sexual con amor hacia su amigo de instituto. ¿Cuándo empezó a sentir todo esto?¿Por qué por primera vez sintió que se le aceleraba el corazón con Kise? 

Su paso se detuvo al pensarlo seriamente. ¿No estará teniendo problemas de corazón? 

Se tropezó al volver a iniciar su camino. Si Murasakibara seguía en perfecto estado, él estaba tan sano como una lechuga. Si el titán no tiene problemas de diabetes ni de corazón ni nada por el estilo, él no podría tenerlos. Arriesgada deducción pero en algún punto correcta.

Siguió y siguió y siguió... Y siguió caminando, chocó una vez con una señal a la cual, sin fijarse si quiera si era una persona, pidió disculpas con un severo gomen-ne. 

Paró en seco al escuchar unos leves gritos. Una pelota de baloncesto accidentalmente chocó contra su pie. Se agachó y, recogiendo la pelota, se dio cuenta que había acabado otra vez a las afueras de una cancha de baloncesto. 

Inconscientemente se acercó a esas dos personas que se encontraban en mitad del campo, felizmente iba a pedir que si podría jugar con ellos. 

No es que pensara que perdería, estaba seguro que los contrarios iban a morder el polvo. Simplemente quería distraerse de pensar de esa forma tan excesiva en Kise. Quizás le entretendrían un rato. Recién eran las 12 del mediodía. Hasta la hora de comer había tiempo. 

Cuanto más cerca se encontraba de la otra punta de la cancha, más se preparaba su discurso de: "¿puedo unirme?" sin que pareciera desesperado o engreído. 

-Oye perdonen, ¿puedo unirme? -cuestionó el alto peli azul, maldiciéndose a sí mismo por el pequeño gallo que le salió. Antes de esperar respuesta ya había empezado a botar la pelota que había chocado contra él.

-Cállate, estamos en medio de una discusión -inquirió una de las personas. 

El aire se tensó de golpe. 

Aomine no tardó mucho en reconocer la voz de Haizaki. Rápidamente dirigió su mirada hacia su acompañante. Una melena rubia le daba la espalda. 

Se fijó en la oreja izquierda y sí, tenía un piercing ahí mismo. 

Aomine no tardó en correr a donde estaban las dos personas e interponerse en el medio. Una rápida mirada hacia Kise que, extrañamente, estaba magullado y cansado. 

Haizaki, por su parte, no estaba mucho mejor que Kise. 

Si Aomine no estaba cansado ya de pensar. Otras mil y una preguntas pasaron por su mente. 

Suspiró. Ah, de verdad que quería un descanso. 

-¡Haizaki! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! -chilló el as de la academia Too. 

-¿Ahora tenías que aparecer a salvar a tu princesa? -murmuró, dando unos pasos para atrás, saliendo corriendo. 

Aomine no dudó en empezar a correr en su dirección, pero un débil brazo lo agarró de la camiseta. Kise, aun con la cara un poco magullada y un notable moratón en la pierna, sonreía sin fuerzas. 

-¿Tienes un don para aparecer en los momentos necesarios? -cuestionó el rubio modelo mientras, lentamente, cerraba sus ojos. 

El aludido no tardó en recogerlo, antes de que chocara contra el suelo. 

Efectivamente, Kise se acababa de desmayar en sus brazos.

Su corazón latía a mil por hora. La adrenalina recorría su cuerpo. Las ganas de golpear a Haizaki habían aumentado, seamos sinceros, siempre quiso golpearlo más que un simple puñetazo.

Con todo el cuidado que podía acurrucó a Kise entre sus brazos. El estilo princesa era muy romántico, siempre lo ha sido. Pero alguna gente simplemente los miraba extrañados. Algunos quizás reconocían al modelos, otros quizás tenían envidia, otros los miraban feos. En fin, la sociedad es muy distinta y hay de todo, para bien o para mal. 

La pelota de basket que había recogido Aomine antes del acercado había salido rebotada hacia un lado de la cancha. 

"Ya compraré otra si eso" pensó. Sin saber de dónde sacar el dinero.

Y así, queridos lectores, empieza la historia. Sabiendo que toda historia tiene un final.









¿Por qué tenías que ser tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora