Siguió a Odín a través del bosque, viéndolo tomar direcciones que para ella parecían al azar. No tenía idea de cómo, supuestamente, él podía orientarse allí. Cuando salieron a un sendero, tuvo que callarse la boca mentalmente durante unos minutos, hasta que se dijo que era una mera casualidad, no más.

Caminó detrás de él haciendo gloria de su lentitud, más que nada para cuidar sus pies, tanto que Odín se paró en medio del camino, con las manos en las caderas y le dirigió una larga repasada.

—No pienso cargarte, así que mueve el trasero.

—No puedo ir más rápido —contestó Calipso, dándole alcance sin siquiera aumentar la velocidad—. Tengo miedo de herirme los pies. ¿Y tienes idea de lo cansada que estoy? Pero... ¿qué sabes tú siquiera de mi resistencia?

—Puedes volver en cuanto lo desees —sonrió él, extendiendo un brazo teatralmente.

—No pienso volver.

—Entonces no te quejes.

—No lo he hecho.

Odín arqueó las cejas, dándose cuenta de su propia derrota, pero ella estaba tan poco dispuesta a seguir su juego que pasó de él.

—Solo... Por favor, dime que encontraremos un lugar donde pasar una noche entera en paz —suplicó ella, cuando el que comenzó a caminar detrás fue el joven.

—Lo encontraremos, tal vez no hoy... tal vez no mañana.

Su tono era tan feliz, que sonaba casi hiriente. ¿Cómo podía disfrutar de su frustración? Calipso se detuvo y le dirigió una mirada cansina.

—Estás jugando conmigo —dijo.

—¿Qué sabes tú de mis juegos? —replicó él, continuando hacia delante.

Bien, perfecto, tendría que invocarse a sí misma para pedir paz. Lo siguió, sin siquiera abrir la boca para quejarse. Si veía el lado bueno, al menos había desayunado algo caliente gracias a Odín y eso valía mucho. También valía que él estaba cumpliendo su trato y salvo esos momentos insoportables, se portaba muy bien.

Al crecer el sendero, se animó. Usó su felicidad para caminar un poco más deprisa y logró ponerse a su lado otra vez, olvidando los chistes.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo. Odín asintió—. ¿A quién le venderás mi collar?

—A un hombre que pagará mucho —resumió él.

—¿Te lo encargó?

—Oh, sí. Me dijo —Tosió un poco, para poner más ronca la voz—: "Ve al castillo en la costa y quítale el collar a la mujer que duerma en la mejor habitación" —gruñó, endureciendo la voz—. Vaya que el estúpido collar de Calipso vale dinero.

Ella se cruzó de brazos.

—Oye, sabías que era yo.

—Sí, claro que sí —admitió él, sonriendo brevemente—. ¿Crees que no estudié el palacio, los horarios, los movimientos? Todo el mundo sabe que en Temple, en Liuberry, vive la diosa del agua. Terranova lo sabe, Dosonia lo sabe. A decir verdad, deberías agradecerme que te haya sacado de allí, porque si las cosas entre Dosonia y Terranova se ponen más feas, tendrás al rey Melenao golpeando tu puerta para pedirte que intervengas.

Calipso frunció el ceño. Se detuvo durante un insntante y luego tuvo que correr para alcanzarlo.

—¿Terranova y Dosonia tienen conflictos?

—Oh, sí, su Santidad. ¿No lo sabía? ¿No se lo dijeron los monjes? Hay un conflicto de límites en el sur. Como Liuberry está rodeada por Terranova, no me extrañaría que el rey no considerara ir por ti. También podrían pensar que alguien de Dosonia te secuestró para que pelees por ellos, en cambio.

Destinos de Agharta 1, CalipsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora