Capítulo 3: Algo extraño sucede en la casa

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Lo primero que hago al llegar a casa es actualizar a Salomé sobre las buenas nuevas, mientras me hago un sándwich. Se emociona por saber que un chico desconocido, tal vez sexy y con sonrisa de cantante coreano (es amante del k-pop) me ha acompañado hasta casa. A pesar de que le digo que tiene ascendencia japonesa, ella sigue insistiendo en que debe ser coreano.

Omito todo el asunto sobre los Hormazábal, a pesar de que no dejo de pensar en ello.

Papá no está en la casa. Me ha dejado una nota diciendo que se ha ido al supermercado para abastecernos de víveres. Tenemos bastantes víveres para la semana, pero supongo, otra vez, que lo hace para sentirse útil. De modo que me encamino sola a mi habitación con mi sándwich y un vaso de agua.

Me quito los zapatos apenas entro y los dejo a un lado de la puerta. Mi habitación aún está llena de cajas de libros que no puedo sacar hasta que papá termine la estantería que me está haciendo. Así que me siento en la cama a disfrutar de mi sándwich de queso.

¿Quiénes serán los Hormazábal? Me refiero a que, ¿habrá sido una familia, una pareja? ¿Por qué Joaquín se habrá puesto así cuando le dije que vivía en esta casa? Una especie de nerviosismo se empieza a meter a mi cuerpo. ¿Qué habrá pasado en esta casa? ¿Por qué mamá la consiguió a tan buen precio? Empiezo a mirar todos los rincones de la habitación. Mi vista queda pegada en la pequeña "L" tallada en la puerta corredera del clóset. ¿A quién habrá pertenecido esta habitación?

Como empiezo a tener miedo, pongo música en mi celular. Siempre me tranquiliza escuchar ruido y más si se trata de una canción movida que obligue a mi subconsciente a sentirse mejor. Sacudo la cabeza, pensando que me estoy llenando la mente de estupideces. He vivido en muchas otras casas. ¿Por qué justo esta iba a tener algo especial?

Mi celular me avisa que me ha llegado un whatsapp de Joaquín. Sonrío.

"¿Cómo estás? Solo te escribía para corroborar que este es tu número".

"Lo siento. Se ha equivocado. Este número no pertenece en lo absoluto a Maira Fuenzalida", respondo, bromeando.

A los segundos, me llega otro mensaje.

"Ah, lo siento. Yo tampoco soy Joaquín, solo para que nos aseguremos".

Sonrío otra vez.

"Pero si realmente lo quieres saber, Maira está bien. Disfrutando de un sándwich exquisito".

"Pues Joaquín ya almorzó con su madre y se siente especialmente satisfecho, porque le dieron patatas fritas".

Arrugo la nariz, todavía con la sonrisa plasmada en la cara.

"You win".

De repente, siento un portazo fuertísimo en el piso de abajo. Doy un respingo en la cama y me apresuro a salir de la habitación. No se ve nada en la escalera ni se siente movimiento en el piso de abajo.

—¿Papá? ¿Ya llegaste?

Nadie responde.

—¿Papá?

Nadie.

Retrocedo hasta mi habitación, asustada. Cierro la puerta y pongo el seguro.

¿Ha sido mi imaginación otra vez?

Me acuesto en la cama, bajo las mantas, volviendo a comer mi sándwich. La música sigue encendida, pero ya no logra tranquilizarme, de modo que me calzo los audífonos, así no escucho nada de nada.

Más allá de lo visibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora