18. La oscuridad.

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"El mundo necesita oscuridad, porque el exceso de luz no nos ilumina ni nos abriga sino que nos ciega y abrasa"

Varg Vikernes.


Paris

Lentamente fui abriendo mis ojos pero no logré ver nada, solo oscuridad. Lo último que recuerdo, es haber hablado con ese hombre en mi mente y después caer al suelo en un profundo sueño, pero no tengo idea de cómo llegué hasta aquí.

¿Estaré en un sueño?

Me puse de pie y comencé a caminar tranquilamente en cualquier dirección, no tenía idea de a donde podía llegar, ya que parecía que la oscuridad abarcaba kilómetros, o eso parecía desde mi perspectiva.

A lo lejos pude divisar una especie de puerta blanca. Cuando estuve en frente de ella,  consideré los pro y los contra de abrirla. Por un segundo dudé en abrirla pero un fuerte viento chocó contra mi espalda, haciendo que la puerta se abra sola. Mi piel se erizó ante la situación, esto estaba mal.

Joder, esto parece una película de terror.

Tienes razón. ¿Y si volvemos?

Ahora sigue, quiero ver si hay algún  asesino de la motosierra.

Crucé la puerta con cautela, observando todo a mi alrededor. Creí que me llevaría a una habitación, no al medio de la nada rodeada de árboles.

¿Cuál es mi problema con los bosques?

Mi vida siempre giraba alrededor de un bosque. Cuando era pequeña, iba a charlar con alguien ahí, a mis dieciocho me escapé para llorar a uno también, y ahora estoy en uno, por quien sabe que motivo, definitivamente tal vez me vaya a vivir a uno de una buena vez por todas.

Caminé en cualquier dirección sin apuro, me sentía totalmente perdida, no sabía por qué estaba en éste lugar ni quién me trajo. Frustrada de tanto caminar sin rumbo, me senté en el bello pasto, que ahora en adelante iba a ser mi mejor amigo, puesto que mis pies ya empezaban a doler de tanto caminar.

Me recosté en el pasto y me puse a observar el cielo azul. De repente, una flecha irrumpió mis pensamientos, haciendo que me sobresaltara. Gracias a Dios no me dio, si no la historia sería otra. Estaba por levantarme para observar de dónde provenía, hasta que caí al suelo con alguien sobre mi espalda.

Me ató velozmente los pies y las manos, al parecer era experto en esto, porque en poco tiempo logró inmovilizarme, como un animal.

-¿Quién eres y qué haces aquí?- Preguntó una voz femenina. No podía girar para encararla, así que solo me quedé en silenció, lo cual no le resultó grato, por lo que colocó un cuchillo en mi cuello.

-Emm... Soy P-paris.- Tartamudeé nerviosa, mis manos temblaban y gotas de transpiración caía por mi frente, mi respiración se agitó por unos instantes con la idea de que podría asesinarme.

La mujer me dio vuelta y me observó detenidamente, al igual que yo. Parecía una chica indígena, o mejor dicho una guerrera. Su cabello era de un color marrón chocolate y estaba recogido en una trenza muy hermosa, aunque algunos mechones le caían en el rostro. Estaba vestida con lo que parecían pieles de animales y además del cuchillo que tenía en mi cuello, llevaba un par más en la cintura, tenían aspecto de estar hechos con hueso de algunos animales.

Ella se alejó lentamente de mí y salió corriendo sin mirar atrás, intenté desatar los nudos pero fallé al instante y sin previo aviso, todo se volvió negro. Volvía a estar entre la oscuridad.

Procuré sacar los nudos, morderlos, hasta buscar algo filoso para romper la soga pero fue en vano, por lo que mi única opción fue arrastrarme, como un gusano.

Luego de un rato me cansé, esto es inútil. Paré a descansar y cerré mis ojos, cuando los abrí nuevamente, estaba mirando el cielo estrellado.

¿Qué demonios está ocurriendo?
Primero despertar en medio de la oscuridad, luego aparecer en un bosque para que una loca me atacara, y al final, terminar rodeada de oscuridad de vuelta.

¿Dónde se supone que me encuentro ahora?

Desde donde me hallaba traté de observar lo que había a mi alrededor. Y otra vez en un bosque, a diferencia de que ésta vez era de noche.

-Vaya, vaya, ¿pero que tenemos aquí?- Quise girarme pero fue imposible. Sentí unas manos alrededor de mi cintura que me elevaban.

Era un chico, debía tener mi misma edad. Sé que no soy pesada pero... ¿Cómo hizo para levantarme como si fuera una pluma?

Una sonrisa burlona se formó en sus labios, estaba vestido todo de negro, sus ojos eran completamente blancos y su sonrisa mostro dos enormes colmillos que resaltaban su mandíbula. Por un momento se me helo la sangre al ver el último detalle.

Era un vampiro.

-Oh por dios.- Fue lo único que pude decir y pareció que a él le causo mucha gracia porque ensancho su sonrisa.

Sin poder hacer algo para defenderme, me lanzó al suelo y se posicionó a horcajas sobre mí. Con una mano, acarició mi cuello con delicadeza y después dejó una línea de besos que iban desde mi cuello hasta mi clavícula.

-Exquisita.- Musito con los ojos cerrados pero cuando los volvió abrir un gritó ahogado salió de mi garganta. Sus iris, antes blancas, se volvieron completamente rojas y sus colmillos se agrandaron aún más.

El miedo corría por mi sangre a la velocidad de la luz, no podía dejar de temblar, el pánico me invadió por completo. Definitivamente estoy maldecida. Mi vida debía ser un espectáculo, huérfana, violada, perseguida por los ángeles, demonios, atada por una loca y ahora voy a ser mordida por un vampiro. Me reiría de mi misma si no estuviera en ésta situación, pero en vez de eso,  me detuve a observar a ese asqueroso ser que cada vez se acercaba más a mí.

Cerré mis ojos con fuerza para evitar el momento. Esperé por unos minutos a que el horroroso dolor en mi cuello se hiciera presente, pero nunca pasó, solo sentí que el peso que estaba encima de mí se iba. Solo ahí fue cuando me armé de valor y abrí los ojos, esperando que esa oscuridad que antes me cubría, lo esté haciendo otra vez, para salir de este lugar pero no, seguía en ese bosque atada de manos y pies.

¿Dónde está el vampiro?

Giré mi cabeza y me llevé un buen susto, se encontraba a mi lado con un pedazo de madera sobresaliendo de su pecho, por lo que supe al instante que lo habían asesinado.

Soy fan de las historias de vampiros, siempre los amé pero cuando estás por ser mordida por uno,  creo que se puede cambiar de opinión. Al fin, sabía que la única manera de matar a uno era clavándole una estaca en el corazón o rosearlos con agua bendita.

Intenté ver quien me había ayudado pero no pude hacerlo, entonces suspiré frustrada, maldiciendo a la guerrera esa. Estaba cansada de estar atada.

-¿Estás bien?- Preguntó una voz masculina a mis espaldas.

-Sí, pero no puedo moverme, ¿podrías ayudarme?- No escuché respuesta alguna, aunque unas pisadas me dieron a entender que si lo haría.

Al momento de sentir como mis manos y pies habían sido liberados, una sonrisa apareció en mi rostro. Me paré rápidamente y abracé al hombre que me había ayudado, él me correspondió el abrazo un poco sorprendido. No me separé hasta que me di cuenta de lo que había hecho, sentí como mis mejillas se tornaron de un color carmesí.

¿Desde cuándo yo abrazaba a extraños?

-Gracias.- Fue lo único que pude decir, estaba apenada de mi acto involuntario.

-No hay de que.- El ambiente se había vuelto más cómodo, por lo que me limité a observar aquel sujeto. Su pelo era negro como la noche y hacia que resaltara su tez blanca, sus ojos eran azules y era más alto que yo- Tengo que irme.- No me dejó despedirme cuando extendió sus alas blancas, sus ojos se volvieron dorados pero a diferencia de los del vampiro estos transmitían paz. Al salir de mis pensamientos él ya se había ido.

-Era un ángel...- susurré para mí misma.

Fijé mi vista hacia el lugar donde se encontraba el cuerpo sin vida del vampiro, pero ya no estaba, en cambio, había quedado la estaca y cenizas a su alrededor.

Caminé entre los árboles durante lo que parecieron horas, sabía lo que seguía después. La oscuridad me atrapó de vuelta pero no hice mucho escándalo ésta vez, solo me puse a pensar en las tres personas con las que me había encontrado. Recordé cada rasgo en mi cabeza, sus diferentes personalidades y apariencias.

La mujer que me ató no debía tener más de veinticinco años, parecía toda una guerrera, no solo por su ropa sino también por la forma que me atacó. A pesar de eso era muy hermosa, su pelo marrón chocolate era ondulado y sus ojos era la combinación perfecta entre el verde y el marrón. Su actitud fría y demandante, me aterró un poco. Se notaba que era como una jefa de alguna tribu o eso supuse por su actitud de, háganme caso o los mataré.

Por otro lado, el hombre que me salvó parecía tener la misma edad que la mujer, y por lo que vieron mis ojos, era un ángel pero algo rebelde por la forma en la que iba vestido. Sus jeans negros y su remera blanca hacían un buen contraste con su pelo negro alborotado y su tez blanca. Sus ojos azules tenían alrededor unas cuantas largas pestañas, que los hacían lucir más grandes.

Esto es extraño. ¿Quiénes son estas personas?

Un bostezo salió de mis labios, sacándome de mis pensamientos. De un momento a otro el sueño me invadió, por lo que tuve que recostarme en el suelo a dormir un poco, sin importar donde lo hiciera. Estaba demasiado cansada para pensar las cosas con coherencia.


***

Un pitido insoportable me despertó de mi hermoso sueño, maldita alarma. Lentamente abrí mis ojos, encontrándome recostada en la cama de mi habitación. Busqué el causante de ese horrible sonido, sin embargo, cuando lo encontré, mis ojos se abrieron en su plenitud. Era una de esas maquinas que medía mi pulso y tenía una ajuga en mi brazo que iba a un suero.

Miré mí alrededor y en una silla, al lado de mi cama, se encontraba Samuel durmiendo con la cabeza recostada a un lado de mis piernas. Con cuidado, me levanté un poco y acaricié su cabeza.

-Sam...- Lo moví un poco pero lo único que hizo fue gruñir- Sami... Hora de despertarse.- Lo moví un poco más fuerte pero solo cerró los ojos más fuerte- ¡SAMUEL, LEVANTA TU CULO DE ESA SILLA!- Grité, haciendo que despertara de golpe y cayera de la silla. No pude evitar reírme.

-Paris...- Musitó por lo bajo, desde el suelo, con los ojos abierto como plato. Rápidamente corrió hacia mí y me abrazo con fuerza, le correspondí mientras me reía de su cara al despertar, parecía que había visto a un fantasma- Despertaste, gracias a Dios, llevas un mes en coma.- Lo alejé un poco y sentí como mi mundo se detenía ante esas palabras.

¿Cómo es eso posible?

¿Qué pasó?

En Busca De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora