SECUELA DE MOONLIGHT.| Abigail Westher, después de quedarse en Narnia para reinar junto a Caspian X, se ve afligida por sus sentimientos hacia los hermanos Pevensie, en especial por un cierto azabache que le había dejado con la palabra en la boc...
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CAPÍTULO SEIS: reina perdida.
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El grupo continuó corriendo, siguiendo la pista de las huellas. No obstante, se detuvo en un prado ya que el rastro de huellas paraba allí. Abigail miró alrededor, un nudo se formaba en su garganta mientras la idea de no volver a ver a su amiga inundaba su mente.
— ¡La daga de Lucy!—, exclamó Edmund y Abigail se acercó, agachándose al lado del azabache al mismo tiempo que Caspian se acercaba a ellos y observaban la inconfundible arma.
Entonces varias varas cayeron a su alrededor con fuerza, clavándose en la la tierra. Edmund empujó a Abigail hacia atrás, evitando que una de estas le golpeara. Ambos se levantaron y desenvainaron sus espadas y Caspian se mantuvo frente a ellos, defendiéndolas mientras les daba tiempo de levantarse.
— ¡Deténganse ahí o perecerán!—, gritó alguien, pero no había cuerpo alguno que se hiciera cargo de la voz. Abigail observó cómo la espada fue sacada de entre las manos de Caspian y, luego, fue golpeado en el rostro y empujado al suelo.
Edmund se giró, cubriendo con su espalda a Abigail mientras alzaba su espada al aire, pero fue en vano. El azabache también perdió su espada, al igual que el resto del grupo, y fueron golpeados hasta caer al suelo.
— ¿Qué clase de criaturas son?—, inquirió Caspian desde el suelo.
—Somos grandes—, contestó la misma voz —. Con cabezas de tigres y cuerpos de--.
—De un tigre diferente—, completó otra voz, lo que provocó que Abigail frunciera el ceño, sospechando de ellos —. ¡No te conviene pelear con nosotros!
— ¿O qué pasará?—, preguntó Edmund.
— ¡Te mataré con mis garras!—, contestó la misma voz pero, esta vez, un cuerpo aparecía para adueñarse de ella y no era lo que esperaban. Una pequeña criatura se encontraba sobre otras dos, cargando una rama mientras señalaba a Edmund con esta.
— ¡Y te atravesaré con mis colmillos!—, gritó otro.
— ¡Y te trituré con mis dientes! ¡Y te morderé con mi boca!
