SEIS

118 9 4
                                    

Me mantuve detrás de Lucero, mientras vi a la fiera de Manuel desarmarse de impotencia.

- Esto no va a quedarse así, ¿me oyes?

- Fuerte y claro- respondió Lucero con ironía.

Manuel giró sobre sus talones y salió de la habitación, e instantes seguidos, de la casa.

Vi la cabeza de Lucero agacharse, su espalda enconvarse y sus rodillas caer sobre el suelo mientras aún seguía dándome la espalda. Juntó sus manos y cubrió su rostro al tiempo que un sollozo le ahogó la garganta.

Me acerqué, bajé a su altura y puse mi mano sobre su hombro dándole un pequeño apretón, en señal de que no me había ido, y que ahí estaba yo con ella... Pensé que funcionaría, pero no fue así, entonces decidí dar un paso, más avanzado saltándome todos los modales y las leyes del respeto y me expuse a que me cacheteara y me echara de su casa, abrazándola.

Después de unos segundos, ocultó su rostro en mi cuello y rodeó mi cuerpo con sus brazos. Ambos caímos sentados en el suelo, y así tuve la oportunidad de acariciarla mientras muy lentamente, el llanto fue cesando.

Pasé la mano por su espalda, de arriba a abajo mientras le repetía que todo iba a estar bien, y después de largos minutos, se incorporó un poco.

- Gracias.

- De nada.- respondí sin estar seguro de a qué se refería, si a defenderla de la pelea con Manuel, o por el abrazo.

- Siento todo lo que pasó, de verdad. Usted no tenía que haber hecho lo que hizo, enfrentarse a un imbécil como Manuel...

- De verdad que no ha sido nada- insití una vez más a la mujer que parecía estarse muriendo de vergüenza.

Tomó una bocanada de aire y lo soltó emitiendo un fuerte suspiro. Me miró fijamente durante varios segundos que parecieron horas, y cuando le vi la intención de decir algo, me adelanté.

- Bueno, no la molesto más- dije incorporándome, ella seguía en el suelo, de nuevo derrotada, cansada. Era difícil dejarla en una habitación sola, en su estado, después de haberme demostrado que necesitaba de alguien que la apoyase. ¿Qué debía hacer? ¿Llamar a su madre? ¿permanecer con ella?

Estaba ya dentro de un territorio completamente desconocido como lo es la vida sentimental de una mujer que conocí gracias a mi trabajo, y que hasta el momento, era desconocida para mí, pero tenía seguro que para millones de personas, Lucero era su mundo.

- Por favor no se vaya- la escuché decirme cuando estuve atravesando el pasillo que me conducía directamente a la salida-, se lo ruego. -Frené en seco y me giré hacia el alma en pena que me miraba suplicante desde el borde de las escaleras.- He llamado a mi madre para que se haga cargo de Ainhoa esta noche, pero mientras llega, le pido que no permita que la niña esté a solas conmigo. Será cuestión de media hora, por favor. Yo le prometo que le recompensaré por todo esto.

Me venció.

- De acuerdo. Permítame hacer una llamada.

Lucero suspiró aliviada y se retiró hacia una habitación y lo supe porque la escuché cerrar la puerta. Tomé mi teléfono y le hablé a Louanne.

- Hola, Fer.

- Hola, pulga, ¿cómo va todo?

- No tan bien como a ti. Supe que te escapaste del trabajo, qué loquillo.

- Yo no "escapé" del trabajo, surgió un imprevisto, chismosa.

- "Imprevisto", "escape", whatever, disfruta. No te quiero interrumpir más. ¿Llegas a casa para cenar?

Desde que te conocí.Where stories live. Discover now