La Escapada III (Parte 2)

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Bajaron las escaleras hacia la puerta de salida del edificio. Alma iba delante y parecía estar atenta a todo ¿Se creía policía o algo parecido? Negó suavemente con una sonrisa, hasta que la visión de la calle le dejó ligeramente trastocado. Esos seres infectados se habían multiplicado como moscas. Parte del suelo estaba cubierto de sangre y de vísceras, y no solo el suelo sino también las partes de verde césped ahora parecían más bien los campos de un cuento infantil de terror ¿Cómo había llegado hasta allí la cosa? Y lo peor ¿Porqué les habían obligado a salir del tren y a entrar en ese infierno? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta.

-Ya está… cuando diga, corriendo al coche- susurró la pelirroja, sacándole de sus cavilaciones. La puerta se abrió, lentamente, sin emitir siquiera un chirrido -. Ahora- susurró. Y comenzó una rápida y frenética carrera hacia el coche. Salieron de uno en uno, en fila y lo más deprisa que sus piernas les permitieron; bajaron las escaleras hacia la calzada y cruzaron la sangrienta calle. Fran soltó un gemido de asco al ver a uno de esos seres cerca de donde se encontraban, con el costado abierto y parte de las vísceras colgando, dejando un rastro de sangre a su paso. Todos comenzaron a correr cruzando la calle mientras el ser, alertado por el grito, se acercaba hacia ellos, cojeando. Estaba a escasa distancia de ellos.

-¡Vamos, Fran, cruza!- gritó Adri, haciéndole señales para que cruzara la calle. Vincent se había sentado en el asiento del copiloto, al lado de Alma, mientras que Prímula se había acomodado ya en la parte de atrás. Fran dudó unos instantes, mirando a aquel ser que se acercaba sin pausa hacia ellos -¡Vamos!

-¡Sube, Adri, sube!- la empujó hacia dentro para que entrara, sin dejar de mirar hacia Fran. Dio un par de pasos, dispuesto a ir a buscarle, pero el ser se había lanzado hacia el inconsciente muchacho y le había agarrado de la pierna. Fran gritó, intentando apartarle.

-¡Ayúdale!- grito Adri, pero no iba a hacerlo. Por delante de ellos habían aparecido otros dos caminantes, posiblemente alertados por los gritos. Hacerse cargo de uno sería fácil, pero de más de uno sería de inconscientes. Y él no quería perder la vida. Se metió dentro del coche y cerró la puerta. Los gritos de Fran se oían incluso a través de los cristales y ninguno se atrevió a mirar la escena; era obvio lo que estaba ocurriendo.

-¡Arranca, Alma, joder!

-Vale tíos, agarraos bien, porque esto va a ser la ostia- dijo la pelirroja mientras se ponía el cinturón, cosa que todos los demás repitieron. El rugido del coche se alzó por encima de los gritos y enseguida comenzó a moverse. Se subió por la calzada y comenzó a ascender por la cuesta de piedra y hierba hacia la calle principal del campus, totalmente peatonal. Si lo que habían visto delante de la cafetería daba asco, la calle principal era todavía mucho peor. Había ya decenas de esos seres devorando a los pocos cuerpos que habían conseguido huir durante un rato, arrancando sus vísceras y su carne vorazmente, como ávidos depredadores

–No mires, Prímula- dijo Vincent. Adri, que estaba al lado de la chica, se apresuró a taparle los ojos a la muchacha mientras ella misma cerraba los suyos. Era lo mejor, desde luego, no ver todo aquel horror.  -Creo que estamos atrayéndoles- dijo Vincent mientras miraba por el retrovisor -. El ruido del motor está haciendo que se acerquen hacia aquí, Alma.

-Tranquilo, esto acabará enseguida- se colocó en el centro del paseo con una rápida maniobra. El coche patinó con la sangre y las vísceras, pero pudo controlarlo. Richi observó en silencio la maniobra de la pelirroja, y no solo él, sino todos. Dio marcha atrás con rapidez para coger aún más velocidad en la trayectoria. Cambió de marcha tras detenerse de nuevo, pisó el acelerador y el coche salió disparado hacia la estación, llevándose por delante a un par de muertos vivientes, manchando el blanco capó de sangre.

El impacto contra las puertas fue brutal. Pudo sentir cómo el cinturón se le clavaba en el pecho y le dejaba unos instantes sin respiración, cómo le rozaba el cuello y cómo su piel se abría ante éste, dejándole una pequeña marca. Pero estaba vivo… ¡Estaba vivo, joder! Al final la pelirroja iba a ser buena pensando y todo. Se atrevió a observar cómo había quedado la cosa mientras se desabrochaba el cinturón. Habían atravesado las puertas con la mitad del coche, levantando incluso la parte metálica de las mismas como había asegurado Alma. Más de la mitad del vehículo se había introducido en la recepción de la estación, dejando espacio suficiente para la apertura de las puertas delanteras.

-Tíos, lo siento, pero tenéis que salir por delante- dijo la pelirroja mientras salía del coche junto con Vincent. Prímula fue la primera en pasar por entre los dos asientos y salir a la estación. A continuación lo hicieron Adrana y él. Lo cierto era que la adrenalina le había hecho pasar un instante cojonudo. Lástima que no pudiera repetirse.

Una vez salió del vehículo se colocó un instante al lado del resto, de cara al campus. Los seres que habían oído el ruido del coche se habían acercado y ya golpeaban el resto de los cristales; algunos incluso intentaban colar las manos por los resquicios que había entre los restos de la puerta reventada y el coche.

-Será mejor que pasemos los torniquetes ya- dijo decidido, asintiendo firmemente.

-¿¡Pero cómo coño habéis hecho eso!? ¡Tío, ni me habéis avisado para unirme!- tanto Adrana como él se dieron la vuelta hacia el lugar de donde procedía la voz. Carlos estaba al otro lado de los torniquetes junto con dos personas más.

-¡Carlos! ¡Héctor! ¡Qué alegría que estéis bien!- la morena salió corriendo y se lanzó sobre su amigo efusivamente. Parecían llevarse muy bien.

-Ya sé que soy irresistible, tía, pero no es para tanto- le escuchó reír mientras levantaba a su compañera -¿Porqué hay tanta gente aquí? ¿Y Fran? ¿No estaba ese friki contigo?

-Fran… le han pillado. A ellos nos los encontramos en la facultad. La chica pelirroja me salvó de uno de esos seres y los demás aparecieron después. No veas…

-Chicos, lamento interrumpir, pero… creo que mejor las explicaciones luego- dijo el chico que se había mantenido detrás de Carlos junto con una tercera persona, una chica que a Richi le recordó a Miyuki, de Lucky Star, sobre todo por las redondas gafas que adornaban su rostro, aunque estaba tan pálida que podría jurar que estaba apunto de vomitar –Esas cosas están empezando a mover el coche- se giraron hacia las puertas y era verdad. El empuje de tantos seres estaba empezando a mover el vehículo y alguno acabaría colándose.

-Sí, venga, uno de los conductores ha dejado el panel de mandos encendido, así que vamos a irnos en cercanías- dijo traviesamente el peli azul, corriendo a salir al andén. Todos los demás le siguieron a la carrera, fuera. Las puertas de todo el tren estaban abiertas, listas para recibir pasajeros -. Vamos a irnos lo más lejos de aquí, así que iremos a pleno centro de la ciudad de momento a no ser que se nos ocurra algo por el camino. He conseguido arrancarlo y al parecer hay una especie de mapa con las rutas en un ordenador, así que podremos seguirla aunque nos lleve un rato.

-Yo intentaré llevarlo- dijo Vincent, subiéndose a la cabina del piloto, seguido de Carlos -Por favor, el resto subid aquí al primer vagón. Mejor permanecer siempre juntos.

-Gracias por la ayuda- dijo el moreno, con una sonrisa- Me llamo Ricardo, pero todos me llaman Richi - le tendió la mano una vez entraron en el vagón.

-Encantado, yo me llamo Héctor, y aquella de allí es Gabriella, una amiga. Disculpa que casi no hable, pero está aún conmocionada.

-No me extraña, si no está acostumbrada al gore esto tiene que ser un palo para ella.

-¡Así que esta es la famosa Gabriella! Encantada, yo soy Adrana, una amiga de Héctor- uno a uno empezaron a presentarse. Miró por unos instantes a aquella dicharachera morena, Adri, y aunque parecía entera probablemente estaba recordando a su amigo caído.

Un pitido les hizo ponerse tensos un instante, pero ver que las puertas se cerraban les alivió. Por fin habían conseguido hacer algo en la cabina. Un minuto después el tren comenzó a moverse dirección Madrid, dejando atrás aquel campo de sangre y muerte. Pero no sabían que aquello no era más que el principio de una horripilante pesadilla.

Pandemonium: InfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora