Traición

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Al rozar las nubes con el sol, cantar la fauna libre por el viento y viajar el fresco aroma de las aguas hasta invadir en el personalizado gabinete, en donde reposaba recostado en lo que conocía, era la camilla del capitán, se encontraba Alfred convalecoente. Entonces, como si hasta el momento no hubiera estado despierto, abrió los ojos tanto, que le dolió la cabeza y tuvo que calmarse. Todo le atiborró como un prominente golpe de recuerdos, pensamientos y sentires que lograron provocarle el llanto. Creyendo que se encontraba solo, se permitió liberar todo en un ataque inconsolable de lágrimas, se encontraba tan vulnerable y sensible. Y no había que preguntarse el porqué, pues siendo aún un chiquillo ya había experimentado más de la mitad de lo que sólo las escorias humanas debieran ser merecedoras. Él apenas iniciaba la travesía de la vida, supone que no es buena señal el querer detenerse tan pronto.

--Eres débil—palabras escupidas con el más frío aliento, se irguió en su reposo antes de levantarse—no puedo creer que...

Alfred se puso de pie, sin soportar sobre sus dos piernas más de un segundo. Desplomóse sobre la fría duela, las lágrimas empañando sus ojos no son de gran ayuda. Arthur le mira desde arriba, con un deseo de ir directo a levantarlo y abrazarlo hasta que los brazos se le entumieran. El hecho es que su maldito egoísmo era aún más fuerte, al igual que el terrible sentimiento de traición.

--Levántate—ordena exasperado, pronuncia cada letra como si desde dentro se le clavara una espina en la garganta, como si en su pecho algo se presionara fuerte.

--...no puedo...—eso contestó, sin ningún ánimo de ser prepotente u omitir la realidad, que exactamente esa era—...no puedo—repite, como si así la frase empujara a la anterior para que su interlocutor la captara con más nitidez.

--Entonces ya no me sirves aquí—afirma, tratando de convencerse de que esa es la verdad—cuando toquemos puerto, te venderé—evitando mirarle, cómo si ver a sus cansados ojos debilitara la veracidad de sus palabras—con suerte pagarán algo por ti—avisa al final, saliendo del lugar con un gran azote de puerta.

(...)

Pasadas algunas horas, recluido parcialmente a voluntad en aquel lugar que no lograba más que rememorarle el escenario más pútrido y asqueroso. Incluso manchas de sangre negaban abandonar la superficie del suelo, los muebles, incluso su propia ropa. Casi como si esas aglomeraciones rúbeas quisieran lacar a fondo esos recuerdos en su mente, su cuerpo, su espíritu.

No sabe con certeza si aquellas frívolas palabras llevaban consigo el peso de su cumplimiento, no sabe si es tan seguro que su viaje acabe de la horrible manera que trató evitar por más de diez años. No quiere saber por qué palabras ya escuchadas antes, miradas ya caladas y actos que meses atrás no le hubiesen inmutado, ahora le causan el más doloroso sentimiento que a su edad haya sentido. Ni siquiera el dolor impúdico en su cuerpo se comparaba con ese opresor ánimo que le impedía descansar, lágrimas dolorosas y densas que se atreven a demacrar aún más su pálida tez, arruinando a cada momento ese alegre, inocente y optimista semblante que logró ablandar el corazón más férreo que encontró.

"Yo sé de dónde vienes"

Como una daga, penetró su mente para hacerla omitir su realidad unos segundos. Sería algo muy estúpido creer en una persona cuyas acciones no hicieron más de lastimar, pero si le ofrecía una opción al menos más alentadora que ser vendido a algún un carnicero en potencia, ¿qué importaba si lo engañaba y lo usaba de consorte? Ya no importaba, porque quizá la única persona que creyó tan cercana, que le brindó una oportunidad y logró cavar tan fondo en él, ya no lo necesitaba.

"Si te interesa, ve con Rick y háblale de La Bastilla"

Tal vez cometería un error, pero no importaba. No le causaba daño a nadie más que él, saldría de ese barco tan solo como el día que entró. ¿Qué importancia tenía un crío como el en un barco al mando de un corsario inglés?

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⏰ Última actualización: Jun 28, 2019 ⏰

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