No puedo evitar sentir picazón en la garganta y la nariz cuando Ebby me baña en perfume, así que toso y me llevo una mano a la cara, tratando de no tocar demasiado la piel

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No puedo evitar sentir picazón en la garganta y la nariz cuando Ebby me baña en perfume, así que toso y me llevo una mano a la cara, tratando de no tocar demasiado la piel. Hace varias horas que he llegado y, desde entonces, no ha parado de toquetearme.

—Eh, cuidado con el maquillaje —suelta, guardando una brocha dentro de un lapicero.

—Lo sé —farfullo, intentando respirar de a pequeñas bocanadas hasta que me acostumbre a la fuerte fragancia—. ¿Pero era necesario tanto perfume?

—Si llegas a transpirar mucho bailando, sí.

Le echo una ojeada: ella aún no está vestida, maquillada ni peinada, y yo sigo creyendo que aún es muy temprano para arreglarme. Sin embargo, necesito tiempo para pasar por casa y Ebby sigue con la idea de que nadie debe verla preparada antes de que pase por las puertas del salón.

—Así que me has conseguido a Yaír... —comento.

—Yaín —corrige ella, acomodando un pequeño mechón que se me acaba de escapar del moño—. El chico que iba con nosotras a clase de artes.

—Sí, lo recuerdo.

—No pongas esa cara, te aseguro que no era la peor opción de los que encontré. Había varios desesperados, pero... —ladea la cabeza— no lo sé, Yaín no daba tanto miedo.

—Oh, o sea que sólo da un poquito de miedo. Gracias.

Ebby reprime una sonrisa y empuja un poco mi cabeza hacia adelante, tomándome del espacio donde no tengo todos los mechones amarrados.

—Si no te gusta tanto, puedes usar tu raro poder y deshacerte de él. Sería útil.

—No bromees con eso, Ebby. Deberíamos hablar lo menos posible sobre...

—Lo sé, de acuerdo, de acuerdo. Cierro el pico.

Ladeo la cabeza suavemente hacia un lado, examinándome y contemplándome: Ebby realmente ha logrado un maquillaje magnífico, suave pero maravilloso, no como el exuberante delineador que me había hecho para la fiesta de Sam. Los párpados, las mejillas, los labios, todo me parece sencillamente hermoso y estaría ideal si no fuera porque no tenía ninguna base para mi color. Aunque me puso el más claro que tenía y mi piel quedó un poco más bronceada, logró manejarlo a la perfección y creo que mi mirada resalta de una forma gustosa.

—Todavía no sé cómo lo haces —comento mientras ella sigue guardando sus «herramientas de trabajo». Me enredo un pequeño rulo que sale de mi sien izquierda y observo el delicado peinado—. Tienes magia, Ebby. Gracias de verdad.

—Yo no sería la que tiene magia aquí... —empieza, pero, tras chequear mi mirada, se guarda el comentario—. Está bien, en serio, dejo de bromear con eso.

Sacudo la cabeza con una sonrisa que intento evitar y me pongo de pie, quitándome la manta que me echó encima para no manchar el vestido en caso de tener algún incidente con el maquillaje y los demás productos. Me paso las manos por el corsé y toqueteo las piedrecitas del borde.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Where stories live. Discover now