•Nos vemos en el pasillo•
Horas y horas sin verte. Días y días sin apreciarte. Nunca te veía entre semana, supongo que estarías ocupada. Aunque yo sí lo estaba. Ocupado pensando en ti. Realmente ocupado.
También te esperaba todos los días en el pasillo. Comencé a darle más uso que a mi propia cama, de hecho. Pero no importa, siempre te perdonaré la espera, porque merece la pena.
Acabo de salir de la habitación y estoy recostado en la puerta de esta. Sé que no saldrás a buscarme como nunca haces, pero te dije que nos veríamos en el pasillo y yo cumplo mis promesas, no al igual que tú.
Pero de verdad no debes preocuparte, cariño. Yo esperaría toda mi vida por ti. Aunque siempre duele, las primeras veces lo hacía más. Ahora sé que esta es tu muestra de amor. Y realmente lo aprecio. Realmente lo hago, nena.
Duele como el infierno, pero solo queda pensar en ti. El dolor no desaparece, pero al menos me mantengo lejos de la vida real. Porque tú eres mi vida.
Tú me metiste en esto, pero al contrario no me ayudarás a salir.
Sigo esperando en el pasillo. Sigue doliendo, mucho. Quiero llamar a tu puerta. Necesito algo de morfina para este dolor. Pero aparto esos pensamientos, porque sé que no vas a aparecer. Me tendré que aguantar como siempre. Nada que no haya hecho antes.
Todo sea por ti, amor.
Al día siguiente vuelvo a esperarte en el pasillo, esta vez es en la mañana. Por la tarde estaré muy ocupado matando mi interior.
Sé que no aparecerás, pero sigo aquí. Siempre seguiré aquí. Porque qué más da.
¿Queda algo más por hacer?
Ese mismo día vuelvo tarde. No he salido del edificio, nunca lo hago al igual que tú. Porque sabes, cariño, que yo siempre estaré allí donde estés tú.
No hace falta que pidas nada, mi amor. Yo siempre sabré que necesitarás.
Por eso sé que no soy yo lo que necesitarás nunca.
Pero está bien, porque tú si que eres lo que necesito.
Esta vez dudo en llamar a tu puerta. Aunque es tarde sé que tú estás despierta. Nunca pierdes el tiempo, por eso no estás conmigo.
Cierro los ojos porque el dolor está volviendo de nuevo y cuando los vuelvo a abrir logro ver unos delgados rayos de sol traspasar la cortina rota de la ventana del pasillo. Debí quedarme dormido la otra noche. No importa, al menos el dolor desapareció.
"Feliz Sábado, campeón", escuché esa voz conocida ya.
Alcé la mirada para encontrarme al amor de mi vida.
"Nunca decepcionas, siempre estarás esperando", citó con voz firme acompañada de una pequeña sonrisa.
Dios mío, ella siempre se ve hermosa.
Está de pie y recostada en su puerta con los brazos cruzados, justo en frente de mi. Sus ojos están rojos, al igual que los míos.
"Siempre", logro articular con mi voz más ronca y mañanera.
Aclaré mi garganta y a duras penas me levanté del suelo frío y sucio en el que he dormido. Al menos no tengo felpudo, si no posiblemente hubiera cogido piojos.
"¿Qué hora es?"
Su sonrisa aumentó, todavía no mostraba sus dientes.
"Nuestra hora, bombón"
