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25 de abril de 2016

Agustín Bernasconi

Me levanté con una pequeña mueca al sentir algo picando mi mejilla. Traté de adaptar mi vista a la habitación y finalmente sonreí cuando vi a una pequeña sonriente a un costado de mi cama. Mi dulce hija, Lara, me miraba con sus ojitos brillantes esperando a que me levantara de la cama para ir a jugar con ella.

—Ya despierta, pá, prometiste que me harías el desayuno—me dijo con pequeñas equivocaciones en la letra "r" pues aún se le complicaba pronunciarla, y picando nuevamente mi mejilla.

—Si, pero no pensé que te levantarías a las seis de la mañana—contesté bostezando.

—Bueno, vos deberías haber despertado antes, tienes trabajo—murmuró cruzándose de brazos, y alzando una ceja.—Y yo tengo escuela, ¿Qué esperabas?

Sí, esa niña era mil veces más responsable que yo, a veces no sabía si era yo quien la criaba o ella a mi.

De igual modo, era mi mayor orgullo. Admito que su llegada no fue planeada, para nada, yo apenas tenía dieciocho años, estaba a punto de entrar a la universidad y no estaba en mis planes tener un bebé, pero como todo adolescente hormonal, y descuidado he de admitir, había llegado ella al vientre de Melani, mi actual esposa. No tuve más que abstenerme a las consecuencias, además no iba a dejar a Melani sola, la amaba. Fue difícil al principio, más en la primera ecografía me sentí enamorado de mi pequeña Lara, sabía que no iba a permitir que nada le ocurriese. 

Al poco tiempo, con Melani decidimos que lo mejor sería casarnos, pues iba a ser más sencillo para ambos, y no es como si no nos amáramos, ella era la mujer más maravillosa que conocía. Una vida con ella no era mala, pero para nada. 

Luego nos mudamos para cuando nuestra beba llegó al mundo. Pese a varios comentarios que admiten que mi vida fue arruinada, o la vida de Melani, la verdad es que ambos éramos felices. Nuestra Lara era una niña hermosa, divertida, ocurrente, amable, y con mucho talento pese a su corta edad. No era para nada lo que esperábamos, pero no podíamos quejarnos, le habíamos sacado todo lo bueno a la situación.

Ingresé al baño, en lo que mi hija se dirigía a la cocina para esperarme. Una vez aseado, fui hasta ella, viendo con una sonrisa como movía sus piecitos ansiosa, pues sentada no llegaba a tocar el suelo. Era adorable. Sin embargo, mi sonrisa se volvió en una cara de indignación cuando vi a mi esposa sentada a un costado, desayunando.

—¡Ajá!—me quejé acercándome con brazos cruzados—Si ya estabas despierta y en la cocina, pudiste haberle preparado el desayuno, ¿no?

—Yo no le prometí nada a nadie—se encogió de hombros, escondiendo una sonrisa mientras saboreaba una cuchara repleta de dulce de leche.

—Sí, papi, y sigo esperando mi desayuno—me miró Lara. enfadada.

Me reí, aceptando lo que me correspondía y me acerqué a Melani, para abrazarla por detrás y desearle un buen día. Aproveché mis brazos a su alrededor para acariciar su vientre  y saludar a mi futura beba.

Luego de cinco años, Melani quedó embarazada nuevamente, esta vez planeado. Ambos sentimos que a Lara le vendría bien un hermanito o hermanita, y lo cierto es que nos sentíamos bien en familia, y no nos parecía mal ampliarla. Teníamos una casa en condiciones, trabajos estables, y estábamos dispuestos a darle todo el amor posible, así que nos propusimos a tenerla. Fue cuestión de semanas para saber que había dado frutos, y la pequeña Sofía (como íbamos a llamarla) se encontrara en camino. 

Ahora mismo quedaban un mes y medio, casi, para que naciera, pero en casa ya estábamos ansiosos, en especial Lara que quería juguetear con ella apenas pareciera. Aún nos costaba hacerle entender que eso tomaría un tiempo.

All Of Me《Aguslina》|EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now