Capítulo 11 - Amándonos hasta el amanecer

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- Me las pagarás, ya verás. - y le sonreí haciendo que el dejara de reir por completo. Sabía cuando decía eso y sonreía, algo malo le esperaba.

- Está bien, está bien. ¡Perdoneme, mi bella dama! - dijo de rodillas y haciendo que estallara en una carcajada para que poco después el también me acompañara.

Me informó que hoy no vendrían ni Claudia ni David y seguimos pasando un buen rato juntos. La verdad es que lo pasaba muy bien con ese chico, y sin duda, lo quería muchísimo. 

Después de dos horas de ver películas, comer palomitas y hablar de todas sus conquistas, me atreví a preguntar por aquella chica, Lucía.

- ¿Qué tienes con Lucía?

- Nada. Era puro sexo. Ella me llamaba y yo simplemente la pasaba bien con ella. - dijo sin darle importancia.

- Marcos, tengo un poco de miedo... - dije timidamente sin mirarlo a los ojos.

- ¿Por qué, pequeña?

- No sé, cuando dijo que se la pagaríamos, vi mucho odio y mucho rencor en sus ojos, me asustó... ¿Tú sabes algo de eso?

- Hari... - suspiró - Yo... sólo recuerdo que una vez, mientras lo haciamos, chilló un nombre.

- ¿Y qué pasa con eso? - dije confusa. 

- Que... ese nombre era Sergio. No le di importancia la primera vez, pero lo dijo más de una vez, y me atreví a preguntarle. Me dijo que era una persona muy importante en su vida, que le volvía loca, y que algún día sería de ella sola. No le importa quien esté en medio, logrará lo que quiere, y tiene que quitar del medio a quien sea, lo hará....

- Sergio... - susurré tragando saliva - Es por eso que me tiene tanto odio...

- A lo mejor no es él. - me dijo intentando tranquilizarme.

- Quizás, pero hablaré con Sergio. 

- De todas maneras, ten cuidado bebé. Cuidate, aun que para eso estoy yo. - y me sonrió abrazandome.

Estubimos más rato juntos, y después se fue. Entre palabras y risas se nos había ido el tiempo y yo tenía que prepararme porque pronto vendría a buscarme Sergio. Estaba decidida, hoy le sacaría el tema de su "hermanita" y más le vale que me diga la verdad.

***

A las 8 en punto estaba Sergio tocando la puerta de mi casa. Ya estaba arreglada, busqué mi bolso y fue directa a abrirle. 

Estaba hermoso. Le fui a dar un beso en la mejilla, pero me viró la cara e hizo que se lo diera en los labios. Empezó suave y despacio, para terminar en un beso salvaje y cargado de deseo, saciandonos el uno del otro. 

Cogidos de la mano fuimos hasta la moto, nos pusimos el casco y salimos a quien sabe donde. «Es un secreto» me susurró en el oído cuando le pregunté a donde me llevaba. 

Fui observando el paisaje mientras el cálido aire me daba en la cara. Iba abrazada de él, más que por seguridad, era por sentir su cuerpo junto al mío. Abrazarlo tan fuerte que supiera que era real, que lo tenía ahí conmigo de nuevo, que estaba ahí y no lo dejaría marchar. 

Llegamos a un restaurante precioso, que tenía una terraza dando al mar, con unas vistas más maravillosas de lo que pudiera imaginar. Comimos con esa preciosa vista, con la luz de la luna alumbrandonos, unas velas, entre besos, miradas, sonrisas y muchas risas. Estaba siendo una noche perfecta, como era siempre que estaba con él y yo estaba disfrutando bastante.

Después de la velada, decidimos ir a tomarnos una copa cerca de allí. La verdad es que a mi se me subieron rápido, pero sabía que hacía, pero no tanto lo que decía, asi que sin pensarlo, lo solté.

Afortunada CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora