museo

823 107 18
                                    

Hace un tiempo desde que te encontré, en una fiesta. Aunque no te gustan las fiestas, y puede que a mí tampoco desde que te conocí. Preferías quedarte estudiando, o leyendo. Y entonces yo irrumpía en tu casa, sólo para que los viernes fuesen días especiales.

Al principio sólo me dejabas sentarme en el sillón de tu salón, mientras tú te sentabas en el suelo. Acabé dibujando esa sonrisa que tanto me gusta con tan sólo palabras y, algún día, comenzaste a dejarme rodear tu cadera con mis brazos. Besaba tu cuello mientras leías, lo que acababa desconcentrándote. Un día (algún día...), acaricié tus manos y cerré tu libro, dejándolo sobre la mesa.

Te tumbaba con suavidad y me situaba entre tus piernas, besando tu cuello. Solías quejarte, hasta que aprendiste que yo ignoraba tus demandas y tan sólo te quedabas callado. Comenzabas a suspirar, un sonido delicioso que intentaba capturar de tus labios (inútilmente). Había algo especial en ti, Keiji. Algo que quería atesorar. No sabía si era tu cuerpo, tu sumisión, tus suspiros o tu silencio. Me gustaba acariciarte más que cualquier otra cosa, y me gustaba ver tu mirada sobre mi pecho (tú, intentando descifrarme y sorprendiéndote de lo sencillo que soy ante ti).

Y es así como ahora estoy en tu cama, con tu cuerpo cubierto entre sábanas blancas y pulcras. Recorrí tu superfice desde tu cadera hasta tus clavículas con mis manos, con suavidad. Estábamos sin aliento.

Buscando mi cuadro favorito en un museo de arte, te encontré a ti.

kou y keijiWhere stories live. Discover now