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–Elsa–

Mis hermanas y yo estamos cultivando flores, bueno, Rapunzel y Mérida cultivan fresas mientras Anna y yo plantamos árboles normales.

Nuestro territorio es muy extenso puesto que se supone que fué construído para una familia de 15 miembros.
No entiendo porqué tantos embarazos, ¿qué acaso no les duele?

—¿Por qué tenemos que plantar como la gente normal? — dijo Anna. — ¿Sabes? No hay nadie por aquí a éstas horas y podemos hacer lo que queramos por ahora... ¡Por favor!

—Anna... Probablemente después los vecinos nos verán y...

—Sí, sí... Lo sé, luego "los vecinos nos verán y nos querrán asesinar sin problema". Ya me sé ese cuento.

—Cuento que nos mantiene a salvo.

—No, Elsa... Cuento que nos tiene limitadas... — respondió con un tono cansado y se retiró para ayudarles a las demás.

Quizás Anna tiene razón. Ese miedo nos tiene limitadas de nuestros dones. Pero, bueno ¿qué importa? Como me dijo, no hay nadie aquí aún...

Con mis manos formé un viento helado y, sigilosamente, me acerqué a una de mis hermanas, Rapunzel. Le acaricié el cachete con mi viento haciendo que ella temblara de escalofríos. Anna me miró juguetona y saltó de entusiasmo. Mérida sólo sonrió y movió un poco su cuerpo para dar paso a una oleada de hojas rojizas. Nuestros cabellos quedaron llenos de éstas. Anna colocó una mano en el suelo e hizo crecer una planta que, luego de unos segundos, persiguía a Mérida por todos lados.
La primavera siguió jugando con el otoño hasta que tropezaron con verano.

—¡Esperen, alto! — habló Rapunzel, parece asustada.

Las cuatro pudimos escuchar a lo lejos los pasos de cinco hombres con una clase de carreta.
No me había percatado del desastre que habíamos hecho, más bien, que las tres hicieron.

—¿Elsa...? — Rapunzel me mira aún más asustada — ¿Tenemos que huir?

—¡Mira, allá, en los arbustos gigantes! — sugirió Mérida.

Nos escondimos en aquellos arbustos como si fuéramos unas niñas pequeñas que jugaban al escondite, aunque en cierta manera es la verdad, esperamos hasta que los hombres pasaron al otro lado del camino y evitar ser vistas. Me sorprende que no hayan notado nuestro desastre.
¡Incluso había árboles más curveados y gigantescos! Quizás están ciegos... Tenían a un perro grande guiándolos...

Las cuatro salimos del escondite y miré a Anna con un poco de culpa, desgraciadamente se dió cuenta.

—¡¿Qué?! ¡¿Ahora me vas a culpar de ésto?! — se adelantó a decir.

— No, al contrario, Anna. Es mi culpa, debí medirnos mejor. Pero bueno, lo hecho, hecho está, no podemos regresar el tiempo ¿verdad?

— Lo bueno es que ninguno de ellos dijo algo sobre nuestros pequeños... errores.

— De acuerdo contigo Mérida. Bien, Elsa, ¿y si nos vamos ya?

Miré a cada una de ellas.
Anna está nerviosa, noto cómo se quiere deshacer del sudor de sus manos al estrujárselas con su playera.

Rapunzel parece sentirse aliviada, de que no haya pasado nada malo como las otras veces, se acaricia el cabello para seguir tranquila.

Y Mérida, ella se vé muy bien. Pero algo cansada... Igual que yo...

—Creo que es lo mejor. Vámonos, hermanas.

En el camino las aves negras no dejaban de volar en círculos encima de nosotras. Ignoré el hecho, para no preocuparlas, y seguí con el destino.

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2017 ⏰

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