Cuando escuchó que la puerta se abría después de veinticinco minutos se había puesto ligeramente pálida y sus ojos marrones se salieron de sus órbitas, pero en lugar de ver al doctor Hernández pudo observar la silueta de una mujer vestida de enfermera.

—¿Eres enfermera? —había preguntado Camila.

La mujer dio un respingo y luego sonrió, se acercó un poco a la cama en la que Camila estaba acostada, la observó y volvió a sonreír.

—La verdad que no —ella dijo y se paseó en la habitación—, solamente me gusta vestirme de enfermera para poder entrar a este hospital a ver chicos guapos.

Había guiñado y Camila sonrió al ver sus ojos verdes centellando de risas, si eso era posible.

—¿No es eso ilegal? —la de ojos marrones preguntó con una expresión dubitativa.

—Lo es si me atrapan —rió.

—¿Cuántos chicos guapos has visitado hoy? —Camila no podía dejar de verle los ojos a aquella extraña.

—Contándote a ti, creo que... Solamente uno —se había encogido de hombros y Camila mostró una sonrisa enorme.

—¿No eres una enfermera falsa, no? —quiso saber.

—Ojalá lo fuera, me gustaría salir al cine de vez en cuando —contestó y se acercó a un mueble blanco que estaba en la habitación.

—¿Me vas a inyectar? —volvió a preguntar Camila.

—¿Inyectarte? —rió ella—. No pensarás que ya te van a meter a quirófano para la cirugía, ¿verdad?

Ella sacó un frasco blanco pequeño con una etiqueta azul, Camila desconocía totalmente de qué se trataba, pero no podía dejar de ver ese frasquito. Y al parecer ella se había dado cuenta, así que subió graciosamente el frasco al aire.

—Son tus hormonas —dijo sonriente.

Camila sintió un pequeño escalofrío picar su espina dorsal, luego vio a la enfermera acercándose a ella y el piquete era aún más profundo.

—¿Cuál es tu nombre? —quiso saber ella y tomó una tabla, que parecía que tenía todos los datos necesarios de Camila.

La paciente estaba por hablar pero sus palabras se estancaron en su garganta, golpeándose unas a otras sin saber cuál saldría primero.

—Yo... Soy Camila —respondió al fin y la enfermera la miró divertidamente.

—¿Aún no sabes qué nombre usarás? —preguntó.

Camila agitó negativamente la cabeza y después cerró los ojos esperando pensar en un nombre.

—Si aún no estás seguro podemos utilizar otro por mientras, como un sobrenombre... —dijo—. ¡Ah, ya sé! Tu apellido podría funcionar.

La sonrisa de Camila se extendió, le parecía muy divertida la enfermera y su forma de tratar era realmente exquisita, como si no se diera cuenta de que Camila se seguía viendo como una chica, era asombroso. Un guiño se había escapado del ojo izquierdo de Camila y la enfermera simplemente le correspondió.

—Te gusta, ¿eh? —había hablado juguetonamente.

—Sí —sólo respondió.

—Bueno, Cabello, —dijo la enfermera y dejó la tabla de información de su paciente en una mesa plegable que estaba cerca del mueble blanco— el doctor Hernández me pidió estar en tu terapia.

Camila asintió mientras suspiraba, estaba algo nerviosa y su estómago se sentía revuelto, pero cuando vio cómo si enfermera le sonreía se tranquilizó de inmediato.

—¿Y tú cómo te llamas? —le preguntó.

—¡Oh! —exclamó la mayor—. Había olvidado presentarme.

Unas pequeñas risas salieron de ella y Camila se derritió por dentro cuando las escuchó.

—No te preocupes —dijo Camila.

—Gracias —sonrió—. Mi nombre es Lauren, Lauren Jauregui.

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⏰ Última actualización: Jun 22, 2017 ⏰

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