Lo único que Popee pensaba era el cómo se veía su amigo. Le resultaba gracioso que a pesar de que Kedamono era mayor, su estatura no decía lo mismo.

El mayor se colocó a su lado mientras se refregaba con una mano sus ojos, quitando así las lágrimas de las que ni se había percatado. Y con su otro brazo trataba de cubrir su torso sin éxito. No era lo mismo estar con esa vestimenta y ser un lobo que ser un humano e inclusive de veinticinco años. ¡Era inmoral!

Sin mencionar que tenía que estar de tal modo en frente de un adolescente encaprichado. Eso lo hacía ver ridículo y avergonzado.

—Mejor quítate —Popee lo empujó y continuó caminando—. No quiero que camines a mi lado.

—¿Eh? —alargó— ¿Por qué?

No recibió respuesta. Terminó haciéndole caso y caminó por detrás de él con un autoestima bajo.

«¿Cómo mierda sucedió todo esto?» Pensaba el rubio con el leve color rojo en sus pómulos. «Apenas lleguemos voy a consultarlo con el viejo ese...y ponerle una maldita prenda al lobo». Asintió para sí mismo.

Y nunca llegaron. Y la noche ya los estaba saludando. Y el clima no los favorecía.

—Popee, tengo frío —Notificó el mayor—. Debimos habernos quedado en esa ciudad extraña hasta estar seguros de donde estamos.

—Claro que no. Estoy demasiado seguro de nuestra ubicación —Afirmó—. Si tú no hubieras hecho todo ese drama hace unas horas ya habríamos llegado.

Kedamono no respondió. No le importaba de quien había sido la culpa o si Popee no quería admitir que todo era por él, sólo quería dormir. Y tener más ropa, claro.

—Tengo frío —Reiteró. Popee lo ignoró otra vez—. Y sueño.

—¿Cómo diablos haces para tener sueño a cada rato? Ni que hicieras algo que realmente te canse —cuestionó.

—Durmamos aquí —Opinó sincero pero temiendo por sus palabras. Tal vez sea la costumbre pero de forma inmediata cerró sus ojos con fuerza y esperó el golpe del rubio.

No ocurrió nada. Abrió uno y luego otro ojo, cambiando su máscara como siempre. Notó que Popee tenía fija su atención a un punto lejano del desierto, siguió su mirada y pudo distinguir a lo lejos que algo se aproximaba a ellos. Sonrió sin ocultar su alegría al reconocer que ese "algo" era el transporte-elefante de Papi.

—¡Estamos a salvo! —Cambió su máscara otra vez y festejó emocionado.

Popee se había limitado a correr y dejarlo atrás sin dudar. Subió con velocidad al vehículo y se percató que nadie la conducía, es decir, el molesto Papi no estaba. Le hizo señas al transporte de que comenzará a avanzar, como si de un "verdadero animal" se tratase. Al principio, la elefanta le dedicó una mirada con molestia pero hizo caso y comenzó a regresar, dejando al pobre Kedamono corriendo detrás de ambos.

—¡Oigan! ¡Esperénme! ¡Popee!

No había forma, lo ignoraban de forma rotunda. Pero no se rindió, continuó trotando sin parar hasta sentir una pequeña y fría gota caer en su cuerpo. Una gota seguida de otra y así sucesivamente.

Una lluvia —que en realidad ya la predecía— empeoró su suerte. ¿Por qué justo en ese momento?

—Popee —Parecía que ese nombre era lo único que sabía pronunciar.

—¿Hm? —comentó desinteresado e ignorando la tormenta que comenzaba.

—Déjame subir. Hace frío y está lloviendo.

Anormal 『PopKeda』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora