CAPÍTULO 0. "Pequeñas promesas"

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24 de Diciembre del 2006.


Cierro los ojos con fuerza, no lloro, no puedo hacerlo. Papá me ha dicho que solo las niñas lloran, porque ellas son débiles. Abro los ojos con cuidado cuando los gritos cesan, la pequeña neblina que cubre mis ojos no me permite ver mucho más allá de unas cuantas siluetas nítidas, cuando los abro por completo noto a mi padre en el sofá con sus manos cubriendo su rostro. Salgo de debajo de las escaleras en donde suelo esconderme cuando mis padres gritan, me acerco con cautela, él me nota. Sus ojos están completamente rojos, pero no logro ver salir ni una lágrima, frunce el ceño y deja caer su brazo a un lado, señalando el lugar vacío del sofá.

—Siéntate Sawyer, tienes que saber que ahora, las cosas serán diferentes —Suspira con pesar—. Tu madre ya no vivirá aquí, se ha ido y no volverá.

—Pero...

¿Cómo que se ha ido mi madre? No entiendo nada, me observa dejándome en claro que no quiere lidiar conmigo ahora.

—Sal a jugar, quiero estar solo y pensar en cómo resolver esta situación.

No replico y obedezco rápidamente, subo a mi cuarto y tomo la chaqueta más abrigadora para después salir corriendo. Coloco el gorrito de lana que conservo desde la muerte de mi abuela, ya que mis orejas se están congelando, camino a paso apresurado hasta el parque en el que se está llevando a cabo la cena de navidad para las personas de escasos recursos. Cuando llego, trato de estar lo más lejos de ellos, me siento en un columpio por al menos dos horas en las que trato de pensar en alguna solución que pueda hacer que mi madre regrese, el reloj de mi muñeca suena anunciando la media noche. A lo lejos puedo escuchar las risas, y las festividades de los que se encuentran en el parque más grande de California.

Limpio rápidamente la pequeña lágrima que resbaló por mi mejilla, no es que sea de esos niños que lloran constantemente, pero aquí, justo aquí, me di el privilegio de soltar un par de lágrimas. Tenía envidia de los niños que lograba ver a los lejos con sus familias, y en especial, con sus madres. Las cuales los abrazaban y besaban mientras les daban un enorme regalo de navidad. No envidaba los regalos, mi padre solía darme incluso, regalos más grandes y costosos. Pero él no podía darme la calidez de un beso en la mejilla, o la protección de un abrazo.

Me sobresalto cuando siento un golpe en mi hombro, rápidamente me giro y frunzo el ceño cuando noto a una niña. Una niña mucho más baja de estatura que yo, con dos trenzas de extenso cabello rojo, me observa con intensos ojos verdes, evaluándome por completo.

—¿Qué quieres?

—Mi madre me mandó a darte esto —Señala el plato con lo que parece pescado y ensalada—. Cree que ningún niño debería estar solo en navidad, y me ha pedido que te diga que vengas a celebrar con nosotros.

—No lo quiero, y no necesito que las personas me tengan lástima. —Me giro de nuevo, dándole la espalda para que deje de molestarme.

—Solo intentamos ser amables...

—¡No necesito de su amabilidad! —Grito y se sobresalta dejando caer el plato.

Ambos observamos el plato de comida esparcido por el suelo, ella levanta la vista hacia mí de manera indignada. Su rostro se torna rojizo, casi como el color de su cabello. Oh no, drama de niñas.

—¡No tienes que gritarme! ¡Solo quería ser buena para que Santa Claus me traiga una linda muñeca! —Llora con fuerza, como si su mundo se hubiera acabado justo ahora.

Se deja caer en el columpio a lado mío mientras continúa llorando desconsoladamente. Pasan unos cuantos minutos cuando por fin deja de sollozar y observa detenidamente sus zapatos.

—Lo siento. —Logro decir tan bajo, que incluso temo que no lo escuche y tenga que repetirlo.

Levanta la vista y me analiza por un largo tiempo, tanto que me llega a incomodar. Suelta un largo bufido, haciendo una mueca.

—¿Cómo te llamas? ¿Crees en Santa Claus?

¿En serio? ¿Ignoró mi disculpa que venía desde lo más profundo de mi ego?

—Me llamo Sawyer, y no. No creo en él.

—Entonces eres un tonto.

—Tú eres la tonta, Sirenita —Rio. Ella arruga su nariz, y sus mejillas se sonrojan.

—Me llamo Bethany, no Sirenita.

—Pues...

—¡Sawyer! —Me levanto de inmediato, notando a mi padre a lo lejos.

La pequeña pelirroja toma mi mano cuando estaba a punto de alejarme corriendo, la observo consternado.

—¿A dónde vas?

—Tengo que irme, mi padre me está buscando.

—Pero...

—Te prometo que te buscaré, ahora me tengo que ir.

—Adiós, Sawyer. Te esperaré en mi patio. —Sonríe.

Asiento rápidamente, ni siquiera tengo la menor idea de donde queda su casa, me despido con la mano y corro hacia mi padre, a lo lejos escucho su pequeña voz y me paro abruptamente a medio camino.

—¡Tengo ocho y un perro gordo! —Sonrío ante su inesperada ocurrencia.

—¡Y yo nueve sin ninguna mascota! —Contesto de vuelta.

Sacudo la cabeza y río hasta llegar a mi padre que rápidamente me da indicaciones de lo que debo hacer en la casa y en el colegio. He hecho una pequeña promesa a Bethany, y me encargaré de cumplírsela.







Como lo prometí, aquí está el primer capítulo de la nueva edición, espero la disfruten y no se desesperen, pronto sabrán de mí. Hasta ese momento, cuídense, nos vemos.

Saluda si eres nuevo

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