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Después de la juramentación, el dirigente Zigor decidió realizar una fiesta para celebrar el gran hecho de que la caballero Wildmass había sido electa como la caballero oficial del príncipe Andrea. Una gran cantidad de invitaciones fueron enviadas a distintas personalidades importantes del reino, así como también a algunos allegados cercanos de la realeza. La indicación principal de la tarjeta de invitación dictaba que todos aquellos que asistieran debían ir con traje formal, traje de gala. Incluyendo, claro, a la que suponía garantizar a toda costa la seguridad del príncipe: Athenea. A ella sin duda alguna le desagradaba la idea de ir vestida con un vestido exagerado, es decir, técnicamente nunca había vestido uno en su vida, y ciertamente dudaba que tuviera que ponerse uno.

Athenea, además, debería evidentemente acompañar al príncipe en todo momento y a toda hora como su caballero oficial. Tanto era así que ahora le asignarían una habitación al lado de la de Andrea.

—¿Qué le parece este, Su Alteza Real?—Le sugería por décima vez Eider un traje para la fiesta de esta noche: se trataba de un traje de terciopelo rojo, con detalles en seda dorada. Sin duda alguna era digno de un príncipe como lo era Andrea.

Los cabellos ámbar de la pobre ayudante se veían desordenados en un moño apurado. Había pasado los últimos cuarenta minutos buscando un traje adecuado para el príncipe.

—¡Me encanta, es espléndido!—Aclaró Andrea muy convencido, contemplando la pieza de ropa.

—Entonces ya tengo su traje, ahora solo faltaría el de la caballero Wildmass.—Confirmó Eider, observando a Athenea.

—¿El mío?—Confirmó confundida Athenea.

—Así es, no pienso permitir que asistas a la celebración de esta noche con esa armadura tan brusca.—Declaró el príncipe—. Eider, búsquele un atuendo que combine con el mío, por favor.—Ordenó el príncipe a su asistente. Esta asintió fielmente y se puso en marcha. No tardó en encontrar el vestido que hacía juego con el atuendo de Andrea—. Este fue el que encontré, su Alteza Real.—Eider dejó ver un vestido que le llegaba a las pantorrillas a Athenea; era exactamente del mismo material y color, terciopelo de color rojo y detalles dorados en seda. 

—Ese se le verá muy bien, sin duda alguna.—Declaró el príncipe satisfecho.

Aún Athenea no acababa de entender la situación. Tan sólo miraba con inseguridad hacia su alrededor.

—De acuerdo, como siempre lo hacemos, Su Alteza Real y caballero Wildmass, deberán estar aquí una hora antes del evento para prepararlos debidamente.—Informó Eider amablemente pero manteniendo la formalidad entre el príncipe y ella. Acto seguido, Athenea y Andrea se retiraron.

Ambos caminaron por el ancho pasillo para dirigirse a la habitación principal del príncipe. Entraron a la sala y cerraron ambas puertas. Mientras que Andrea se dirigía a su escritorio, Athenea se acomodaba la espada que llevaba la mayor parte del tiempo en la espalda.

—No hablas mucho, ¿eh?—Sugirió Athenea sin el casco de la armadura puesto. Hoy eran uno de esos días en los cuales le requerían a los caballeros vestir su armadura completa. Ella Habló con demasiada informalidad para estarse dirigiendo a un miembro de la realeza.

Aunque era verdad que la caballero respetaba y apreciaba al príncipe, simplemente ser formal en todas ocasiones no era propio de ella. De un momento a otro podría estar hablando con unos modales impecables, y luego, cuando no tenía tanta gente alrededor, mostraba sus verdaderas costumbres al entablar una conversación. A Andrea le impresionó esto.

—Me gustaría que hablara con más formalidad caballero, y para que lo sepa soy una persona muy culta, pero  ¿de qué podría hablar con usted?—Sostuvo el príncipe mientras que acomodaba un montón de papeles que tenía en el escritorio.

—Lo de los modales lo pensaré, pero debo de admitir que tienes un buen punto. Sin embargo, no pienso quedarme callada todos los días que me quedan como caballero oficia del príncipe.—Replicó Athenea en un tono tranquilo.

—Podemos hablar de lo que usted quiera y todo lo que usted quiera más tarde y en el evento, pero ahora estoy ocupado.—Explicó, o más bien, se justificó el príncipe que parecía firmar muchos documentos. Athenea, resignada, tuvo que mantenerse callada por más de dos horas.

En ése lapso de tiempo, la caballero se entretuvo admirando lo ridículamente espaciosa que era a habitación de Andrea: su escritorio se posicionaba en frente de un gran marco de ventana que daba vista hacia el frente del castillo. Dos estantes para libros reposaban en la pared izquierda del cuarto, mientras que su amplia cama se encontraba en la esquina derecha de la habitación. 

Una vez pasado ése período de tiempo, Andrea miró el reloj que había en su habitación: eran las siete en punto.

—Debemos de asistir a la sala de Eider para que nos preparen para la celebración de esta noche. Después de todo, usted eres la invitada de honor.—Dijo el príncipe en un tono amigable, poniéndose de pie.

A Athenea le agradó mucho ese comentario, pero no respondió al mismo. Ambos se dirigieron al sitio mencionado.

Esta Vez Ella es el Caballero y Él es la Princesa (EN RECONSTRUCCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora