En La Oscuridad

Epílogo.

No tengo cargo de conciencia, tampoco soy alguien piadosa o solidaria. No me interesa el sentir de los demás, el que se meta conmigo caerá en una profunda oscuridad. Las únicas dos personas que de verdad están conmigo se han mantenido a flote.

No soy alguien normal, no tengo una vida normal, no hago cosas normales, tampoco pienso cosas normales. Simplemente soy de esas personas que están sumergidas en su propio infierno, en su propia oscuridad.

Hay muchos que me temen, como otros que fingen no hacerlo. Me encanta ver por la órbita de los ojos de mis victimas su miedo y suplica hacia mí. Me encanta apretar el gatillo y ver como su alma se queda encerrada en la bala que los mató. Me encanta ser cruel y despiadada, siempre voy directo al grano, nunca me importa el sentir de mis víctimas.

No soy una persona que se interese en lo material, aunque tengo todo lo que cualquier chica desearía. Poseo mucho dinero, carros, casas, propiedades, también tengo un cuerpo de envidiar, y no es que me la pase presumiendo por eso, pero desde que tengo entrenamiento militar mi cuerpo es muy resistente y tiene una figura irresistible. Me encanta ayudar a mi padre a traficar, ¡es la mejor decisión que pude tomar en mi puta vida!, aunque no soy drogadicta; pero de vez en cuando un porro no sabe mal.

Jamás creí en el amor, ni mucho menos en esas cursilerías, ni en el típico cliché que tienen todas las adolescentes normales. Pero como ya lo he dicho, yo no soy alguien normal y tampoco me interesa serlo.

La vida nos da un vuelco y cuando tratamos de hacer una vida normal, alejados de todo, siempre nos pasa lo que menos queremos. Todo cambia cuando él entra a mi vida, él decide luchar por mantenerse a mi lado y no le importa sumergirse a mi interminable oscuridad, él produce ese sentimiento raro en mí... no, no y no, esos sentimientos no pueden volver a surgir, no puedo encariñarme con alguien, con él. Él no puede llegar a cambiarlos, ¿o sí?...