Capítulo 9: Decidida

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Capítulo 9: Decidida

Esa noche, después de enterarme del nombre del fantasma viviendo en casa, no puedo conciliar el sueño. No puedo ni siquiera dimensionar qué es lo que él está viviendo.

Luciano.

Me doy vuelta en la cama y miro el techo en la oscuridad. ¿Cómo es que alguien puede estar... atrapado en una casa? ¿Cómo se sentiría ser un... fantasma? Me tapo la cara con la almohada, reprimiendo una sonrisa. Todo esto es de locos. ¿Un fantasma? Y, sin embargo, ahí estoy, acostada en mi cama, después de haber mantenido una "conversación" con un ser que no pertenece a este mundo. ¿Y que pasa si...?

En mi mente hago un repaso mental de todas las películas sobre fantasmas y demonios que he visto en mi vida y me detengo en el Conjuro 2. ¿Qué pasaría si Luciano estuviese atrapado por un demonio? Retengo la respiración un momento, repentinamente asustada. No. No podría ser, porque eso solo pasa en las películas.

¿O no?

Aun así, Luciano no parece ser un... Me causa gracia pensar en él como un fantasma. Pero él no parece ser malo. No me está asustando todas las noches ni está luchando por entrometerse en mi cuerpo para utilizarme de forma malvada. ¿Qué tal si Luciano aún no sabe qué es lo que tiene que hacer para poder irse?

A pesar de que sé que es un pensamiento infantil, decido que haré todo lo posible por ayudar a Luciano a descansar al fin.

***

Al otro día, el sol entra por la ventana de mi habitación brillando con demasiada intensidad. Hacía días que no brillaba de esa forma, como dibujando un haz de luz entre la cortina y mi cama. Mi cuerpo parece marchitarse, a pesar de que hace un buen día. He dormido tan poco el último tiempo que me cuesta muchísimo levantarme, pero cuando al fin lo consigo, vuelvo a tomar toda la ropa que usaré (esta vez del uniforme escolar) y me meto al baño con ella. A ratos me quedo dormida en la ducha, así que el baño no es tan reponedor como me habría gustado, así que bajo al primer piso rezongando. Mamá me espera con huevos revueltos (como siempre) en el primer piso, con una sonrisa de oreja a oreja. Ama comprar comida en oferta y, a veces eso significa tener que comer el mismo alimento por todo el tiempo en que duren comestibles. No me quejo, porque me ve y está feliz, al parecer, porque al fin esta casa enorme parece nuestra. Me alegra mucho verla así. Se esforzó mucho para comprarla para que los tres tengamos un buen espacio para vivir.

Sin embargo, papá no rebosa la misma alegría que mamá. Se ve cansado y frustrado.

—¿Estás bien? —le pregunto, mientras me siento en la mesa junto a él.

—Sí, corazón. ¿Por qué lo preguntas? —inquiere, mientras mamá pone huevo en su plato.

Es ella la que responde por él.

—Tu padre está preocupado porque todavía no encuentra el trabajo que a él le gustaría. Pero... ¿a que estamos bien así como estamos, Maira?

—No te preocupes, papá—le digo, poniendo una mano en su espalda y apoyo mi cabeza en su hombro—. Ya encontrarás el mejor empleo del mundo. ¡Estamos en Arboleda del Sol! ¡Aquí todo puede pasar! O eso le encanta decir a mamá—bromeo, tomando mi tenedor para comer los huevos que mamá me ha servido.

—¡La ciudad de los sueños! —dice papá, imitando la voz de mamá.

Todos nos reímos, y a mi padre no le queda más remedio que bromear con su esposa y conmigo. Al final del desayuno, ya parece más contento y tranquilo, así que se ofrece a ir a dejarme a la escuela.

Más allá de lo visibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora