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Giselle.

No estoy segura de qué es exactamente lo que tengo qué hacer, lo único que tengo realmente claro es que tengo que actuar rápido y después de las doce, después que todos estén durmiendo.

Puedo sentir la intensa mirada de Chase sobre mí en todo momento, pero me obligo a ignorarlo y seguir leyendo la información que sale en el libro de mi padre. Mientras más leo, más claro me queda el hecho de que aquella bestia no es nada más que una criatura violenta, impulsiva y peligrosa, con un instinto de depredador infalible. Entonces, si todo esto es cierto, ¿cómo es posible que él no me hubiera lastimado?

Hannah llega unos cuantos minutos después junto a Gael y las chicas, todos me saludan y luego se sientan sobre los taburetes cerca de la barra para empezar a parlotear un poco. Hago a un lado el libro y centro toda mi atención en ellos y en las bromas absurdas de Gael. 

El resto de la tarde, y gran parte de la noche, es bastante tranquila y solo puedo relajarme cuando veo a Chase salir del café. Su presencia le ha mantenido de lo más tensa.

Cuando el reloj marca las ocho y medía de la noche, papá cierra el café por fin, dándole fin a un largo día de trabajo. Todos nos dirigimos a la planta de arriba para cenar y, a mitad de la cena, me levanto antes de terminar con la pobre excusa de que me encuentro muy cansada y quiero descansar un poco, por suerte funciona y me dejan ir.

Me encamino hacia mi habitación y agarro el teléfono para programar la alarma a las doce en punto de la madrugada. Preparo un bolso con algunas cosas que sé que serán útiles para mi pequeña expedición. Meto una linterna, guantes de lana y otros mucho más gruesos, un gran abrigo de color negro y otras cosas más.

Me acuesto en la cama y cierro los ojos, esperando relajarme un poco, pensando en qué es lo que voy a hacer con exactitud.

Me quedo despierta, viendo el techo en medio de la oscuridad hasta que escucho el sonido de la vibración de mi teléfono contra la madera de la mesita de noche en donde lo he dejado cargando. Me levanto con un poco de nervios, sintiendo el estómago revuelto y la adrenalina correr por mis venas. Por un momento a mi cabeza llega la idea de olvidarlo todo, sé que esto es un impulso suicida, pero esto es algo que necesito hacer.

Necesito verlo de una manera inexplicable.

No enciendo la luz de la habitación para no despertar a nadie. Casi a ciegas me coloco una camisa de mangas largas sobre mi camisa de pijama y luego me cubro con el grueso abrigo, esperando que esto sea suficiente para no morir congelada o, por lo menos, para no volver a resfriarme. Me coloco mis gruesas medias y luego mis botas, peino mi cabello con las uñas y luego lo recojo en un moño alto, dejando que algunos de mis mechones castaños se salgan por los costados. Para proteger mi cuello del frío, me coloco una bufanda negra.

Mis ojos ya están completamente acostumbrados a la oscuridad por lo que no se me hace tan complicado caminar por el pasillo y encontrar la puerta. La vaga luz que desprende la pantalla de mi móvil ayuda mucho.

Busco las llaves que descansan cerca de la puerta y salgo hacia la escalera. Intento bajar haciendo el menor de los ruidos posibles; sin embargo, la madera de la vieja escalera suena con lo que parece ser demasiada fuerza ante el ensordecedor silencio que me envuelve. Aprieto mis labios con fuerza cuando la escalera vuelve a rugir, haciéndome maldecir.

Una vez que estoy en la planta baja me encamino en dirección a la cocina del café y empiezo a buscar en los cajones algún juego de llaves que pueda abrir la puerta trasera. Respiro aliviada cuando visualizo en uno de los últimos cajones una pequeña llave, la cual supongo es la que abre la puerta ya mencionada.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora