VI: Viaje gratis al paraíso.

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— No sabía que fueras aficionado a la lectura —comentó Anne ensimismada, removiendo algunos libros para saber de cuáles se trataban.

— ¡Oh, sí! —respondió desde la cocina— La lectura ocupa un lugar muy importante en mi vida. Muchas veces han conseguido protegerme de lo mucho que aterra este mundo o simplemente demostrarme que no estaba sólo, cuando todo lo demás indicaba lo contrario.

El tono nostálgico de la voz de James frenó paulatinamente los movimientos de Anne. Se fundió en recuerdos del pasado y diferentes versiones de aquello que él había dicho. El ruido de un corcho salir de una botella la sobresaltó y la hizo regresar a la realidad.

— Piensas que estoy loco, ¿no? —preguntó James, quien ahora se encontraba frente a ella sosteniendo un par de copas que ni había visto.

Por la mirada que Anne le estaba dedicando, él juraría que esperaba una respuesta afirmativa. Pero era más una mirada de comprensión, de empatía. Por primera vez desde que la conocía, pensaba que la había dejado sin nada que decir. Y eso era todo un logro tratándose de Anne Levi.

— Lo pienso ahora que veo que tienes repetidos algunos libros como Orgullo y prejuicio. Rellenas la estantería con los mismos libros para intentar sorprender a las chicas que pasan por aquí, ¿eh?

James rió, las arrugas que se formaban alrededor de sus labios iban extendiéndose cada vez más.

— Me gusta comprar diferentes ediciones de libros que ya tengo de los distintos lugares a los que he ido —explicó. Dejó las copas en una mesa cercana y le robó el ejemplar a Anne de las manos— Orgulho e Preconceito, éste es de Portugal. Stolz und Vorurteil, éste de Alemania. Bród agus Réamhchlaonadh, y éste de Irlanda.

Anne estaba realmente sorprendida. Era la último que se esperaba de alguien como James, aunque lo cierto era que no lo conocía realmente. Sus reservas sobre él quedaban ahora rotas por esto.

Él sonrió satisfecho de que hubiera algo que sorprendiera a Anne, ella que parecía saber qué esperar de la gente. Dejó los diferentes ejemplares en su estante y regresó a coger las dos copas.

— ¿Quieres un poco de vino? —preguntó vertiendo parte del líquido.

Anne se alejó de la pequeña biblioteca, dando una vuelta por el resto del piso.

— ¿Acaso intentas emborracharme? ¿Ésa es tu táctica? —musitó con sorna— ¿Tan poca confianza posees en ti mismo que necesitas mantenerme ebria para reforzar mis afirmativas por acostarme contigo?

James se quedó descolocado sosteniendo ambas copas de vino, ¿Con qué tipo de mujer estaba tratando? Ni siquiera las damas de los libros que leía tenían esa agilidad mental o relacionaban de ese modo un acto tan simple como tomar un poco de vino.

Carcajeó, le fue inevitable.

— ¿Se puede saber de dónde has salido? —cuestionó tendiéndole la copa— ¿Eres una frustrada estudiante de psicología o te has fugado de un hospital mental donde te metieron por saber demasiados trapos sucios del gobierno?

Anne río, sus hombros danzaban libremente acompañados de su melodiosa risa.

— Eres muy lista para haber salido de un sitio como el Jackie's Saloon.

La risa de Anne cesó precipitadamente, contempló a James con los ojos entrecerrados como si acabara de insultar a su propia madre.

— ¿Sabes qué? Mejor me voy —masculló dejando su copa aún sin catar sobre la mesita frente al sofá— No me gustaría que tuvieras que acabar esta noche en Urgencias porque deben amputarte un testículo.

Amor y otras enfermedades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora