¿Qué pasa papá?

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El resto del viaje fue muy monótono, lo único entretenido de contar fue la distribución de las camas la primera noche.

— Izbet puedes dormir en una cama, yo en otra, Gohan y el Sr. Piccolo se pueden acomodar en el suelo o no cariño — dispuso la novia.

— Prefiero que hagamos como cuando eras niña — le respondió la mujer ciega — yo dormiré contigo, tu novio en la otra, sé que al grandote le gusta acomodarse sentado en el piso o no.

— Así es, pero soy Piccolo, no grandote, recuérdalo — le rectificó por enésima vez el hombre verde.

— No es necesario que pasen esa incomodidad, yo...

Y así siguieron los tórtolos sugiriendo quien debía o no dormir en las camas, hasta que Izbet zanjó el asunto a su modo.

— Es mi nave, yo pongo las reglas, se hará como dije y se acabó.

Luego de la boda, Izbet preparó todo en su empresa para su año de aprendizaje

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Luego de la boda, Izbet preparó todo en su empresa para su año de aprendizaje.

— ¿Estarás bien? Si quieres dejó todo arreglado y te acompañó a ese lugar — le dijo su asistente.

— No te preocupes, estaré bien, es un Templo muy apartado de todo, no podrás comunicarte seguido con tu familia, tus niños están pequeños, te necesitan más que yo, además a nadie más le dejaría la administración de mis empresas.

— Bueno jefa — respondió en tono festivo la mujer.

Al final todo quedó arreglado, a la siguiente mañana Piccolo pasó a buscarla y juntos fueron al Templo Sagrado.

— Hola Izbet, un gusto conocerla, Kaio Sama nos contó todo, tenemos una habitación lista para usted — la saludó el joven dios.

— Es un placer y un gran honor conocer al dios de la Tierra, le doy infinitas gracias por aceptar que pueda entrenar en su Templo — se inclinó respetuosamente la mujer.

— No tienes que ser tan formal — dijo avergonzado el ser sagrado — dime sólo Dende.

— A mi dime Iz — le dio la mano, sonriendo.

Desde el primer día, la mujer se levantaba de noche, y se sentaba al borde a pensar, al principio no le dieron importancia, pero Piccolo se dio cuenta que además ya no tenía esa alegría ni la ironía que le había conocido.

— Estoy seguro que algo le pasa — dijo en voz baja el guerrero a Kami Sama mientras la veía quieta al borde de la plataforma — no está actuando como antes, no logra concentrarse en los entrenamientos.

— He notado que se distrae con facilidad, siempre está pensativa, algo le preocupa ¿Habrá dejado a alguien y eso la tiene así?

— Que yo sepa no tiene familia, fuera de Videl. Sobre amigos creo que tampoco.

— ¿Desde cuándo la nota así?

— Desde el viaje de vuelta del Planeta Celestial.

— ¿Por qué no le pregunta?

— Lo he hecho varias veces, y siempre me dice que nada, que está bien.

— Intentaré conversar con ella mañana temprano.

— No ha dormido mucho estos últimos días — dijo preocupado el namek mayor.

Al otro día, de madrugada, el joven dios la vio sentada abrazando sus rodillas, sus ojos acuosos, estaba en un sector alejado de los edificios principales.

— Hola — saludó Dende y se acomodó a su lado.

— Hola — ella miró para otro lado, no quería que se diera cuenta que estaba llorando — no quise despertarte tan temprano.

— Tranquila, en mi raza dormimos poco.

Luego de un momento de silencio.

— ¿Hechas de menos estar en tu vida normal? — le preguntó el joven.

— No, me gusta entrenar, sé que no lo he hecho bien, pero es que... lo haré mejor, lo prometo, no me obligues a irme.

— No te preocupes por eso, te he notado preocupada desde que llegaste, algo o alguien te incomoda acá.

— No, para nada.

— Disculpa que insista, pero ¿Entonces qué pasa?

Ella siguió guardando silencio hasta que con un suspiro decidió desahogarse.

— Siempre pensé que mi padre era un humano normal, hace poco descubrí que era un demonio, me contó todo sobre mi madre, pero no sobre él. Era el encargado de buscar esclavos en otros universos para su planeta ¿Estará con mamá, o en el infierno? — sollozó un poco — ahora entiendo porque mi padre me pidió que quemara sus restos, y sus cenizas mezcladas con las de mamá las esparciera cerca de la cabaña donde vivieron, creo que temía que no pudieran estar juntos en la otra vida — otra pausa — él fue muy unido conmigo, no entiendo por qué no me lo dijo.

— Debes estar tranquila — Dende la abrazó del hombro — te apuesto que tu padre debe estar en el paraíso con tu madre, se nota que fue una buena persona, por cómo eres tú, y por lo que me has contado de él, las quiso mucho, a ambas.

— Gracias, estaré bien, sólo necesito tiempo para asimilar todo, me duele que tuve que saber todo por otra persona.

Piccolo escuchó todo afirmado en una pared, con los ojos cerrados y los brazos cruzados, luego de pensar un rato se acercó, y le pidió a Kami Sama que acompañara a meditar a Izbet, que debía ir a ver a alguien y volvería a la hora de almuerzo como máximo, cuando regresó le dijo a la mujer que lo siguiera, después de un rato de volar hacia el sur, llegaron a un palacio en medio de un lago.

— Hola Uranai Baba — saludo a la bruja el guerrero.

— ¿Cómo están? Es un gusto tenerlos en mi palacio — respondió la anciana.

— Buenas tardes Uranai Baba, soy Izbet Supay — para que me trajo se preguntó.

Un hombre de piel morena, pelo café y ojos oscuros con pantalones y polera café holgadas, casi tan alto como Piccolo, con una aureola en la cabeza apareció desde el palacio, mientras más se acercaba al trío, la mujer del mechón blanco se ponía más nerviosa.

— ¿Cómo estás angelito? — consultó el hombre al llegar frente a la ciega.

— PAPÁ — lo abrazó emocionada — pero si estás muerto.

— Se me permitió venir a verte, necesitamos conversar.

Se fueron lo más lejos que pudieron.

— Papá, fui al Planeta de mamá, y descubrí que tengo grandes poderes, lógicamente deben ser heredados de ti... ¿Por qué no me dijiste que eras un demonio? ¿Por qué me ocultaste tu vida? — preguntó angustiada.

— Siempre temí que llegará este momento — respondió con la cabeza gacha, nervioso — hice cosas terribles en mi juventud de las que no me enorgullezco, mi única justificación es que eso era lo que se esperaba de mí, no conocía otra forma de vivir. Todo cambio cuando llegue al planeta de tu madre, nos enamoramos, pero como te dije en ese lugar no nos permitiría estar juntos, lo que no te conté fue que estuvimos en varios planetas, hasta que llegamos a la Tierra, aquí ambos podíamos pasar por personas normales, bueno, a no ser por las alas de tu madre, por eso ella no salía casi de la cabaña. La culminación de nuestra felicidad llegó cuando supimos que estabas en camino, pero cuando naciste no quiso ir a un hospital, tuvo complicaciones y murió. Siguiendo sus deseos queme su cuerpo, así nadie descubriría que no era terrestre. Como no quería contarme de mis andanzas preferí hacerte creer que yo era humano.

Ángel Ciego 1. El ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora