En las lecturas de diferentes textos se puede detectar casi siempre el mismo nivel psicológico en los personajes.
No hay una gran diferencia entre ellos, salvo los distintos comportamientos o roles que desempeñan en la historia. Se suele clasificar a los tipos de personaje según su importancia dentro de la estructura narrativa. Es decir, si son principales, secundarios o circunstanciales.
También se les distingue como personajes redondos y planos, según su evolución. Pero no hablamos de estos niveles.
Nos referimos a las diferencias psicológicas, culturales, sociales, intelectuales e incluso físicas que separan al escritor de sus propios personajes literarios. También respecto a los personajes entre sí, pero en especial a la relación de su creador con ellos.
Si quieres crear personajes literarios potentes y espectaculares, te recomiéndanos que desarrolles una profunda relación con ellos.
No te conformes con lo que hace —casi— todo el mundo y atrévete a crear personajes en distintos niveles de relación contigo:
Nivel de relación superior al personaje
Eres superior a tus personajes y les manejas como a títeres, porque conoces a la perfección sus pensamientos, sentimientos y reacciones.
Cuando hayamos visto a fondo todos los niveles, comprenderás mejor el sentido de esto. Por el momento, quédate con que necesitas personajes a un nivel inferior a ti en estos casos:
• Crear personajes principales en historias simples y sin muchas pretensiones.
• Crear secundarios cómicos: todos sabemos quiénes son... ¡y a todos nos encantan!
• Crear personajes sin peso en la historia, pero que dan pinceladas de color en pasajes neutros.
• Crear personajes «besugo»: personajes con nula identidad y peso, que sólo aparecen en la historia para revelar una información necesaria.
Te explicamos esto último con un ejemplo práctico: Imagina que estás escribiendo una historia de terror. Se encuentra un cadáver que ha sido despedazado, pero el detective encargado del caso recibe una llamada de la morgue porque algo no encaja. Tiene lugar una escena en la cual el detective habla con el médico forense, que le explica las extrañas circunstancias del crimen. Al parecer no se ha empleado ninguna arma cortante para descuartizar a la víctima. El forense detalla los pormenores de las heridas, especula sobre las posibles armas que se han podido emplear y ofrece una teoría basada en las evidencias científicas y su propia experiencia profesional. Tras esta escena, el forense no vuelve a aparecer nunca más.
¿Te suena? Has visto escenas parecidas en infinidad de películas o lo has leído en muchas novelas. ¡El forense es un personaje «besugo»!
No necesitas desarrollarlo a fondo, ni entrar mucho en su psicología, tan solo investigar lo necesario para que no diga incongruencias. Pero atención, en algunos casos estos tipos de personaje también pueden estar en un nivel superior a ti y veremos por qué en el último apartado.
TRUQUILLO: para no caer en estereotipos, identifica cualidades positivas y defectos en tus personajes y ¡dales la vuelta!
Es decir, convierte su defecto en algo simpático o su virtud en algo grotesco. Es rápido, simple y eficaz.
Con estos personajes no te recomendamos gastar mucha energía ni tiempo en su diseño, pero esfuérzate en otorgarles, al menos, un minuto de gloria en tu relato o novela.