Premio para Papi

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Chen miró atentamente el horario que decoraba la entrada de su cuarto. Sus ojitos iban y venían por las pegatinas que ordenadamente marcaban sus tareas y logros del día. Se centró en las estrellitas de colores que se designaban a sus tareas. Moradas para la limpieza y aseo, plata para la comida y dorado para los deberes que le dejara Papi en particular ese día.

Abajo del todo, en el recuadro de premios estaban las que más le gustaban a Chen. Eran las pegatinas que elegía a su antojo y ponía cuando obtenía un premio especial por haber sido un niño bueno por mucho tiempo —aunque él siempre era bueno.  Su favorita era la del dinosaurio en patines que puso el día que fue con Papi al parque de atracciones, seguida del cocodrilo con bigote de cuando fueron al Zoo.

Dando un ligero brinco satisfecho sobre sus calcetines de andar por casa fue hasta su cómoda. Al fondo del último cajón, junto a los lacitos de colores y a sus calcetines de lana blanca que usaba para dormir estaba recelosamente guardado un pack de pegatinas que le había pedido en secreto a Jisoo que comprara hace una semana.

Suspiró cuando los tuvo en la mano. Había estado dando tumbos de aquí para allá, intercambiando miradas cómplices con Jisoo de vez en cuando cuando Papi entraba a su cuarto.

Sí. Ya era hora.

Tomó a Mr. Woof, su San Bernardo de peluche que además era un bolsito y metió en él las pegatinas.

Con pasos cortos y rápidos y con el pecho lleno de agitación por lo que iba a hacer se dirigió al estudio de Papi, donde MinSeok llevaba metido toda la tarde revisando papeles y gráficas en su ordenador.

Llamó cuidadosamente a la puerta y se reprimió mentalmente por el temblor de su mano. Tenía que mostrar seguridad como un niño grande para darle una sorpresa a Papi.

El leve sonido de unos pasos lo sacaron de su ensimismamiento cuando se dio cuenta de que Papi le iba a abrir la puerta. Su corazón empezó a acrecentar la agitación de su pecho y sus mejillas se colorearon de un sutil rojo cuando Papi por fin apareció frente a él. Unas tenues ojeras empezaban a hacerse presentes bajo los ojos de Papi y las gafas le resbalaban por el puente de la nariz.

MinSeok, que había estado toda la semana orbitando entre la oficina y el estudio de su casa, revisando y ajustando miles de cuentas, se sorprendió un poco.

— Cariño, ¿pasa algo?

Tenía la voz rasposa de cansancio y la agitación de Chen se frenó un poquito.

— Papi, Puedo... ¿Puedo hablar contigo un momento?

Aquello pareció congelar a MinSeok por un momento. La reacción instantánea de Chen fue ocultar su carita en la suave piel de Mr. Woof. ¿Y si Papi estaba muy ocupado? Ay, su perfecto plan ya no le parecía tan perfecto.

Sin embargo Papi asintió y le hizo un gesto con la mano para que pasara. Tímidamente, casi como si estuviera irrumpiendo en un lugar sagrado con su presencia, entró. Olía a una curiosa mezcla entre a limpio y a café y los ventanales de detrás del escritorio daban una sensación de amplitud ilusoria e inundaban todo de luz.

Fue sorprendido por la mano de Papi que gentilmente lo guiaba hasta su escritorio, donde MinSeok se sentó en su silla negra y se dio un par de palmaditas en su regazo para que se sentara también. Chen obedeció casi instantáneamente, contento por el pequeño gesto que hace tiempo no compartían debido a lo ocupado de MinSeok.

— Y bien, ¿ocurre algo?

Tuvo que apretar con fuerza a Mr. Woof ante el tono de Papi. Sonaba tan cansado, no había rastro de la alegría que lo caracterizaba. Tampoco la tranquilidad. JongDae no era tonto, no le pasó desapercibido el hecho de que no lo llamara por algún apelativo cariñoso como "Bebé", "mi niño" o "mi cielo" y de que prácticamente se estaba forzando a ser cariñoso para no perder los estribos con él porque no se lo merecía. Y aquello hizo que su corazoncito apretara en su pecho.

Baby hold onto meWhere stories live. Discover now