capítulo 1- Los dos muchachos

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                       Presente.

-¡Deja de escribir qué ya llegamos!  (¡ZAS…!).

Un manotazo cae directo a mis palabras, y hace que mi puntiaguda estilográfica resbale por las lamas que forman el suelo del navío, perdiéndose por el vasto océano.

Ante mis ojos se aprecia la monumental catedral de San Marcos, dominante e imponente ante cualquier pequeño ser que se pare a observarla. Hipnotizados por su inquietante león dorado.

La popa de la nave choca en un puerto Italiano justo en el momento en que cierro mi caótico diario. Todos los tripulantes corren despavoridos hacia el puente que conecta con suelo Veneciano.

Levanto la cabeza antes de que pueda verme sumido en un gran embrollo flotante mientras observo los barcos cercanos. Tienen nombres de cantantes y escritoras.

“Martha’s boat”, “The Alfred Storm”, “The dream of a children”, “Love story”…

Todos son igual de curiosos e indefinibles.

Mis nervios están a flor de piel, siempre he soñado con ésta ciudad y ahora podía disfrutar al máximo de ella, pienso justo antes de pisar tierra firme.

El cielo es espléndido, no hay ni una sola nube atosigando que pueda predecir el más mínimo indicio de lluvias.

Sin embargo, hay un viento huracanado que nos rodea elevando nuestros abrigos como si fuesen plumas. Me resulta familiar, parece provenir de las playas de Valencia a las que yo iba cuando tan solo era un chiquillo. La verdad es que todos están emocionados.

Incluso a las afueras de Venecia, hay comercio artístico. Tenderetes de máscaras, postales, retratistas extranjeros, trajes, sombreros de copa, sortijas e instrumentos.

Todo me parece fascinante. A lo lejos, vislumbro la figura entrecortada de mi compañero, el cual iba aminorando el paso al verme. Puede que no recordara el pequeño incidente ocurrido momentos antes. Pienso en un insulto adecuado antes de poder asestarle un gran golpe.

-¡Catapum!, ríe.

-¡Hay, qué haces!, grito mientras presiento que el Karma a querido contraatacar a mis pensamientos. Todo ha salido al revés.

-Perdona, ¿Te he hecho daño?, se burla.

-No, respondo al sarcasmo.

-¡Mejor, porque no me pensaba disculpar!, ¡Hahahahaha!

-No solo me intentas romper el hombro, sino que también haces desaparecer mi pluma favorita. Italia te cambia ¿eh?, digo muy dolorido.

-Cuando te he visto a lo lejos sabía con total seguridad que me la ibas a devolver, de modo que te he leído los pensamientos.

-Muy maduro por tu parte.

-¡Mierda qué estamos en Venecia!, ¿No es fantástico? Estoy tan contento que hasta te recompensaré esa pluma.

-No te creo, digo con tono burlesco.

-Tú siempre inmerso en tus pensamientos, la verdad es que me deberías agradecer el que te haya despegado al fin de ese asqueroso instrumento.

-Gracias, supongo.

De pronto, una de las monitoras encargadas de dirigir al grupo nos asalta por la espalda, aprovechando el tono de nuestra conversación.

-¿Y ésas sonrisas tan largas?

Leva una gabardina de cuero rojo con plumas salientes. Su aire pintoresco refleja que se dedica al arte, además tiene los labios pintados en distintas tonalidades de púrpura.

Un sentimiento Veneciano (en proceso)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang