Capítulo único.

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Érase una vez, en un reino muy, muy lejano, un príncipe, hijo único del actual Rey y heredero al trono de aquel susodicho reino, llamado Asgard.

De cabellos rubios como si de hilos de oro se tratase, ojos azules, brillantes y llenos de vida, como si fuesen zafiros, además de poseer un cuerpo ligeramente musculoso, que iba a juego con su tono de piel morena. Sin duda era un muy, muy atractivo príncipe.

Y este jóven príncipe, este futuro rey, estaba enamorado.

Pero muy distinto a lo que todos creían, no se trataba de alguna jovencita, o si quiera, de una persona en particular.

Lo suyo iba un poco...más allá.

Él, estaba enamorado de la Luna.

Cada noche, sin falta, en la soledad de su amplia alcoba, con las ventanas del balcón abiertas de par en par, se asomaba por este, y admiraba a la Luna brillar en el cielo nocturno, con las estrellas haciéndole compañía.

La admirada, la adoraba.

La amaba íntimamente. En secreto.

Un amor silencioso, que solo se transmitía con una mirada. Sin bases, de no ser por todo lo que había estado leyendo acerca de la Luna y sus leyendas en la amplia biblioteca de su palacio. Ojos zafiro, siendo bañados por la tenue luz emanada de aquel hermoso astro. Presenciar la belleza de la Luna, eso era a lo que se dedicaba cada noche.

A adorar su resplandor, a amarla con todo su ser.

En una ocasión, el príncipe imagino a la Luna. La imagino, como si esta fuera una persona. Cómo si estuviera a su alcance.

En su mente, sin importar que fuese un hombre o una mujer, era un ser de tez blanquecina, casi pálida. Poseía cabellos tan, tan oscuros como la noche misma, y sus ojos, entre verde y gris, brillaban con intensidad, como si en esas mismas orbes estuviesen ocultas las propias estrellas.

Aquella imagen fue retenida por el muchacho, guardada con recelo en su memoria, como si solo el tuviese el derecho a contemplar aquella visión dentro de sus pensamientos.

El príncipe suspiro, y se recostó sobre el frío suelo del balcón. Aún con el pensamiento aquel ser rondando por su mente, como si ya no tuviese otra cosa en qué pensar, más que en ello.

Una nueva convicción nació.

No sería de sencillo, pero lo deseaba con todas sus fuerzas. Y ese deseo, ese anhelo era más que suficiente para mover al chico.

Y una noche, decidido, le pidió a los Dioses un deseo.

"Por favor, que la Luna sea humana, y viva bajo mi lecho"-.
Rogó el joven príncipe, postrado ante la nada misma, pero consciente de que había sido escuchado.

La respuesta no fue inmediata, y esto causó mucha ansiedad en el muchacho. Los Dioses, luego de deliberar el asunto por un rato, tomaron una decisión.

"Dejaremos que la Luna baje a la tierra y viva a tu lado, con la condición de que, si le haces llorar al menos una vez, volverá a nosotros, y jamás podrás volver a contemplarla."-

El príncipe no podía estar más feliz en aquel momento. Amaba tanto a aquel ser, que solo imaginarle derramando alguna lágrima le destrozaba el corazón. Si algún día lloraba por su causa, no se lo perdonaría a sí mismo nunca.

Por eso, no permitiría que lo que más amaba en el mundo llorara, a no ser que esas lágrimas fuesen de felicidad.

Acepto aquella condición, sin chistar.

Apenas pudo parpadear un par de veces, cuando se percató de que en el cielo se formaba un gran destello de luz. Miro atento el suceso, con esas orbes azules bañadas por el hermoso brillo que provenía del destello, hasta que lentamente está llegó hasta el suelo de su balcón, y así como había llegado, se esfumó.

No daba crédito a lo que veía.

De toda aquella hermosa luz lunar, se formó una silueta, la silueta de un joven.

Su cuerpo era delgado y esbelto, con piernas largas como de ninfa. Era simplemente hermoso.

Luego, pudo notar su piel pálida, tan pálida que por un momento temió que el hermoso muchacho se desmayase.

Después, se hicieron notar aquellos preciosos ojos esmeralda, tan brillantes, que parecían ocultar las estrellas mismas. Justo como el lo había imaginado.

Por último, pudo admirar su cabello. De un profundo color negro, como la noche misma, que caía hacia atrás hasta llegar a sus hombros.

"Simplemente hermoso". Pensó el príncipe, sin apartar su mirada del divino ser a solo pasos de él.

Entonces, la divinidad lo miró a los ojos.

Y cuando ocurrió la conexión, esmeralda y zafiro, los corazones de ambos dieron un gran vuelco dentro de sus pechos.

Tanto el príncipe, como el joven se sorprendieron, y como si fuese un impulso, fueron acortando la distancia entre ambos a pasos lentos, pasos largos y taimados. Hasta que, como si estuviesen anhelando que eso sucediera, quedaron chocando nariz con nariz. Sintiendo sus respiraciones fusionarse y sin apartar la vista de los ojos contrarios. Con sus corazones latiendo rápidamente, y un nudo formándose en la garganta de ambos.

Hasta que uno de ellos, se digno a romper el silencio en medio de la muy corta distancia entre ambos.

"¿Cuál...Cuál es tu nombre?"-
Fue el príncipe quien tomo la palabra, tratando de controlar sus manos ansiosas por tocar la piel ajena. Después de todo, no haría nada que el otro no quisiera.

Miro como el pelinegro abría su boca para hablar.
Respiró profundamente, y con un hilillo de voz, un poco entrecortada, se escuchó una palabra, o más bien, un nombre.

"Lo-...Loki."- Fue lo que salió de sus boca. Una corta palabra, pero con un enorme significado para el otro, acompañado de una voz que a oídos del príncipe, fue dulce.

"Loki..."- El rubio príncipe volvió a pronunciar aquel nombre, como si lo saboreara, como si una sensación de éxtasis se apoderara de el mientras fórmulaba esa palabra. Lentamente, llevo sus manos hasta el rostro de Loki, posandolas suavemente sobre sus mejillas, acariciándole con tanta delicadeza, como si tuviese miedo de romperlo.

"Yo...yo me llamo Thor, Loki."-

"Thor..."-

Ese tono de voz con el que acababa de pronunciar su nombre, tan suave, tan dulce. Thor sintió la sangre subir hasta sus mejillas, y quedarse allí, sintiendo un agradable calor en todo su rostro colorado. Loki observaba con curiosidad aquello, ladeando la cabeza de un lado a otro, mientras acercaba lentamente sus manos hasta el rostro del chico, quien no había dejado de sostener la cara del contrario en ningún momento. Con las yemas de los dedos, el pelinegro rozó las mejillas de Thor, sintiendo el calor del otro, y al mismo tiempo, percatándose de como su propia cara empezaba a ser invadida por un calor al que no le hallaba lógica, pues nunca había sentido nada parecido. Nunca había sentido nada, en realidad.

Una pequeña sonrisa adorno su rostro, y el príncipe se sentía a morir. Deseaba que si, en ese preciso instante solo estaba soñando, no despertara jamás, pues tenía todo lo que siempre había querido allí, frente a él, y solo eso había querido desde que empezó aquella fascinación, desde qué pasó al amor, y del amor quizás, a la obsesión.

Se prometió also a sí mismo, y al divino ser frente suyo también. Su voz interior lo aclamaba, tenía que hacerlo.

Debía protegerlo, sin importar que.


The end.



N: Algún día dejare de ser tan flojo y escribiré mas que un simple oneshot, lo prometo. (?

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2017 ⏰

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El Príncipe y La Luna. [Thorki AU - ONESHOT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora