Epílogo

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"El secreto no es correr detrás de las mariposas... Es cuidar el jardín para que ellas vengan a ti. Al final de cuentas, vas a encontrar, no a quien estabas buscando, sino a quien te estaba buscando a ti."

Anónimo.


Tres años pasaron del final de todo, y también de lo nuevo que se les avecinaba a éste grupo de chicos.

Se encontraban todo reunidos en aquel bosque que les traía tantos recuerdos, donde comenzó ésta historia de amor, guerra y amistad.

Ahí se hallaban ellos, tomados de la mano junto con su pequeña hija, Luz, de tres años y su bebé, Haziel, que apenas tenía dos meses de vida. A los pies de la laguna donde se vieron hablaron por primera vez, y también donde se encontraron. Samuel lucía un chaqué negro hecho a medida con el cabello despeinado y los ojos, cual luceros, gracias al brillo que estos emitían. Por otro lado, Paris iba vestida como una princesa, con un corsé blanco lleno de gemas que terminaba en una enorme enagua abultado.

Atrás de ellos se encontraban sus amigos más cercanas, Adara, Emma y Agláope, que no dejaban de llorar por la escena que presenciaban, y a su lado Bacarra y Matt miraban como espectadores, igual de emocionados que las chicas.

Días después de la sorpresa que les había organizo de los chicos, y la propuesta de casamiento, regresaron los Arcángeles junto con los príncipes del infierno, todos excepto Yaroslav, que desde el último encuentro que habían tenido, desapareció en el aire sin dejar rastro.

Los demonios al no poder vengar a su amigo caído, decidieron desaparecer de nuestras vidas. Los Arcángeles, por otra parte, le ofrecieron a Samuel el poder de regresar a su antiguo trabajo, porque como ya habíamos dicho antes, era único en lo que hacía. Paris se dedicó a cuidar a sus sobrinos e hijos y enseñarles como utilizar sus poderes para el bien, experimentando en el camino los suyos también. Al principio fue difícil, puesto que llevaban en sus venas el mal, pero luego entendieron que sus poderes los deben usar para una buena causa.

Ahora se encontraban a punto de unir sus almas para toda la eternidad, puesto que sus corazones comenzaron a uno sólo desde hace muchos años, como lo habían soñado hacía ya doce años, desde su primer encuentro en ese mismo bosque. Nicolas era el que llevaba a cabo la ceremonia, al ser el único con poder celestial presente.

-Samuel, di tus votos.- Dijo el ángel luego de juntar sus manos con un pañuelo blanco.

-Hermano, si olvidas algo, pídeme ayuda. Me repetiste tantas veces tus líneas que ya me las aprendí de memoria.- Chilló Bacarra a sus espaldas, provocando que el chico de los tatuajes se ruborizada notablemente, intercambiando su lugar con el de un tómate.

La verdad es que los estuvo practicando durante dos días seguidos sin parar, temiendo olvidar algo importa.

-Cierra la boca.- Gruñó el novio, aún con las mejillas sonrojadas. Se aclaró la garganta y comenzó hablar- Paris, desde el primero momento que te vi, precisamente en éste lugar, quise protegerte con mi vida y darte lo que más deseabas. Por eso en éste día, decidí volver a jurarte lealtad, viviré para darte el amor que suplicabas en las noches desiertas y nunca te faltará nada mientras viva.- Dijo solemne ante su mujer, generando que lágrimas de felicidad se deslizaran por sus mejillas- Una vez deseaste con todas tus fuerzas que un príncipe azul te rescatara de tu condena y te llevara lejos para poder criar a tus  hijos.- Se encogió de hombros y la miró con una sonrisa- No seré un príncipe azul, pero por lo menos prometo amarte en los buenos y malos momentos, en la enfermedad y salud, hasta el fin de los tiempos, mi guerrera.- Susurró lo último mientras limpiaba las lágrimas con sus pulgares.

-Bien, Paris. Ahora di los tuyos.- Dijo el ángel con una sonrisa enternecida ante las palabras de su hermano menor.

-La verdad, es que llegaste en el momento indicado y cuando menos lo esperaba. Me encontraba sola en éste mundo hasta que tú entraste en mi vida, iluminando la oscuridad que me atormentaba. Cuidaste de mí noche y día, manteniéndome a salvo. Luchamos codo a codo, nos reímos en todo momento y supimos disfrutar la vida a pesar de los malos ratos que nos jugaba. A pesar de todo, nunca soltaste mi mano, por lo que no pienso soltar la tuya en ningún momento.- Hizo una pausa para observarlo mejor, haciéndole recordar la primera vez que lo vio- Y no me importa si no eres un príncipe azul, yo quiero un valiente soldado que luche a mi lado, como lo hiciste hasta ahora. Así que deseo compartir mi vida contigo, porque en ti encontré a mi mejor amigo, el amor de mi vida y un guardián.- Finalizó con una sonrisa radiante la chica, sus palabras hicieron que algunas lágrimas cayeran por los ojos de todos los presentes.

-Que nadie separe ésta unión ni la destruya, porque lo que Dios acaba de unir ninguna criatura en ésta tierra lo podrá separar.- Terminó el ángel con la ceremonia. Nicolas tomó en sus brazos a Haziel para que los novios pudieran sellar éste pacto tan íntimo, uniendo sus labios debla única manera que conocían.

Todos gritaron de la emoción por la felicidad que irradiaba ésta pareja. Después todo, decidieron seguir festejando en la gran casa, la cual se había vuelto su hogar. Los grandes festejaron puertas adentro mientras los niños se divertían jugando con las luciérnagas, cerca de la laguna.

La noche había caído sobre ellos, y con ella la hora de descansar de los niños, los cuales estaban casi dormidos, a excepción de la pequeña Luz. Ella aún permanecía despierta, apreciando el resplandor de la Luna, generando que sus ojos azules resaltaran con un brillo hipnotizador.

La  niña compartía rasgos físicos tanto de su padre como de su madre, pero en su interior había algo que superaba a todo poder, la pequeña poseía un poder capaz de iluminar a toda la oscuridad del mundo. Siempre con una sonrisa de oreja a oreja lograba calmar el llanto de cualquiera, y con apenas tres años de edad usaba sus poderes de sanación para curar a los pequeños animales heridos del bosque.

Al ser la hora de dormir, sus padres los llamaron para que regresaran a la casa, los cuales obedecieron casi todos. Luz se encontraba a punto de volver a su hogar cuando algo en la oscuridad de la noche llamó su atención.

-Hola, preciosa.- Dijo una voz grave, que salió de la oscuridad. La nena no lloró, solo lo miró con atención, esperando que esa persona haga su magia- ¿Quieres jugar conmigo?

Los padres cuando notaron que la pequeña niña estaba acompañada, no lo pensaron dos veces antes de salir corriendo en su dirección, pero el extraño ya la tenía en sus brazos.

-Nos vemos, Paris.- Dijo el hombre, al que inmediatamente reconocieron los padres como Yaroslav, el demonio que había desaparecido, regresó para tomar venganza, desvaneciéndose en la oscuridad de la noche con la niña en brazos, sin dejar que nadie lo pudiera impedir.

Paris cayó al suelo de rodillas mientras lloraba desconsoladamente y Samuel al lado sosteniendo a su mujer en brazos. Los chicos por todo el alboroto salieron a fuera, y al ver la escena, entendieron lo que había pasado.

Se habían llevado a Luz...



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