Capitulo 1

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«Parecía ayer cuando era un crio y esperaba con ansias mirando por la ventana cada noche que mi padre regresará a casa.» pensé.

Antes de la guerra vivía en una pequeña provincia llamada Qbec en una casita de dos pisos con techo y paredes de madera de pino canadiense construida luego de la Primera Guerra Mundial, era rústica y lo suficientemente acogedora para que en ella viviera una típica familia canadiense, mi padre William, mi madre Abigail y yo.

Mi padre era un hombre de admirar nunca bebio, nunca fumó y nunca se acostó con ninguna mujerzuela, era un padre cariñoso, paciente y que amaba a su familia. Todos los días se rompía el lomo trabajando de sol a sol en las calles de Qbec vendiendo telescopios Cassegrain a cualquier otro loco fascinado con el cosmos por unos cuantos centavos y al llegar el ocaso siempre regresaba con una gran sonrisa y un beso a mi madre, lo que no sucedía siempre es que llegará con una cantidad considerable de centavos para una cena decente, a veces simplemente cenamos con un par de latas de atun y un vaso de agua. Sobrevivimos durante años de esa manera, fue difícil pero nos amabamos éramos felices o hasta cuando mi padre se vio obligado a alistarse al ejército, mi madre estaba en cinta y todos sabíamos que mi padre no era un hombre hecho para la guerra.

Recuerdo la  noche en que se lo llevaron.
—Abigail, te amo. —dijo mi padre en un suspiro y luego beso a mi madre apasionadamente. El temor en sus ojos era evidente, no estaba preparado para este mundo.
—Michael, cuida de tu madre mientras no este. Te prometo que volveré cuando tu hermanito haya nacido. —me beso la frente y luego nos dio un abrazo a mi y a mi madre.
Después un par de soldados con fusiles Sprinfield Mod 1903 nos apartaron de mi padre con un pequeño empujón y lo subieron al camión de reclutas, mi padre era el único cincuentón entre la multitud de jóvenes llenos de energía y vitalidad, eso nos lleno de preocupación pero impotentes observamos como el camión aceleró y se perdió en el horizonte.

Una semana despues a eso de las 7:00 de la maman mientras mi madre preparaba el desayuno y yo estaba jugando en la sala con un carrito de madera, la muerte tocó a la puerta entonces mi madre quito el pestillo tomó el pomo y abrió la puerta lentamente y justo cuando vio dos soldados parados en el umbral de la puerta les cerró en la cara y entonces su espalda se deslizó por la madera hasta el piso donde se hecho a llorar inconsolablemente. En ese momento entendí, mi padre había muerto...

Pasaron los meses en donde nos vimos obligados a mudarnos a una casa muy vieja con tan sólo un piso y con una fachada de piedra, interiormente no estaba muy bien amueblada era oscura y todos los días se llenaba de polvo. Mi madre tuvo que buscarse un trabajo en una sastreria donde le pagaban una miseria, no era ni la mitad de lo que traía a casa mi padre pero milagrosamente le alcanzaba para lo básico.

Hubo una época donde el estrés acumulado estuvo a punto de hacerle perder el bebe a mi madre. Mi madre estaba recostada en la cama.
—Basta, no trabajarás más. —le dije a mi madre un poco furioso mientras me sentaba a un lado de la cama.
—Michael, alguien tiene que alimentar estas dos bocas y pronto serán tres. Además tengo que comprar provisiones el invierno se avecina. —dijo casi con sus últimos suspiros con su rostro lleno de ojeras y con sus primeras canas saliendo disparadas hacia todas las direcciones como pararrayos.
—No mamá, estas mal y pronto nacerá el bebe, tienes que descansar. Estoy seguro que un chaval como yo puede encontrar muchos trabajos aquí en Qbec. —le dije acaraciando su panza de 7 meses.
—Michael eres un hijo maravilloso pero el mundo está lleno de peligros y si te llega a pasar algo no se que sería de mi. — me dijo en un sollozo.
—Mamá ya estoy grande tengo 16 años y estoy a punto de cumplir los 17, no me puedo quedar parado viendo como pierdes al bebe y como nos morimos de hambre. Mañana al amanecer saldre a buscar un trabajo. —le dije con determinación.
—Prometeme que no te meteras en problemas Michael. —me dijo.
—Te lo prometo mamá. —le dije mientras sonreía.—Buenas noches mamá, descansa y mejórate. Nos vemos mañana en la noche, te quiero. —le dije inclinandome para darle un beso en la frente y luego apagando la lámpara de queroseno.

Al día siguiente recuerdo despertar por un pequeño haz de luz que se filtro por la ventana, luego preparar mi desayuno y el de mi madre. Despues me puse mis botas, un pantalón, una camisa con tirantes y luego tome el único gavan de mi padre, era un hombre de 1,68 y de espalda pequeña así que el gavan me quedaba a la perfección. Tome unos cuantos centavos y salí en busca de un trabajo.

Qbec era una provincia muy pequeña y su economía se basaba en la caza de siervos, conejos y osos negros. Conocía historias que me contaba mi padre sobre un veterano de guerra que vivía en una cabaña a las afueras de la provincia en medio del bosque y que ahora vendía armas a cualquiera que tuviera dinero entonces tome rumbo hacia el bosque suplicando no perderme y terminar como esos borrachos que son encontrados congelados una semana después.

—Buen día señor, necesito un fusil de caza. —le dije respetuosamente al anciano que esperaba en una silla de madera en el umbral de su cabaña.
—Vete de aquí puto indio. —me dijo con un tono agresivo apuntandome con su botella de Jim Beam como si fuera una pistola.
—Calma, tengo dinero. —dije mientras sacaba una bolsita con centavos de mi gavan y se la mostraba al veterano o más bien al paleto borracho que me apuntaba con una botella.
—Claro imbécil, hubieras empezado por ahí. —dijo soltando una carcajada como si derrepente los efectos del alcohol hubieran desaparecido.
Se metió en su cabaña y tras unos 5 minutos apareció con un fusil de cerrojo en sus arrugadas manos.
—Quiero todo lo que hay en esa bolsa y es todo tuyo niño. —me dijo como si fuera un regateador de toda la vida.
—Estas loco anciano, es todo lo que me queda seguro encuentro una mejor oferta. —dije guardando de nuevo la bolsa en mi gavan y dando media vuelta.

Entonces mientras mis botas crujian contra el piso de vuelta a Qbec un disparó recorrió todo el aire causando un gran alboroto a pesar de la soledad del bosque. Mi única reacción fue tumbarme al piso y cubrir mi cabeza con los brazos.
—¡Basta! ¡Basta! ¡Me rindo! ¡Toma todo lo que tengo!—grite aterrado mientras temblaba en el piso.
—Sargento Walter Johnson de la infantería primera de Canadá para ti niño, si quieres sobrevivir a esta guerra debes aprender a manejar un fusil y evitar que te disparen en las pelotas. Dame lo que tienes en esa bolsa y te enseñare a manejar este bebe y para cuando vuelvas a Qbec tendrás un gran par pieles en tus manos y podras recuperar todo lo invertido. —espetó con frialdad y mirándome a los ojos.
Simplemente asenti lleno aún de pánico. —Vamos niño tienes mucho que aprender. —dijo mientras pasaba a mi lado con el fusil y se dirigía a una cascada cercana.
Fue como si el anciano borracho que me había apuntado con una botella hace unos minutos hubiera desparecido y en su lugar apareciera el veterano que solía ser hace unos años.

« Basta un abrir y cerrar de ojos para hacer de un hombre pacífico una máquina de matar.» Pensé, estando aún en el piso y mirando boquiabierto hacia el cielo como el disparo de hace un momento había impactado en un pájaro destrozandolo por completo y dejando caer unas cuantas de sus plumas negras a mi alrededor.




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⏰ Última actualización: Jul 21, 2017 ⏰

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