• 4| Amable

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Observó al ser tirado en la arena a escasos centímetros de él

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Observó al ser tirado en la arena a escasos centímetros de él. Popee aún no podía creerlo. Avanzó con lentitud y se sentó a un lado del humano.

Sí, el humano.

Su cabello era morado, muy peculiar para la vista del cirquero. Sus ropas consistían en nada más que pantalones cortos estrellados y su torso estaba desnudo. La máscara aún cubría su rostro y tanto las orejas como la cola continuaban siendo de lobo.

Ese era Kedamono en definitiva pero, entonces ¿por qué?

—¿Kedamono? —Lo movió con la confusión permaneciendo en él. El nombrado ni se inmutaba— ¡Kedamono! —Llamó esta vez molesto— ¡Diablos, despierta de una vez!

De nada servía, el que una vez fue lobo estaba sumido a un profundo sueño. Y bastante agradable al parecer.

Popee estaba a punto de dedicarle un golpe capaz de despertarlo pero una idea fue más veloz que su acción y se detuvo para darle tiempo a su mente.

Una ladina sonrisa se formó en sus labios. Su mano se acercó directo a la máscara de Kedamono. Por fin podría ver su cara, tal vez no en forma lobuna pero si humana. ¿Qué es lo que siempre quiso ocultar? Un leve sonrojo invadió de manera inconsciente sus mejillas al imaginarse un bello rostro.

—Ni lo pienses —murmuró Kedamono, sosteniendo de forma veloz su mano.

El rubio tragó con dificultad sus maldiciones y se reincorporó con molestia, cruzándose de brazos y apartando su mirada, fingiendo así ignorancia.

—Ya despertaste, ¿eh? —exclamó con desinterés.

—¿Me he dormido?

Popee lo fulminó con la mirada y se preguntó si ese lobo humano realmente era idiota o su memoria ya comenzaba a fallarle.

—Pues sí, estúpido —Trató de evadir el contacto visual con él debido a que recién había caido en cuenta del cómo estaba vestido.

—¿Qué te ocurre, Popee?

Kedamono se levantó de la arena y caminó alrededor de su amigo, buscando la mirada que lo estaba evadiendo de forma constante. Lo miró y notó su sonrojo. Un sonrojo que no comprendió y más que nada lo asustó sin razón. Tal vez ya le era costumbre asustarse por cualquier acción que provenga del loco cirquero.

Su mente comenzó a formular alguna explicación hasta terminar bajando su mirada y contemplarse a sí mismo con terror. Popee volvió a evadir la mirada con enojo.

—¿¡Q-qué es lo que me ha pasado!? —Manifestó su horror al mismo tiempo que elevaba su mirada a Popee—. ¡¿Tú lo sabes!?

—¡Claro que no, estúpido! -musitó sin mirarlo—. Pero es mejor que volvamos de una vez.

El como Popee ignoró por completo la situación lo dejó sin habla a Kedamono pero decidió seguirlo en silencio. Situándose a su par, soltando leves sollozos de confusión. No sabía que sucedió y Popee ni planeaba explicarle. Él debía saber algo.

Anormal 『PopKeda』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora