La tenue luz apenas logra filtrarse a través de mis párpados, pesados y doloridos como una vieja herida que le costó cicatrizar. Siento una muy blanda almohada bajo mi nuca, la cual apenas logra hacer un mínimo cambio ante la sensación de dureza debajo de mi cabeza.
¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo?
¿Qué estaba haciendo?
Con lentitud, abro los ojos, provocándome una oleada de irritación por toda la cara, que se planta finalmente en mi mandíbula y mi cuello. Arriba mío, tranquila y fría, una plataforma de concreto es torpemente iluminada por lenguas anaranjadas y rojas, desvaneciéndose poco a poco en una superficie gris y negra. Me cuesta trabajo respirar. Intento inhalar profundamente, pero mis pulmones me queman el pecho, no como un dolor profundo e insoportable, sino algo más sutil, algo más imperceptible, pero que está ahí, persiguiéndome, matándome lentamente.
¿Qué estaba haciendo?
Intento recordar el cómo fue que llegué ahí. Mi nombre es Daniel Lewis, vivo en la número veinticinco de Witcham Street, con mi madre, mi hermana, mi padre y mi hermano. Soy el más pequeño de tres hijos, y actualmente estudio en la Burns Highschool, a punto de pasar el grado y poder ir a la universidad a estudiar. Quiero dedicarme a ser escritor, y espero poder estudiar letras en la Universidad de Portland.
Mi vida está en orden, ¿qué hacía allí?
Intento mover mi brazo, lo que resulta en una oleada de dolor que se arrastra desde mis manos hacia mi pecho, cual campana repiqueteando en una vieja iglesia.
Mi vida está en orden, ¿cierto?
Mis ojos, apenas abiertos entre las rendijas inamovibles que son mis párpados, son inundados por el recuerdo del color amarillo, y los gritos de la muerte. Sin siquiera saber por qué, una lágrima se desliza de mis ojos.
—¿Dann? — Escucho, como un lejano eco, de aquellos que apenas se filtran entre las pequeñas aberturas de la habitación en la que uno está, de esos que uno confunde quizá con la lejanía de un sueño.
Intento hablar, preguntar dónde estoy, qué es lo que ha pasado; pero de mi boca solo logra salir un insonoro graznido, acompañado de un ardor que se asienta en mi garganta. ¿Por qué todo tiene que doler?
—¡Dann!
Nuevamente el lejano eco me llama, pero ahora un poco más cerca. Una figura borrosa se inserta en mi vista periférica, moviéndose de maneras que no puedo describir, cual danza de luces, pero en su lugar, sombras. Intento voltear, apretando los dientes, esperando el dolor que seguiría el movimiento de mi cuello, y tras unos segundos, logro enfocar la vista hacia la figura. Era una persona, definitivamente, un hombre de estatura promedio, que balbuceaba muchas expresiones indescifrables a diestra y siniestra, moviendo las manos, queriendo agarrarme, pero sin atreverse.
Suelto otro graznido, al tiempo que mi vista enfoca sus ojos, un par de puntillos marrones, perspicaces y cansados, pero con un chispeo de alma que no podía explicar.
—Puta madre, Dann. Putísima putísima madre, en verdad. — Gimoteó Chris, dejando que sus ojos también se inundasen de lágrimas. —Que putísimo susto me diste, en verdad. No lo vuelvas a hacer por favor.
Chris estaba arrodillado al lado mío, cubriéndose el rostro con las manos al tiempo que su cuerpo se arqueaba de tristeza y desesperación, mezclada con júbilo súbito. ¿Qué hacía con Chris? ¿Habíamos salido? De ser así, seguramente Melanie debería estar por aquí, o Paul. ¿Dónde estará Paul?
—P-p-aaaaaaa-ul .— Logro sacar de mi garganta, con dificultad. Chris eleva la vista, mirándome con ojos sonrojados y mejillas ruborizadas. Sus párpados hundidos estaban perdidos detrás de sus dedos, y su respiración entrecortada apenas se logra filtrar a través de sus manos.
YOU ARE READING
Back To Basics
General FictionUna enfermedad puede parecer algo ligero... verdad? Estos chicos, del pueblo de Burns en Oregon, no piensan lo mismo. Una cuarentena que lleva cinco meses azotando a los chicos, tampoco parece nada, a comparación de lo que se les avesina... Seguir s...
