Las lágrimas del profesor

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- Chicos, cálmense por favor.

Solo la primera fila lo escuchaba. El resto hacía múltiples actividades. Unos se lanzaban papeles, otros veían sus celulares y mandaban mensajes. Los menos osados conversaban sobre lo que habían hecho el fin de semana. El profesor solo se dedicaba a copiar la teoría en la pizarra. Volteado, podía ver poco o nada lo que los estudiantes hacían. En el fondo, le habría gustado diluirse en ese enorme rectángulo blanco, esperar que la hora se fuera en dividirlo en tres partes, colocar las fórmulas matemáticas, escribir la resolución de los ejercicios e indicar los que debían hacer del Manual, una mezcla rara de prácticas recicladas de diferentes colegios. Un excelente trabajo de "copia y pega" que el coordinador había sabido vender y fotocopiar para conseguir el techado de su casa.

- Profe, ¿puede recoger mi lapicero?

Tras copiar la clase, los alumnos procedían a varios pedidos. "Profesor se ha caído mi borrador", "¿profesor puedo ir al baño?". "Profesor, ¿puedo ir a Dirección?, Profesor, ¿puedo ir a prestarme manual? La clase de Razonamiento Matemático era aprovechaba para ir a otros salones, visitar los baños y conversar en ellos, ponerse al día en otra clase, dormir un poco, preparar los plagios para el semanal. Por lo general, las clases de todos los cursos de Matemáticas eran buenas para ponerse al día en los cursos de letras. Los docentes tampoco se esforzaban mucho para poner orden. El coordinador tenía demasiada fatiga para supervisar lo que sus subordinados hacían. Bastaba que copiaran la información en la pizarra, resolvieran los ejercicios y enviaran las preguntas para los exámenes quincenales. Si aprendían o no ya no era problema de nadie sino de los estudiantes. Cualquier reclamo se resolvía con sustentar las malas calificaciones con los problemas que los alumnos y alumnas vivían en casa.

- Chicos ya, tranquilos por favor.

Los estudiantes entraban y salían del aula. Algunos estaban en la puerta, otros intentaban llamar a los demás para que se pudiera hacer la clase. De pronto caían los papeles al profe, luego de haber atendido a todos los pedidos e intentado en vano explicar las fórmulas. Pese al esfuerzo del docente, el ruido y la creciente bulla no cesó.

- ¡Hey! ¡Qué pasa al fondo!

Leonidas y Juan Carlos empezaron a pelearse. Ambos se lanzaron sendos puñetes mientras los gritos ¡pelea!, ¡pelea!, ¡pelea! Se incrementaban. El docente intentó separarlos, mientras trataba de tragarse las lágrimas de impotencia.

- Vengan para acá, por favor.

El profe sabía que debía llamar al sub-director pero eso solo sería una excusa para recibir un grito y una burla más: "¿Así es profesor? ¿De qué universidad viene, se puede saber? Mucha teoría y poca práctica ¿Quién lo contrató ah? Profe ya pues, por favor, más mano dura. Mire que un grito mío y se acaba toda la payasada". Era mejor resolverlo solo, aunque desconocía la manera; cuando lo contrataron no se imaginó que enfrentaría todo eso, tampoco la tonelada de problemas, registros, tareas, ejercicios, separatas y clases que preparar. Callar era mejor, después de todo faltaban quince días para que le pagaran su sueldo. Mientras intentaba conversar con los implicados, un grupo del salón aprovechaba para jugar "botella borracha" mientras otro sacaba naipes. Más al fondo, los demás aprovecharon para ver sus celulares y chatear con los amigos de otras aulas.

- Chicos, escuchen...no es bueno pelear.

Leonidas y Juan Carlos rieron a carcajada limpia. El profesor intentó enojarse, mostrarse rígido, implacable. ¿Era esa la manera? ¿Para eso se estudiaba cinco años? ¿Para esto dejó la carrera de Ingeniería? "Tranquilo, yo tampoco terminé la carrera. A la cuarta ingresé a Física pura en la San Marcos pero la dejé al segundo ciclo. Acá se pasa vida, tu copia la clase, un par de gritos y los jalas si no hacen caso. Con eso basta". Todo parecía fácil, al menos como se lo contó el coordinador del área.

- Profe ya, tranquilo...jajaja...solo estábamos jugando.

Los estudiantes entraron abrazados. A punto de ingresar, el docente se quedó paralizado en el umbral. La pizarra estaba borrada, los papeles inundaban el piso, la parejita del salón se besaba en una esquina y su mochila volaba por los aires al grito de "oooole", "oooole".

- ¡YA BASTAAAAA!

El grito solo sirvió para que pudiera recoger su maletín y juntar los papeles dispersos. Con el escaso valor que le quedaba salió a paso ligero y bajó las escaleras hasta el primer piso.

- Señor, disculpe, ya regreso.

El encargado abrió la puerta mientras le llamaba la atención los ojos rojos y vidriosos del docente, quien salió casi corriendo por una de las pocas avenidas grandes del distrito. Tras abrirle la puerta, siguió los pasos sin retorno del décimo profesor de Matemática que se iba, y meditaba en quién vendría ahora.

Expedientes secretos :)Where stories live. Discover now