- Yurio

- No, Vitya. No intermediarios. Solo tú y yo...

Nadie más, Vitya...

...como siempre.

Después, la cama deshecha, aun con su calidez emanando como un perfume. Aun con su piel palpable, más allá de aquel prototipo...

- Vitya...

Dejó aquellas cosas en la cama, y corrió a su ordenador. Lo encendió, esperó con desesperación a que todo cargase, y...

- No... Onegai, no...

Se dio cuenta, muy tarde, de que las lágrimas, los dedos temblorosos, y su maldita caligrafía para el inglés, lo habían traicionado.

Solo la "arroba" era visible.

Y Victor nunca se había enterado de su propia cuenta...


- . -


Los días pasaron... y se hicieron años. A Victor, nadie lo había vuelto a ver. Cuando Yuuri había corrido, desesperado, a buscar a Yakov, para exigirle información, el buen hombre se había unido a la búsqueda, con el corazón en la mano: Y es que, en apariencia, Victor se había ido a emprender aquel viaje, solo, buscando no hacer sufrir a nadie, y menos a sus más amados.

Con el tiempo, la gente especulaba de manera cruel que había huido de su prometido. Que el amor quizás no se había acabado, pero que evidentemente Yuuri no era la mejor opción. Que fingir estarse muriendo, era la mejor opción.

Y así, se convirtió en una leyenda urbana... en una leyenda muerta del patinaje...

Yuuri nunca terminó de cumplir su promesa. No pudo. Y, sentado en el banco de aquella ciudad, en un país de habla hispana, sin poder hacerse entender del todo.... En Cuba, donde decían que se hacían milagros, pero hasta la fecha, en su décima visita, con aquella foto en la mano, no le había visto cumplirle ninguno a él...

Sintió que una vez más le estaba fallando.

Porque de seguro Victor ya había muerto, y él seguía gastando su dinero en un imposible, cuando debió haber corrido inmediatamente hacia el aeropuerto, ese día...

Porque de seguro Victor había muerto, revisando su tablet, y comprobando que nadie, con una cuenta visiblemente japonesa, le escribía...

Porque de seguro Victor, si estaba vivo, y aplicando esa envidiable cosa llamada "radar del cerdito", según Yurio, lo seguía rehuyendo, en silencio, tal vez porque estaba ya enamorado de otra persona...

Por alguna razón, ese pensamiento lo llevó al llanto, después de un año de sequía. Después del año en que algún reportero amarillista había sugerido que Victor estuvo enfermo, sí, pero que se había recuperado, contrayendo posteriormente nupcias con su enfermera.

- ...siempre te he dicho que no debes llorar solo. No a menos que yo esté cerca de ti...

Sus ojos se abrieron como platos, hacia el suelo. Capturando en el instante un par de zapatos cuya textura, color y tamaño conocía demasiado bien.

- ...no...

- No, no lo soy... Mírame, Yuuri, por favor... -la voz suplicó- Mírame, te lo ruego. No soy un fantasma...

Pantalón de marca... cinturón dorado... Camisa impecablemente planchada con una corbata a juego con el precioso saco que combinaba con la primera prenda...

PielWhere stories live. Discover now