Las sombras merodeadoras.

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El sol llegaba ya al punto más alto. Aksua llevaba los pensamientos revueltos, pero nada salía al exterior. Le preocupaba la idea de que los extraños pudieran haber cruzado el río en algún otro punto, que hubieran avanzado y llegando a la costa se toparan con su gente, desprevenida y en desventaja numérica. Calmó sus pensamientos diciéndose a sí misma que no podían ser tan débiles sus hermanos, al fin y al cabo, eran Mokibe.

Los tres cruzaron el río como si fueran pequeños garrobos, sin hundirse en el agua. Del otro lado se sentaron bajo la sombra de un árbol y Aksuo explicó brevemente el plan.

-El aliento del extraño tenemos que encontrar, pero por ahora no tenemos idea de donde están.- Seguidamente sacó una ocarina de un compartimento del KitOo, la sopló por encima, colocó su brazo izquierdo y con un carbón que sacó de otro compartimento dibujó algunos sellos. De su ocarina brotó una melodía suave y dos pajarillos celestes aparecieron en su brazo. Cada uno de los pajarillos voló al hombro de los Sabrú.

-Nos vamos a separar. Si se encuentran en problemas o si logran dar con una pista importante, susurren al oído de un pajarillo y en cuestión de momentos estaré yo con ustedes.- La mujer de un salto desapareció entre la maleza espesa de la montaña y de igual forma, en diferentes direcciones, lo hicieron ambos jóvenes. 

Aksuo deseaba con fuerza que los movimientos extraños de ese lado del río tuvieran la intención de reconocimiento. Lo que más le preocupaba era que incluso un pueblo tan fuerte como el palenque de la piedra roja tuviera miedo de estos extraño. Quizá las sospechas de las ancianas eran una realidad, quizá dudaban, quizá tenían miedo o quizá los ancestros y el viento habían traido la noticia de que se enfrentaban a fuerzas mucho mayores que en el pasado. Por esa razón, quizá, habían pedido ayuda, quizá no estaban seguras de como actuar, y si sus fuerzas no eran suficientes, no perecer.

Aksuo se detuvo un momento a examinar el suelo. Las hojas se veían misteriosamente impecables. Examinó las puntas de las hojas del pasto y otras plantas pequeñas. Demasiado perfecto. Sus sospechas sobre la verdadera incursión de los extraños de ese lado del río crecían. Movió un poco las hojas secas y encontró una piedra tallada, tan pequeña como una semilla, con figuras incomprensinbles. No se trataba de un grabado de su gente, ni de los Tsiutli, no era de nadie cercano, habían extraños merodeando el lugar, ya no cabía la menor duda.

Observó con calma el grabado de la piedra, círculos de distintos grabados cruzados por líneas zigzagueantes adornaban todo el cuerpo de la piedra. El inquietante silencio empezaba a perturbarla, empezó como un cosquilleo y luego sintió como le picaba la piel casi podía decirse que estaba anciosa. No tenía idea de lo que significaba aquella piedra con su grabado. ¿De dónde venía? Se lo preguntó tantas veces que perdió la noción del tiempo, al darse cuenta de su situación sintió un escalofrío enorme por su broncínea espalda.

En la calma de la montaña un sonido empezó a pentrar, como si golpearan dos piedras pequeñas entre la yesca para encender el fuego. Empezó ligero, ni siquiera la experimentada mujer lo hubiera diferenciado del ruido de algún insecto entre las hojas. Empezó a su al rededor, mientras le era imposible quitar la mirada de la piedra, en algún momento que no pudo reconocer el mismo sonido emergió de aquella piedra que tenía en su mano. Sin darse cuenta se había convertido en un ruido ensordecedor, a la vez, un cantico aullante que ascendía hacia las nubes. Los ojos de Aksuo parecían los de los peces que capturaba en aquellos tiempos cuando estaba en su palenque, parecían salirse cuando la flecha atravesaba sus cuerpos. Cuando se dio cuenta de lo real del sonido casi podía ver su muerte. Uno o dos, era imposible saber de cuál dirección, el canto aumentó, el cielo rompió en lluvia, dos segundos. La gran mujer saltó, dos flechas se enterraron en el suelo. Con sus fuertes brazos se sostuvo de una rama, escuchó el viento y saltó a una nueva rama, otras dos flechas se enterraron en la corteza dura del árbol. 

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2017 ⏰

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