XIV. Promesa a la luna

20.1K 423 57
                                    

Por la gran ventana del aeropuerto miraba las hojas de los árboles que caían y algunas otras perdían su color verdoso, el aire del otoño arrastraba el calor dejando un clima más cálido por las tardes y frío por las noches

Deze afbeelding leeft onze inhoudsrichtlijnen niet na. Verwijder de afbeelding of upload een andere om verder te gaan met publiceren.

Por la gran ventana del aeropuerto miraba las hojas de los árboles que caían y algunas otras perdían su color verdoso, el aire del otoño arrastraba el calor dejando un clima más cálido por las tardes y frío por las noches.

—Arriba las manos, esto es un asalto —Los dedos largos de Lemebel me apuntaban en la espalda como si fueran un arma, me giré para abrazarla y ella me respondió con afectuosidad.

Anel Lemebel, era la mejor amiga de la vía láctea y la única que tenía. Amaba el color oscuro de sus piel y sus expresivos y extravagantes ojos ¿color? de todos, en esa ocasión usaba unos pupilentes color morado intenso que resaltaba el negro de su piel. La conocí al llegar a esta ciudad, ella me brindo su apoyo y cariño, hasta que me volví independiente y compre mi departamento. Por su trabajo de modelo viaja mucho, pero cuando estaba en la ciudad, era para estar conmigo y para mí.

—Negra, soy un desastre, estoy perdiendo al hombre de mi vida.

—Tranquila, no lo vas a perder yo te ayudaré con tu problema, explícame que ha pasado.

Le ayude a subir el equipaje al automóvil y fuimos director a mi casa, en el trayecto la fui poniendo al tanto de lo ocurrido; La pornografía que miraba a diario, cuando perdí la virginidad con Mateo, Bruno, Esteban, Martín, mi trabajo sexual, le hable hasta de César y las cicatrices que había dejado en mi espalda. No omití nada, tenía la suficiente confianza en Anel como para confesarle lo bajo que había caído a lo largo de mi vida y el daño que me estaba haciendo a mí misma y a los demás, a Enrique en especial.

Ella estaba petrificada, no quitó su expresión de espanto en todo el relato.

—Amiga, te metiste con su padre, eso es sagrado. ¿Por qué cuando vivíamos juntas nunca me di cuenta de nada? —preguntó cuando llegamos.

—Supongo que disimulaba y justificaba bien mis llegadas tardes, no lo sé, no tengo cabeza para pensar como le hacía —expresé con desánimo—. Me siento impotente de no poder hacer algo al respecto —dije con lágrimas en los ojos.

—Entonces recapitulando, se puede decir que tú ¿eres adicta al sexo?

—¿Qué? No.

—Onisse te afecta en muchos sentidos de tu vida y te provoca mucho daño, cuando una cosa te afecta de tal manera de ninguna forma es bueno, tenemos que buscar ayuda. Tú concéntrate en hacer algo por tu novio al que has herido y yo me encargo de buscar un profesional.

—Es más fácil buscar el profesional, que reconciliarme con Enrique —Me cruce de brazos y deje caer mi espalda en el respaldo del sillón. Ella me miró intensamente con destellos de molestia.

—Eres imposible, sé que amas a Quiquin y que si sufres por lo que ocurre es mas que nada por él, no obstante, tienes que demostrarlo con hechos no solo con palabras, parece que te da flojera hacer algo para reparar el error de olvidar el día en que nació. Saca de ti ese lado jodido e intenso que tienes para amar, nunca he conocido a alguien que se ame con tanta garra como ustedes.

Ninfómana.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu