Capítulo 16

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Tal y como prometió Chuya lo llamó todas las noches e incluso alguna tarde esporádica en las que se dedicaban a hablar. Las llamadas entre Chuya y Dazai podían ser llamadas de todo, menos normales, aunque todas ellas tenían siempre un mismo patrón de entrada.

-¿Has comido? -Preguntó Chuya.

-Siii.

-¿Te has puesto la chaqueta?

-Pe-pero es verano.

-¡ME DA IGUAL! ¿Y si te resfrías o te pones enfermo? ¡TE PUEDE DAR HIPOTERMIA! Átate los cordones de los zapatos antes de salir que te puedes tropezar y te puedes matar.

Si Dazai se ponía la chaqueta y comía, esa noche Chuya dormía tranquilo. A partir de ahí sus conversaciones derivaban a distintos temas como experiencias que le contaba el pequeño.

-Hoy ha venido una mama a la apencia, venía con su hijo y nos han dejado pugar juntos -Chuya sonreía como un estúpido solo al percibir la alegría con la que hablaba el niño- ¿Y SABES QUÉ?

-No, ¿Qué?

-SE HA COMIDO UN MOCO.

Y otras veces tenían debates profundos.

-Chuta ¿qué quieres que escriban en tu lapida?

Chuya se lo pensó detenidamente, él podría haber dicho algo poético, alguna frase profunda que lo reflejase o algo normal que Kouyou elegiría para él, pero claro, no estaba ahí para ponerse poético.

-"Aunque era amante del vino ¡No era alcohólico!" ¿Y tú?

-¿Por fin? O "Tras muchos intentos, lo consiguió"

Pero algo que no fallaba eran los cuentos nocturnos de Chuya, aunque la mayoría eran experiencias pasadas junto al castaño pues, aunque le molestaba reconocerlo, fueron momentos de los más divertidos de su vida.

-¿Po qué no me quiedes contar la historia de la pupurina?

-Porque no es una historia para niños -Chuya se lo pensó un poco- ni si quiera es para adultos, es algo que nadie debe saber y mucho menos vivir, bebo para olvidarlo.

-Jooo ¡Yo quiero sabelo!

Aunque parecía estar bien para Chuya esa semana separado de aquel niñato mal criado había sido una de las más largas de su vida, no fue dolorosa, solo sintió, otra vez, aquel vacío de la pérdida de un ser querido. De nuevo, Dazai, de una forma indirecta había vuelto a su vida, y de la misma forma que la primera vez lo había perdido, aunque esta vez había sido él quien lo había abandonado.

Atsushi era, junto con Kunikida, el nuevo cuidador del pequeño y ambos debían admitir que la ausencia de Nakahara se notaba en el comportamiento del enano. Al trabajar ambos en la agencia el pequeño se veía forzado a acompañarlos. Kunikida temía que armara un escándalo o que fuese molesto tal y como lo era su yo adulto. No obstante, se equivocó, desde que el mafioso se marchó Dazai había perdido esa vitalidad que tanto lo caracterizaba, parecía deprimido y siempre estaba aferrado a ese teléfono móvil -Que tenía que coger usando ambas manos- con el que se había estado comunicando con Chuya, esperando a que el mafioso llamase o a que llegase la hora en la que él podía llamar.

Atsushi no podía dejar de observarlo, no podía quitarse de la cabeza aquellas miradas de tristeza a lo largo del día y tampoco había pasado desapercibido que el niño parecía encontrarse en peor estado.

¿Sería a causa de la depresión? ¿Por estar triste? ¿O, realmente había algo que no les estaba contando?

Sacudió su cabeza intentando eliminar aquellos pensamientos, a Dazai no le ocurria nada, solo estaba deprimido y buscando la manera de que sus dedos entrasen en los agujeros del enchufe.

ChibizaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora