17

95.2K 12.9K 15.5K
                                    

—Levi

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Levi... —oigo a Tom—. Levi, despierta...

Una parte de mí ya lo está; la otra quiere seguir soñando, continuar acurrucada junto a la ventana sintiendo la brisa colarse por la ventana, disfrutar del cálido ambiente. Me remuevo en un gesto negativo, ordenando en un gruñido a Tom que me deje dormir más.

—Llegamos a Portland, Levi —dice, moviéndome con su mano sobre mi hombro.

Él dijo que... ¿Dijo que ya llegamos?

Tengo que incorporarme para comprobar que mis oídos no me han engañado. 

Es cierto, mis somnolientos ojos no me mienten: estamos en Portland. Puedo ver sus enormes edificios; los árboles junto a la acera que forman un enorme y verdoso sendero; a las personas caminando; veo autos llenando las calles; tiendas, cafeterías, restaurantes de comida rápida y restaurantes vegetarianos por doquier. Todo está tan lleno de vida.

—Vaya... —logro formar dentro de mi asombro— Esto se ve mejor que en la televisión.

—Los edificios son tan enormes que creo que me caeré de espaldas —dice Tom.

—Es cierto.

No soy la única apegada a la ventana, también Ambrosio está perceptivo, mirando hacia afuera. Tom baja el vidrio y mi lindo perro se asoma para ladrar.

¡En una ciudad tan enorme voy a perderme! Jamás me podría acostumbrar a tanto movimiento.

—¡Waaaaaaaa, ya me vino la ansiedad! —chillo dirigiéndome a Allek, quien conduce con su cara inexpresiva—. ¿Crees que Ritchman esté muy lejos?

—No lo sé, habrá que buscar en Google Maps.

Puedo sentir el cosquilleo de mi estómago dispersarse por todo mi cuerpo y hacer un hueco profundo en mi pecho, sitio donde el cosquilleo se transforma a una sensación extraña.

—Vaya... —Llevo mi mano al pecho para presionarlo con fuerza—. Dios, ya quiero que sea lunes.

—Primero debemos ver dónde nos quedaremos.

—¿Quedaremos? —intercepta Tom. Se asoma entre los asientos, ceñudo. 

—Claro —zanja Allek—, ¿no piensas quedarte en la calle todo un fin de semana, verdad?

—¿Pero juntos?

—Alivianar costos.

Dejo escapar un gruñido que emana de mí como el graznido de un cuervo en pleno campo.

—Cierto, tendré que pagar por tu feo trasero —encaro a Tom, sacando una cuenta mental de cuánto dinero gastaré.

—Mi trasero es divino —reclama mi antiguo "novio"—, nunca encontrarás nalgas tan turgentes. —La mueca de asco se forma de manera instantánea. Y el muy descarado pregunta «¿qué?» con una inocencia audaz.

Más locos que enamorados ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora