– ¡FROOOOY! – Gritó Quagga, el ágil ignio saltó y se impulsó con las llamas hasta llegar cerca de su compañero.

– ¿Ves esa muralla de bastardos? – dijo el hombre mientras lanzaba otra concentración de rayos.

– ¡SI! ¡HAGAMOSLO! –

Los dos sacaron sus encendedores miraron a los guerreros que los seguían a duras penas por la ventolada, y dieron la señal de ataque. Tocaron el cuerno de guerra que enviaba el mensaje de batalla a los pelotones que los seguían, expandiendo la orden a unos treinta mil guerreros que avanzaban con la misma causa.

Quagga lanzó una marejada de llamas a la primera línea de defensa de los Ventrios, quemándolos entre gritos desgarradores y gritos de batalla. Mientras avanzaba, con sus manos destrozo a un enemigo que le iba a atacar en su derecha, y un guerrero lo salvo de un estoque por la retaguardia. Froy velozmente avanzaba entre las filas de enemigos con sus espadas de fuego, los Ventrios elevaban a los guerreros por los aires y los hacían caer al suelo violentamente de cabeza. Quagga mató a uno enterrándole los dedos en llamas en el estomago.

Se escucharon gritos de desesperación en la retaguardia, el tornado ya estaba sobre los guerreros que avanzaban por las costas de Haoma. Quagga pudo divisar entre las tropas enemigas a los Ventrios que causaban el tornado, apunto en dirección a ellos y dio la orden de ataque. Por cada dos pasos que daba, un enemigo moría, y un aliado volaba por los aires, los Ventrios estaban defendiendo a toda costa su única forma de mermar el ataque de los Danhairo.

Quagga miró a un lado y pudo ver a su amigo Froy rodeado de Ventrios, estaban con sus manos extendidas hacia el mientras el movía sus espadas de fuego sin alcanzarlos, Quagga corrió para socorrerlo pero tropezó con el cadáver de un guerrero, levanto la vista y vió como los enemigos le extrajeron todo el aire que tenia en sus pulmones, Froy no podía moverse, ni siquiera respirar. Quagga tomó una espada ensangrentada que estaba en el suelo y la lanzó a uno de los Ventrios, atravesándole la espina dorsal, pero era demasiado tarde, la piel de Froy estaba blanca como la nieve, de su boca salía sangre a borbotones saltando a las túnicas de los enemigos y su pecho estaba apretado al extremo, ya que habían succionado sus pulmones y su estomago por la boca, destrozándolo por dentro, sus encendedores se apagaron junto con su vida.

–¡¡¡NOOOOOOOOO!!! ¡¡¡FROYY!!!! – gritó Quagga, se levantó y atacó a los hombres que aniquilaron a su amigo, era un ataque tras otro, envuelto en llamas, gritos de desgarro y desesperación, sangre hirviendo y olor a piel quemada. Una vez terminado, miró a los enemigos que provocaban la tormenta que ya estaba destruyendo las unidades navales de donde venían, y gritó con una furia insaciable, sus manos estaban cubiertas en llamas hasta sus hombros, y en su rostro con cenizas de piel quemada y sangre oscura se podía ver nada mas y nada menos que la mirada de una bestia.

Los guerreros avanzaban con el con el mismo ímpetu, mataron a los Ventrios uno a uno hasta que los cuerpos yacían sangrantes en el suelo, y una vez terminado, miraron al horizonte, en el fervor de la batalla habían subido una colina, y a esa altura se alcanzaba a divisar como la tormenta amainaba, los trozos de navíos y escombros caían a las aguas de Volantis. El cielo comenzó a despejar poco a poco y hacia ver los destellos del sol, iluminando la plata Haoma, pero en esa hermosa vista, a lo lejos se podían ver enormes criaturas aladas. Quagga al verlos dio la señal al capitán mas cercano, si es que era capitán, la sangre en sus ropas evitaba reconocerlo. Eran ¿diez? ¿Eran cien? mientras mas se abrían las nubes, mas eran.

–ENANOOOOOOOS! –.

A sus espaldas un guerrero le advirtió de que venían por atrás, y antes de voltear, sintió un el metal frío. Era el de un hacha que le llego en la espalda, un enano con una armadura reluciente sobre unas enorme criatura alada, mitad águila, mitad león.

Crónicas de Gaia: Libro PrimeroWhere stories live. Discover now