Ya solo faltaba una hora para el inicio de la primera prueba cuando terminaron, la verdad era que Esme se veía hermosa, se miró al espejo y sonrió conforme.

—Somos buenas, ¿eh? —dijo Camila observando la imagen de su compañera en el espejo y las otras dos asintieron chocando las manos entre ellas.

—Estás bella... —dijo Tefi sonriendo a su amiga—. Más de lo normal —añadió.

—Sí, estás muy linda —dijo Nadia dándole un pequeño retoque al maquillaje.

—Gracias... —murmuró Esme algo cohibida, se veía en realidad hermosa y no sabía cómo sentirse al respecto, además, los nervios del concurso ya la empezaban a inundar.

Las tres chicas se acercaron a ella y se despidieron con un beso en la mejilla y una especie de abrazo. Le sonrieron y le desearon suerte, además le pidieron en un lenguaje un poco más vulgar, que hiciera pagar a Susana por meterse con ellas.

Cuando las tres salieron de la habitación, Tefi y Esme rieron como tontas, se abrazaron y luego la primera hizo girar sobre su eje a la segunda y fingió un silbido.

—¡Bella! ¡Estás bella! —sonrió volviéndola a abrazar.

—Permiso...

Leo, Germán y algunos chicos del grupo ingresaron al local. Todos quedaron mirando a Esme y sonriendo.

—¡Wow! —exclamó Germán asintiendo.

—Estás preciosa —dijo Leo acercándose a ella y observándola de arriba abajo, Esme sintió sus mejillas teñirse de rosa intenso.

Luego de la sorpresa inicial, todos los chicos comenzaron a preparar sus instrumentos para un ensayo final antes del evento.

Ese día, pasaron todas las pruebas y quedaron entre los tres finalistas que al día siguiente tendrían la prueba final. Esa noche, fueron a celebrar todos juntos como un único grupo a una pizzería que había en el centro de la ciudad. De camino a casa, Leo acompañó a Esme.

—¿Vamos al barco un rato? Aún es temprano —sonrió y la muchacha aceptó.

Caminaron en silencio hasta el barco y subieron al mismo sentándose en el suelo de madera brillosa. Esme recostó su cabeza sobre el hombro de Leo y entrelazaron sus manos mientras miraban la noche estrellada que los cubría.

—¿Se te pasaron los nervios? —preguntó el chico.

—Algo... todavía queda la prueba final y tengo miedo de decepcionarlos. Todos han puesto sus esperanzas en mí, incluso Camila, Luli y Nadia... —suspiró.

—Tú solo preocúpate de dar lo mejor de ti, ya verás que lo harás bien. Deja de pensar en la gente y en decepcionar a nadie, no lo harás, ya lo verás.

—Pero ¿y si perdemos? —preguntó mirándolo.

—Si perdemos no importa, lo habrás hecho lo mejor posible —susurró besándola con ternura en los labios.

Cuando él se apartó, fue Esme la que enroscó sus brazos por el cuello de Leo y lo besó con firmeza, aquel gesto hizo que el chico se estremeciera, solía ser él quien guiaba siempre.

—Te ves preciosa hoy —dijo Leo en medio del beso—, pero para mí te ves preciosa siempre —añadió mientras con su mano derecha recorría la espalda de la muchacha.

—Gracias —respondió con un débil murmullo.

El beso fue creciendo en intensidad mientras Esme comenzó a sentir cosas que nunca había experimentado, las mariposas en su estómago abarcaron mucho más espacio mientras iban volando hacia el sur, los cosquilleos se intensificaron y de pronto su piel pareció hacerse mucho más receptiva de lo común. Leo comenzó a bajar los besos por el cuello y a jugar con su dedo índice dibujando trazos en los hombros de la chica, mientras marcaba los límites de la tela en la piel de la muchacha. Esme sintió que su sangre se convertía en lava que se derretía como cera de vela en cada parte de su cuerpo por donde él pasaba su mano, y lo peor era que el toque le parecía ínfimo y en su interior la necesidad crecía con cada roce, se encontró entonces necesitando ir más allá, dar y recibir un poco más.

Ni tan bella ni tan bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora