PARTE 1

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Ha llegado un nuevo día y ella se remueve perezosamente en la cama, no siente las mínimas ganas de asistir a esa escuela en la que no se siente nada cómoda.

Escucha golpes en su puerta y antes de que la persona que está detrás pronuncie palabra ya sabe de quién se trata, de la única persona en esa casa que puede preocuparse por ella.

Ana: Niña se te esta haciendo tarde. A levantarse.

Gruñó y se cubrió toda con la sábana.

Dulce: Nana otro ratito por favor. - Gritó desde la cama.

Ana:Nada de eso ya es tarde - Tocó un par de veces más  ¿Puedo seguir?

Sin necesidad de que le respondiera ya su nana la conocía y por esta razón giró la chapa de la puerta e ingresó.

Ana: ¿ Por qué no te has bañado? mira se te va a hacer tarde, tus padres se van a enojar, la niña Luciana ya está desayunando, vamos apúrate. -insistió desesperada.

Dulce: Nana no quiero ir a esa escuela - Bufó-  todos son muy engreídos, además no quiero estar soportando al estúpido de Mateo. -Rodó los ojos y resopló al imaginar a ese chico junto a ella.

Ana: Mi niña en esta escuela también tienes muy buenos amigos que me dices de los jóvenes Anahí, Maite, Alfonso y Cristian, ellos te quieren mucho.

Dulce: Sí nana, tienes razón pero ashh, no tengo salida ¿Cierto?- le habló con una sonrisa triste.

Ana: Eso, sonríe que la vida es mejor con una sonrisa, te espero para desayunar- Sonrío, le tomó la mejilla y salió.

Dulce se levantó, se miró al espejo. Sinceramente no quería salir pero siguió el consejo de su nana y se fue a alistar para el colegio.

Al terminar recogió sus cosas y bajó a desayunar.
Al descender observó la mesa y toda la familia se encontraba reunida, suspiró.

Dulce: Buenos días - saludó y recibió respuesta de parte de todos.

Ricardo: Hola hija, ¿ Cómo estás?

Dulce: Bien-  Tomó asiento.

Su padre parecía tener algo que decirle, no despegaba los ojos de ella.

Ricardo: Ayer hablé con Diego, me dijo que le hiciste un desplante a su hijo Mateo, él solo quiere ser tu amigo y tú lo trataste mal, ¿por qué hiciste eso? -Parecía bastante calmado, pero todos en el lugar sabían que eso no duraría mucho.

Ella cerró los ojos y suspiró profundo, en el fondo guardaba la esperanza de que Mateo no fuera de soplón.

Dulce: Porque no me gusta como es.

Ricardo: Sé más específica

Dulce: Papá por favor. -pidió. Sabía que si continuaba todo iba a ser peor.

Ricardo: Sé más específica Dulce, no quiero volver a repetirlo.

Ella, con la mirada buscó ayuda en sus familiares sentados en esa mesa y bufó cuando se dió cuenta que estaba sola. Ninguno de los allí presentes iban a levantar un dedo por ella, ni siquiera su madre quien le tenía terror a su padre. Así que decidió responder resignada.

Dulce: Es que le gusta humillar a la gente. Me invitó un helado y yo acepté, cuando llegamos el pidió un helado de vainilla con salsa de chocolate, el mesero se equivocó y en vez de salsa de chocolate le puso salsa de arequipe. Se enojó muchísimo por esa tontería y le tiró el helado en la cabeza, humillándolo y diciéndole que era un inútil y estúpido, yo le dije que no lo tratara así, se enojo porque según él yo prefería al mesero por defenderlo y empezó a decirme de cosas, me puse furiosa, le di una bofetada y me marché. Eso fue todo lo que ocurrió.

Ricardo: ¿Cómo te atreviste a hacer eso? Es el hijo de uno de mis socios más importante y además, si el muchacho reaccionó así era porque ese mesero se lo merecía, es un idiota ya que no sabe hacer bien su trabajo.

Por esta razón prefería a veces quedarse sola en su habitación que estar escuchando a su papá con los sermones sobre las categorías sociales y lo estúpida que es la gente que no es él y su círculo.

Dulce: Pues a mí no me gusta y no estoy de acuerdo en su manera de reaccionar y de ser. Además, por eso no quería decirte nada porque ya sé cómo piensas, eres igual que él -  Respiró agitada y apretando el tenedor que sostenía en sus manos. Sabía que no era bueno discutir con su padre, pero le era difícil cuando no estaba de acuerdo en algo.

La tensión aumentó, pues a Ricardo no le hacia mucha gracia que le reprocharan. Alma, la madre de Dul quiso intervenir, pero Ricardo le hizo un gesto para que no se metiera e intervino él.

Ricardo: No quiero discutir más contigo. Quiero que le ofrezcas disculpas a Mateo y es mi última palabra. No estoy dispuesto a recibir ni una queja más tuya. Ya me tienes harto, siempre es lo mismo contigo. Estoy cansado de ti -entre más hablaba más subía el tono de voz y su expresión autoritaria- siempre reproche tras reproche, todo para ti está mal y nada te gusta nunca. Entiende de una vez por todas que hay lugares y categorías. No puedes comparar a un mesero con alguien tan importante como el hijo de un socio mío. Así que ya sabes lo que tienes que hacer y hoy mismo.

Los latidos del corazón de ella era más fuertes cada vez que escuchaba una palabra de su padre. Sentía muchas ganas de llorar, pero de rabia y desilución por tener que hacer algo que le parecía injusto. Pasó saliva aclarando el nudo de su garganta para responderle a su padre.

Dulce: Está bien. -mencionó con más tristeza de la que prefería. Como no quería estar allí se levantó de la silla sin probar mucho el desayuno- Me voy porque ya no tengo hambre.

Ricardo: Como tú quieras, pero ya sabes lo que tienes que hacer.

Ella ignoró a su padre y se dirigió a su hermana Luciana.

Dulce: Vienes conmigo o te quedas aquí?

No esperó respuesta de esta ni se despidió de nadie, solo caminó hacia la salida de esa casa en la que no deseaba estar más.

Quédate © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora