Hanna y Hufflepuff

33 0 0
                                    

En efecto, la lechuza daba golpecitos en su frente a primera hora de la mañana. Trataba de despertarla con su pico.

Emily había llegado a su alcoba cuando ya todos dormían, y se había acostado en la cama vacía donde las luces azules de la directora la habían guíado. Había sido una sensación extraña, pero satisfactoria, ya que se tomó todo el tiempo del mundo para seguir a las luces, caminando lento y pausado, disfrutando el recorrido. La noche era más silenciosa de lo que habría imaginado, y la magia flotando frente a ella la embelesaba. Las paredes parecían susurrar hechizos y la luz de la luna colándose por las ventanas le parecía infundir tranquilidad. Era un castillo enorme, con armaduras, personas que le hablaban desde pinturas y escaleras que cambiaban de lugar. Había sido maravilloso.

Al principio, no había entendido a dónde se dirigía, porque las luces se detenían frente a un cuadro de frutas cerca de unos barriles, y no entendía dónde estaría la puerta. La última luz que quedaba (iban desapareciendo mientras Emily avanzaba en la hilera) había hecho un extraño movimiento sobre los barriles, y uno de ellos se había abierto. Decidida, entró agachada a un tunel que la guió a una sala bastante amplia, pero se había apresurado a seguir la luz que flotaba delante de ella guiándola a una puerta contigua, y luego a una cama vacía.

Cuando se incorporó en la cama, la lechuza por fin se apartó de su cara y Emily pudo notar que tenía un rollo de papel atado en una pata. Con sumo cuidado lo desenrrolló y lo leyó.

¡Emilia, mi amor! ¿Cómo estás? Espero que hayas llegado bien a tu sala común. Ya tengo todo organizado mi vida, no te preocupes, voy a mandarle una carta a una alumna divina (también de tu casa) para que sea tu profesora particular. Cualquier duda que tengas preguntale a la profesora Barbieri. ¡Jah!
Besos, M

Emily no comprendió quién le enviaba la nota hasta que recordó su encuentro con la directora la noche anterior. Era difícil de asimilar. Por un ligero momento había olvidado todo, y pensado que la lechuza era su madre despertándola para la práctica de natación. Volvió a releer el papel. "Emilia". Tendría que recordarle a la profesora su nombre.

Un gemido de queja la sacó de su aislamiento. Al levantar la mirada, vio como una chica en la cama contigua trataba de sacarse una lechuza de encima. La chica parecía sepultada bajo las frazadas y no demostraba ganas de corresponder el pedido de atención de la lechuza.

"Voy a mandarle una carta a una alumna divina... Para que sea tu profesora particular". Em comprendió que seguramente esa sea la pobre chica que tendría que sacrificar su mañana para ayudarla, y, presa del pánico, se recostó y tapó la cabeza con las frazadas. No sabía por qué lo hacía, sabía que lo más formal sería quedarse en su cama y saludarla cordialmente, pero dada su condición de alumna nueva no se sentía con confianza. Pensaba que, dado que la chica podría seguir durmiendo, era una molestia. Para su suerte, cuando su compañera decidió levantarse al fin y leer la carta (Emily la oyó insultando a la lechuza por no quedarse quieta mientras le sacaba el papel), su compañera no parecía enojada. Se había vestido lentamente y salido a la sala común. Tal vez ella debía hacer lo mismo. Ya sin tanto miedo, pero aún así dudando de lo que debía hacer, salió de debajo de las sábanas y se cambió el pijama por ropa que había en el baúl a los pies de su cama.

Estaba en la puerta de la habitación, pero dudó un momento antes de salir. ¿Y si la chica no es su profesora? Bueno, no perdía nada preguntándole. Si no lo era, se quedaría en la sala común hasta que apareciese, o buscaría a la profesora Barbieri. Era extraño como todo este mundo nuevo la maravillaba y aterraba a la vez. Respiró profundo y cruzo la puerta redonda de la habitación y cruzo el tunel hasta la sala común.

La sala​ era redonda y de colores cálidos, con un techo bajo. Parecía estar llena de sol y sus ventanas circulares tenían una vista de hierba y dientes de león ondeantes, ya que estaban a la altura del cesped de los jardines. Había un montón de objetos de cobre bruñido además de muchas plantas, que o bien colgaban del techo o estaban en los rebordes de las ventanas. Habían grandes sofás y sillones amarillos y negros, así como banderines de los mismos colores decorando las paredes. Emily se quedó obnubilada unos segundos, hasta que una voz la sacó otra vez de sus pensamientos.

-¿Emily Fields?- preguntó una voz femenina detrás suyo.

Emily se dio vuelta al instante y reconoció a la chica en el acto, era la misma que vio en su mesa en la ceremonia de selección. Su cabello rubio estaba  despeinado y sujetado vagamente con un broche en su nuca. Sus ojos azules, aunque ojerosos, denotaban amabilidad.

-Sí- respondió Emily, un poco nerviosa. Y apresurada continuó - Perdón, sí, soy yo. La profesora Casanova me dijo que

-Soy Hanna, por cierto. - replicó la muchacha, algo divertida por los nervios de Emily. Le sonreía, y eso hizo que la tensión de Em se disminuyera bastante. No alcanzó a disculparse por sus nervios, porque la chica continuó. -La directora ya me había advertido que tendría unas tareas extras este año para compensar unos... Errores que hice en el verano. Nada importante. Esperaba que el castigo fuese algo malo, pero al parecer es enseñarte lo básico durante un tiempo hasta que te pongas al día. Y noté que estás nerviosa, desde ayer de hecho, así que tranquila. No voy a comerte. Este arreglo te beneficía y a mi también, porque me libra de un castigo. Así que no podría estar más contenta.

Emily sintió que se sacaba un peso de encima.

-Aunque claro, hubiese preferido que las clases fueran en la tarde. Esa anciana no quiere dejarme dormir.- Bromeó Hanna.

Luego de presentarse más tranquila, sentadas en un sillón de tapizado amarillo, se pusieron a practicar lo básico: movimientos de varita. Emily casi rompe una taza al moverla en la mesa y Hanna río bastante, pero cuando a Hanna le cambió el color de pelo a castaño oscuro las risas pasaron a ser de Emily. Cerca del mediodía, Em ya sabía unos cuantos trucos básicos y se sentía mucho más en confianza con Hanna. Cuando se prepararon para ir al gran salón a almorzar (Ya casi toda la sala común había ido), Emily se animó a preguntarle a Hanna una pequeña duda que le había quedado desde la mañana.

-¿Hanna?- se animó a llamarla luego de cruzar el tunel hacia el pasillo fuera de la sala. Hanna se había adelantado para guiarla hasta el gran salón.

-¿Sí, Em?- le respondió distraída.

-¿Qué es eso por lo que te castigó la profesora Casanova?

-¡Ah, sí! -dijo restándole importancia. Ya estaban llegando al Gran Salón y se encaminaban a la mesa Hufflepuff. -Cometí un pequeño error en una tienda muggle cuando paseaba con una amiga. La profesora se enteró y prometió castigarnos a mi y a mi amiga, Mona, de Ravenclaw.

Pretty Little HogwartsWhere stories live. Discover now