Capítulo 3

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Estoy estancada, atrapada en una caja llena de sentimientos, los cuales por la falta de espacio se empiezan a adherir a mí, formándose uno conmigo.

Miro a todos lados, tratando de hallar una manera de escapar de aquí, pero no hay nada.

Ni nadie...

Todo se va consumiendo por una oscuridad, cada vez más extensa, hasta que solo queda la caja iluminada.

Algo dentro de mí se rompió al ver que todo desapareció y yo no hice nada para evitarlo. Lucho con fuerzas para salir de aquí, empujando cada una de las paredes, pero estas no ceden ante los golpes.

Varios gritos salen raspando mi garganta, combinándose con los sollozos que ya no puedo detener. Estoy sola, este es el fin.

El ambiente se pone tenso, todo repentinamente calló, pero este no da paz, sino que es un silencio abrumador.

La luz que quedaba de a poco se va apagando, siendo consumida por el alrededor.

Pero la rabia me llenó, exploté y la luz en una pequeña y brillante llama de fuego se convirtió, una que de a poco iba creciendo, hasta que al fin quedé libre.

Pero esa llama seguía ahí, conmigo. Esperando el momento para ser liberada nuevamente.

Y ahí fue cuando llegaste, siendo la presa que mis demonios imploraban, así que te entregué hacia ellos; sin saber que eso solo les daría más fuerzas...

Pronto las gruesas paredes que había construído dentro de mí se fueron quebrantando, siendo a ti a quien todo entregué.

Cada demonio iba cediendo, arrodillándose y entrando en la sumisión.

Te habías convertido en mi debilidad...

No supe el momento, por estar tan anonadada gracias a tu belleza, cuando la llama tomó el poder.

Estuvo esperando la oportunidad, recargando energías, hasta que al fin llegó.

Tú le guiaste a la libertad;

Les diste el momento exacto para atacar;

Pero, sobre todo, me diste esperanzas.

Esperanzas de que hay algo mejor allá afuera.

Aunque eso ya no importa, porque aquella llama tomó tamaño; arrazando con todo el avance que había, sin tener piedad; hasta que no quedó nada.

Todo el sitio estaba iluminado por el brillo del fuego. Aquellas brasas bailaban de una manera espectacular, como si inspeccionaran todo el lugar, esperando...

Solo esperando.

Y fue así, como aquella pequeña luz se convirtió en fuego y tú, la pequeña chispa que tanto pedía en mi camino, fuiste lo necesario. Pero abusé tanto de ti, que terminé dándole una sobredosis, convirtiendo todo en un incendio.

Una catástrofe ante los ojos de todos, pero una nueva manera de sentir para mí.

Porque, lo peor de todo, fue que me gustó ver como al chocar tú y yo, creamos algo tan maravilloso.

Escritos de una marginadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora