4. The reunion

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Suspiró audiblemente, había comenzado a trabajar como el administrador del príncipe Viktor, tenía muy poco pero lo hacía bien, aprendió de su padre y ahora todo eso le era bastante útil, era una gran ventaja que supiera hacer muchas cosas. A veces se tomaba un tiempo para poder salir a dar un paseo por la playa, esperaba ver de nuevo a ese tritón, quería charlar con él y conocer un poco más de su especie, pero sabía que debía tener cuidado porque las sirenas y tritones eran peligrosos para los humanos.

Esa tarde, cuando terminó su trabajo, bajó sin prisas y caminó por el palacio para llegar a la puerta principal. Planeaba caminar por la orilla y esperaba que esa tarde su búsqueda rindiera frutos. En el salón principal se encontró con el príncipe, Makkachin a su lado, divertido como su amo; los esclavos y las esclavas bailaban para él y le servían toda clase de frutos.

—Ah, Otabek —el príncipe se puso de pie y caminó hasta él, rodeando sus hombros con un brazo—, me estoy divirtiendo, ¿quieres unirte?

—La verdad yo...

—Si te gusta alguno puedo dejar que lo tengas, sólo pide —señaló a todas las mujeres y hombres que montaban un espectáculo sólo para el soberano.

—Creo que estoy bien, no quisiera despojarlo de su propiedad, señor.

—Oh, eres muy considerado —soltó una risita, divertida.

—La verdad iba a dar un paseo por la playa, ¿le gustaría venir?, es un poco más aburrido pero relajante —añadió la pregunta por puro compromiso, la verdad deseaba ir solo.

—Hm, bueno, ¿pasarás por el templo? —sonrió levemente, entusiasmado—, no he visto a mi salvadora desde hace días y me gustaría charlar con ella.

—Podemos pasar si lo desea, señor.

—Otabek, eres tan complaciente —se rió dándole un suave empujón—. Vamos, entonces, se hace tarde para reunirme con ella.

Asintió, tratando de no mostrar su desdén por la situación, realmente había esperado que dijera que no y así disfrutar de su tiempo a solas.
Salieron del palacio y les ofrecieron los dos mejores caballos del establo, y, para su fortuna, antes de que subieran, Celestino salió corriendo en busca del príncipe.

—Alteza, su padre le busca, dice que es urgente que hablen.

Suspiró audiblemente, resignado, y asintió para caminar dentro de nuevo.

—Será para la otra, Otabek, diviértete.

—Gracias, mi señor —se inclinó levemente y se enderezó cuando el otro estuvo dentro.

Sonrió ampliamente y subió a su caballo para comenzar su pequeño viaje, siempre preferiría salir solo pues así podría tener paz para pensar con calma todo lo que estaba haciendo. Bajo al llegar a la arena, acaricio al animal que se dejó hacer gustoso y luego comenzó a caminar, llevando al caballo de las riendas para que no se quedara solo.

El agua brillaba por el atardecer y la brisa era agradable, la playa le encantaba, la de su ciudad natal también pero aquella era más fría, ésta se sentía más cálida y agradable. Estaba considerando seriamente quedarse allí un buen tiempo.

Escuchó de repente un llanto y comenzó a caminar hacia el ruido, había un rastro rojo en la arena hasta una enorme piedra, soltó al caballo y camino hasta la piedra con curiosidad y mucho cuidado, esperaba que no fuera algo...malo. Se asomó detrás de la piedra y encontró a un joven rubio que lloraba en su intento por ponerse de pie.

The storyWhere stories live. Discover now