Capítulo 32

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Me cuesta despegarme de Clark y alejarme de él después del tiempo que pasamos. Es difícil pensar en él cuando atravieso las puertas del Gremio y voy caminando hasta mi actual dormitorio, sumergida en la tenue luz de las antorchas que lucha por hacerse paso entre la oscuridad. Por suerte me encuentro a Ashley completamente dormida, así que cuelgo el nuevo vestido en una percha sin que me haga preguntas o me gaste bromas. Cuando me despierto al día siguiente, lo hago a una hora muy temprana para aprovechar que ella sigue durmiendo. Son las ocho de la mañana de un sábado cuando le dejo una nota a Ashley avisándole de que me llevaré la furgoneta, y espero que eso no le moleste demasiado.

Ella tiene una copia de las llaves en nuestro pequeño escritorio, así que no tardo mucho en subirme al vehículo y hacerlo arrancar. Yo no sé si los encargados del portón de hoy son medio tontos o aún están muy dormidos, pero me dejan ir casi sin ningún problema más que sólo preguntarme qué voy a hacer y a qué hora volveré.

Cuando estoy a punto de salir del bosque, echo un vistazo por el espejo retrovisor para comprobar que todo esté bien. En efecto, el vestido sigue intacto, perfectamente colocado sobre el asiento de atrás. Por más que lo intente, hasta que llego a la ciudad no dejo de observarlo como si en cualquier momento pudiera doblarse y romperse con la delicadeza de una hoja.

Justo cuando llego a destino, mi teléfono comienza a sonar.

—Llamas en el momento exacto —suelto antes de que Ebby hable primero—. Estoy en la puerta de tu casa.

—Es que tengo un don con la puntualidad —explica ella.

—Finjamos que ese don lo tienes tú y no yo.

—Anda, estaciona enfrente, mis padres no van a sacar su auto del garaje tan temprano. Ya salgo.

Aparco la furgoneta como y donde puedo, pues nunca antes había conducido un vehículo tan grande. Para cuando termino mi complicada labor, noto que Ebby está afuera de su casa, parada sobre el pequeño jardín que tiene en la entrada.

Mientras yo salgo, ella observa la furgoneta con la nariz fruncida.

—¿Esto es de tus amigos?

—Algo así —comento, mientras le doy la vuelta—, la tomé prestada.

—Espero que aparte de enseñarte a prender fuego cosas no te estén enseñando a robar.

Abro la puerta trasera y me inclino para tomar el vestido con sumo cuidado mientras sacudo la cabeza.

—En serio no sé qué clase de idea te andas formando sobre ellos...

—Me estuve preguntando... —interrumpe, fingiendo mucha calma mientras yo consigo sacar mi vestido— ¿A ellos les gusta el frío?

Me giro hacia ella mientras cierro la puerta de la furgoneta a mis espaldas.

—No, no mucho que digamos...

—¿Y el agua?

Frunzo el entrecejo.

—¿Acaso se bañan? ¡Eso me ha estado carcomiendo la cabeza! —exclama, y yo no puedo hacer mucho más que empezar a reírme a carcajadas.

—Existe el agua caliente, Ebby.

Agarro la bolsa con una mano y extraigo el vestido un poco hacia arriba, tomándolo por la percha, y entonces mi amiga deja de concentrarse en lo que estaba pensando y abre los ojos de par en par.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora