tristeza

526 87 11
                                    

Él se da cuenta. Siempre se da cuenta. No sabe si odiar ese rasgo de él o... dar gracias de que esté ahí.

Los días a veces se hacen largos, se estiran como la goma y rechinan. Y eso a Akaashi le resulta un peso en los hombros que le hacen sentirse como si estuviese a punto de difuminarse. Y Bokuto se da cuenta. Se da cuenta porque ve la parte fría de Akaashi que de verdad te hiela, la que puede llegar a hacerte daño. Pero no actúa hasta que Keiji acaba por contárselo, y eso, tarde o temprano, ocurre.

Vuelven a casa en el metro y Akaashi pide perdón. A pesar de que aquella escena se haya repetido cientos de veces, Bokuto suele perderse en sus palabras, o su tono de voz.

—Lo siento tanto —susurró. Ahí, entonces, Bokuto comprendió de qué hablaba Keiji.

Se giró hacia él. Los ojos de color negro, más cálidos que fríos, le evitaban, con una expresión de infinita culpabilidad. Koutaro suele perderse en el silencio, pero nunca deja que eso sea una excusa para no besarle. Los labios de Akaashi son suaves como siempre, apesar de las frías palabras que le había dedicado aquella tarde, donde escasearon los besos. Bokuto acomodó su mano entre los rizos de Keiji, juntando sus frentes.

—¿Por cuál razón pides perdón?

—Por tratarte de esta manera tan dolorosa.

Bokuto acarició su mejilla y él cerró los ojos, sintiendo las punzadas en su corazón. Las punzadas de culpabilidad que llegaban a él en noches como aquella, donde añoraba el cariño de Koutaro. El mayor siempre se alejaba para darle su espacio, algo que Akaashi agradecía hasta que la distancia se volvía dolorosa y sólo podía romper a llorar frente a él.

—Akaashi... —susurró—. Keiji, ¿qué es lo que ha pasado?

El menor dejó escapar un suspiro suave, uno que indicaba que apenas respiraba. Llevó su rostro a su hombro y Bokuto besó su cabeza, expectante. La frialdad de Keiji siempre tenía una razón detrás, algo que en ciertas ocasiones escapaba de lo comprensible. Pero a él, a Akaashi, le resultaba doloroso. Agobiante, asfixiante, con la sensación de querer desaparecer algún tiempo. Siempre había una razón.

—No lo sé —musitó—. Me he sentido vacío. Quizás perdido.

Bokuto se separó un poco de él, agarró su barbilla y le hizo mirarle. Le besó de nuevo, y sin apenas despegarse de él, susurró:

—Te amo.

Akaashi abrió los ojos y Bokuto sintió un enorme alivio al ver que sus ojos brillaban.

—¡Lo siento tanto, Koutaro! —sollozó, dejando un par de lágrimas escapar. No hizo ademán de abrazarle, porque sabía que a Bokuto le molestaba que se escondiese. El mayor fue quien pasó sus brazos por su cintura y le acercó más a él. Sus frentes juntas, sus respiraciones mezclándose. La familiaridad que aquello le proporcionó a Keiji le hizo suspirar de alivio.

—Escúchame, Akaashi – dijo en voz alta, agradeciendo que nadie más estuviese ahí—: te amo. Y unas frases cortantes (lo que tú consideras cortante), no es nada comparado con lo feliz que me haces sentir.

Entiéndelo.

kou y keijiWhere stories live. Discover now