—Solo está un poco... encallada. Estoy a punto... de... abrirla. 

    —Me cago en la puta.

    —Lo tengo... Casi lo tengo, espera...

    Pero toda la fuerza de Ben no era suficiente para abrir aquella peonza. Tras un par de minutos, Cameron se la acabó quitando de las manos y aunque intentó desenroscar la pieza de madera de todas las maneras posibles, tampoco consiguió nada. Me la pasó refunfuñando. Yo tampoco fui capaz de abrirla.

    El chico se echó hacia atrás en el sillón y suspiró de forma pesada.

    —Tenemos marihuana ahí dentro y no podemos sacarla. ¡Maldita sea, Ben!

    —¡No es culpa mía! —se defendió el aludido—. Y, además, siempre soy yo quien trae las cosas. Deberíais darme las gracias.

    —¿Has escuchado eso, Jack? ¿Has visto cómo nos habla ahora? El pequeño se está volviendo todo un rebelde.

    Pero la verdad es que Ben ya no era pequeño. La inocencia se estaba borrando poco a poco de su rostro, con el paso de los meses; ahora sus facciones eran más marcadas y su nariz más grande. Se estaba dejando el pelo largo aunque rapado por los lados para poder recogerse la parte de arriba cuando le creciera un poco más. Yo sabía que aquella coleta no llegaría hasta el final del verano: los chicos y yo nos encargaríamos de cortársela, quisiera o no.

    También miré a Cameron. Era más alto que yo, aunque tampoco demasiado. Se había quedado muy delgado, y era demasiado obvio por qué. Yo también estaba perdiendo peso. Ahora vestía ropa holgada, camisetas de baloncesto que le quedaban demasiado grandes, pantalones de algodón que dejaban a la vista los colores tan llamativos de su ropa interior. Su pelo, moreno, también era más largo por la parte de arriba, y por ese mismo motivo las puntas se rizaban en tirabuzones que caían sobre su blanca frente, hacia sus pobladas cejas negras.

    Todos estábamos cambiando. Me paré a pensar en los demás por un momento, pero no era capaz de imaginar cómo se verían ahora.

    —De todos modos, no deberías decir esas cosas —siguió hablando Cameron. A diferencia de mí, era una de esas personas que no pueden mantener la boca cerrada por más de un minuto—. Nosotros también hemos intentado traer marihuana. ¿Verdad, Jack?

    Deseé que por primera vez en su corta vida, hubiera cerrado el pico.

    Ben se giró para mirarme con los ojos muy abiertos. Siempre había sentido una gran admiración por mí, solo Dios sabe por qué. En el Komando habían chicos geniales, pero la gran mayoría me había elegido a mí. Ellos me querían a mí.

    —¿Qué es lo que habéis hecho? —preguntó el niño con enorme entusiasmo. Algunas cosas no cambiaban.

    —Nada importante, Ben —me apresuré en responder.

    —¡Oh, vamos! Sabéis que nunca cuento nada.

    —Pero es que no hemos hecho nada, de verdad...

    —Agárrate, renacuajo, porque vienen curvas —intervino Cameron, que se echó hacia delante y se arremangó unas mangas que su camiseta no tenía. 

Blackjack [#2]Where stories live. Discover now