LECCIONES DE MANEJO.

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Siento que el mundo entero conspira en mi contra, ¿será cierto? Pero si no lo es, ¿Qué es lo que espera de mí? Si todo tiene un sentido, un por qué, ¿Cómo justificar lo que pasa conmigo?

Ciertamente es una declaración exagerada viniendo de una persona cuya única tribulación es no poder aprobar el bendito examen de conducción; pero para KyungSoo, que es un individuo que ve cada situación como una cuestión de vida o muerte, definitivamente no es para tomar a la ligera.

Repasemos los hechos: Do KyungSoo tiene 18 años y nunca antes había sacado un reprobado en su vida, hasta ese momento. Era hasta ridículo, porque no podía pasar el dichoso examen no importaba cuanto lo intentara o cuanto practicara.

Había tomado la prueba tantas veces que ya hasta tenía el récord en rapidez a la hora de tomar la fase escrita, se sabía las reglas de tránsito como si las hubiera redactado él y sobre el automóvil, lo suficiente para ensamblarlo desde cero.

Por si quedó alguna duda lo repitió muchas, muchas veces.

Ahora, ¿dónde estaba el garrafal error? Donde más, en la práctica. Y no se trataba de los nervios por ponerse frente al volante, ni del miedo a atropellar algo o a alguien en el proceso. Su único y gran problema era el instructor.

No era malo, para nada. ¿Quién no deseaba un maestro que no regañe ni te estrese que sea paciente y te explique paso a paso lo que debes hacer? Kim JongIn era todo eso y más.

Era demasiado bueno y ¿por qué no decirlo? Estaba como quería, con su tonificado cuerpo como recién salido del gimnasio y esa piel tostada a punto de caramelo.

Tan apetecible.

− Bien KyungSoo, aquí estamos de nuevo.

El moreno tenía la voz aterciopelada, tan varonil y dulce al mismo tiempo. El bajito tragó duro e intentó centrarse en el camino, en el tablero y en sus manos. Giró la llave para encender el motor mientras maldecía a sus temblorosas manos delatoras.

− Tranquilo pequeño, un paso a la vez...

KyungSoo dejó de respirar al instante, tras sentir el aliento ajeno rozar su oreja. El alto estaba tan, pero tan cerca, demasiado para su frágil salud mental.

− Pro...fesor...− KyungSoo tartamudeó, casi jadeando al nombrarlo, y muy consternado como para avergonzarse por ello.

Porque JongIn no acostumbraba a comportarse de ese modo; como si no le importase la formalidad del examen.

− ¿Quieres aprobar? Haz todo lo que te diga, es fácil.

Soo alcanzó a ver su sonrisa de medialuna a través del espejo retrovisor antes de que el otro deslizara su mano sobre la propia, guiándola hacia la palanca de cambios.

−...Es como hacerlo por primera vez, lento y suave hasta que te acostumbres − JongIn mostró una sonrisa de satisfacción al ver las mejillas rojas, a punto de estallar, de su estudiante.

− ¿Ha...ha... hacer qué...?

− Besar, ¿nunca te han besado? Si no es así, es un completo desperdicio con esos bellos labios en forma de corazón que tienes.

Los grandes ojos del bajito parecían dos faroles a causa de la sorpresa. El moreno rió por lo bajo y delineó con los dedos el mentón del chico antes de hacer que mire al frente.

− Empieza, KyungSoo...

El bajito soltó un profundo suspiro y obedeció juicioso.

Por primera vez, no desvió la mirada del camino, o del volante o el tablero. Estaba haciendo su mayor esfuerzo por ignorar a su instructor tanto como fuera posible, ya que ese repentino cambio de actitud de su parte lo tenía muy nervioso.

Lecciones de manejo//KaiSooWhere stories live. Discover now