Paleta de rojo

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El mundo de Tara estaba teñido de un intenso rojo.

Siempre lo había estado y recién se estaba dando cuenta, en los segundos previos a su inminente muerte. Con los ojos vendados y el cuerpo ajustado a una silla por medio de fuertes sogas. Tara se mantuvo quieta y en lugar de emitir algún sonido, hizo como si no le importase.

Todos lo negaban, los grandes aseguraban que todo estaba bien. Pero los gritos de las personas pidiendo clemencia le decían lo contrario, esos gritos le indicaban el verdadero color del mundo. Tara García inspiró con profundidad, recordando el tono carmesí en las palabras de los soldados que la atraparon mientras estaba intentando ayudar a los que quedaron debajo de aquella ola escarlata, esa que todos llamaban "guerra". Tara ladeó un poco la cabeza, como si estuviera a punto de dormirse. Uno a uno, los disparos fueron acallando los incesantes gritos de piedad.

¿Qué iba a ganar temblando? Tara no era una rehén cualquiera. Ella fue instruida para no liberar palabra alguna hacia el bando enemigo, así alguien se llenaría las manos de sangre y el peso de sus frases no afectaría al mundo. Ella se dio cuenta entonces que no solo su mundo estaba teñido de rojo, sino el de todos y cada uno de los habitantes del planeta.

El aire salió de sus pulmones de forma estrepitosa y pudo escuchar los pasos yendo hacia ella. Todo rojo, pensó, con pesadez. La figura frente a ella estaba teñida con profundidad, lo sintió a pesar de no poder mirarlo.

Esbozó una suave sonrisa antes de levantar la barbilla, en dirección a la persona que estaba de pie frente a ella. La venda le fue retirada y pudo ver al poseedor de ese color merlot que le invadía.

El cabello rubio de Tara fue retirado de su frente por aquel hombre, casi con delicadeza. Pero luego colocó el cañón de un arma en su frente, con el gesto pacífico.

—¿Dónde se encuentra el patriarca? —preguntó, con suavidad—. Eres muy bonita, te ves sensata. Eres la única que no ha gritado.

Tara no contestó nada ante su comentario, tampoco respondió la pregunta. Ella era la única que quedaba en esta habitación aparte de ese hombre y sus camaradas. Hacía rato que los demás dejaron de ver el mundo.

El rojo es un tono que representa muchas cosas, pero lo más acertado es pensar en que el color está afín a las atrocidades cometidas por aquellos que están en caminos pecaminosos. Eso pensó Tara antes de que el gesto del hombre se descompusiera por su poca cooperación.

—¡¿Dónde está tu patriarca?! —vociferó y le pegó en la frente con la culata del arma, sin la suficiente fuerza como para afectar su visión.

Ella siseó por el dolor, pero mantuvo un gesto estoico. Su fortaleza no iba a ser destruida y prefería morir antes que permitir la destrucción de su nación.

—Tus palabras son rojas —contestó ella después de unos segundos.

El mundo perdió color después de eso.

MadhouseWhere stories live. Discover now